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Un día cualquiera de diciembre, en una cena de Navidad, la exaltación de la amistad alcanza su cota máxima y alguien suelta: "¿Por qué no nos vamos juntos de vacaciones este verano?". Y el resto, copa de cava en mano, se viene arriba y brinda por la feliz idea. Nueve meses después, es probable que recuerdes ese como el momento en que tomaste una de las peores decisiones de tu vida. Porque sí, "los amigos son un tesoro incalculable", "la familia que eliges", "los que siempre están ahí" y todas las bonitas frases que se te ocurran pero cuando los sometes a la prueba de Gran hermano con el agravante de 35 grados a la sombra, es probable que esos lazos indestructibles salten por los aires.
La ecuación amigos+veraneo a veces funciona y, seguramente, ya no estés a tiempo de cambiar de planes. Pero sí de evitar que estas soñadas vacaciones se conviertan en lo más parecido a un accidentado París-Dakar. Toma buena nota de las siete bombas de relojería estivales que pueden dinamitar tu amistad.
La sabiduría popular recomienda no hablar de política ni de religión; habría que añadir que tampoco de fútbol, de feminismo, del cuerpazo de la socorrista o de Javier Bardem. Pero en un grupo numeroso siempre hay alguno que parece que acaba de aterrizar en el planeta Tierra y todavía no conoce esta máxima. Un inocente: "¿Qué os parece Pedro Sánchez?" o "la alergia al gluten es un invento hipster" y se desata la batalla de Trafalgar. Las sobremesas las carga el diablo –y también los gin-tonics, por cierto–; y salir indemne de tres sobremesas diarias durante dos semanas requiere un control mental digno de un funambulista.
Consejo. Criticar une mucho, así que la clave está en elegir un blanco a prueba de controversias. ¿Por ejemplo? Donald Trump, Kim Kardashian o las coles de Bruselas. Y nunca, nunca, nunca, subestimes un tema o al contertulio que todos llevamos dentro; hasta Rafa Nadal tiene sus detractores.
Hay quienes escuchan la expresión 'dolce far niente' y ya les sale urticaria. Porque para estos especímenes, que en verano son una plaga, lo mejor de no tener que trabajar es que hay tiempo para todo lo demás: toque de corneta a las ocho de la mañana, cinco kilómetros a paso ligero, ir a la playa, jugar a las palas, hacer una paella, visitar unas ruinas, preparar una barbacoa, asistir a un concierto, bailar en la verbena… Y, no contentos con eso, se niegan a disfrutar de la hiperactividad en solitario y boicotean cualquier intento del prójimo por tumbarse a la bartola para leer un buen libro. "¡Venga, muévete, que estamos de vacaciones!" es su grito de guerra.
Consejo. Un grupo de amigos de veraneo no es un batallón de infantería en periodo de instrucción. Se puede –incluso se debe– ir por libre. Deja que corra el aire y que cada uno se apunte al plan que más le apetezca. Está terminantemente prohibido decir aquello de "¡no sabes lo que te has perdido!".
Lo que para unos es un bien de primera necesidad para otros es un despilfarro en toda regla. Partiendo de esta disparidad de criterio, la polémica está servida. Desde la compra en el supermercado y las rondas en el chiringuito hasta la elección de un restaurante, cada decisión exige un debate a la altura de los presupuestos del Estado. Y no nos hagas hablar del rey del escaqueo, ese, o esa, que nunca tiene a mano la cartera o se esfuma cuando llega la cuenta, pero siempre pide el plato más caro del menú.
Consejo. Seguir a rajatabla el consejo de los ricos y poderosos: " Hablar de dinero es de mal gusto", y no echar un vistazo, ni bajo amenaza de muerte, al saldo de la cuenta. Ya llegará septiembre y, sí, el crujir de dientes; pero, ¿qué es la ruina comparada con el drama de la vuelta al cole? Una minucia.
No hay grupo sin un verso suelto, un rarito, un plasta; ese personaje que rompe la armonía y monopoliza las críticas. Puede ser un verborreico, una maniática de la limpieza, un fiestero, un hipocondriaco, una cascarrabias… La lista es interminable. La buena noticia es que suele ser uno frente al resto; la mala es que está acostumbrado a torear en peores plazas y no es fácil neutralizarlo.Consejo. Hacerle el vacío hasta que se canse de sí mismo. En caso de extrema necesidad, podéis mandarlo a casa. Nadie pondrá pegas para pagarle el billete.
Un día le dices a esa prima a la que solo te encuentras en bodas y funerales: "Pues si te animas, voy a estar la primera quincena de agosto en Almería". Y, de pronto, la tienes en la puerta con las maletas y con sus inquietantes gemelas. Y no eres la única que se ha ido de la lengua sin medir las consecuencias: el salón acaba transformado en un hospital de campaña lleno de colchonetas de playa y de personajes tan dispares como una suegra que acaba de enviudar y un compañero de colegio recién divorciado.
Consejo. " Donde comen ocho comen 10" decían nuestros padres, que sabían mucho de multitudes. La otra opción, mandarlos por donde han venido, caerá sobre tu conciencia y te amargará las vacaciones.
Coger una escoba durante las vacaciones es como una maldición bíblica, pero todavía es peor que esa casa rural tan cuca que has alquilado se convierta en un infecto piso de estudiantes. Y dos semanas viviendo a pierna suelta son más que suficientes para que el salón se transforme en el desierto del Sáhara, las existencias de vajilla languidezcan en el fregadero y la nevera haga eco. Todavía es peor si se os ocurre organizar una fiesta; lo más probable es que nunca vuelvas a ser la misma... y la casa tampoco. Y no te fíes de los que presumen de ser buenos cocineros o de los que van siempre impolutos; cuando los sacas de su entorno tienden a desmelenarse.
Consejo. Hay varias opciones: 1. Invitar a alguien que haya venido al mundo para darlo todo por los demás, incluido encargarse de la intendencia. 2. ¿Es mucho pedir que cada uno se encargue de una tarea? Míralo por el lado bueno: será el único ejercicio que hagas durante las vacaciones. 3. Un clásico: rascaros el bolsillo y pagar a alguien para que vele por vuestra salud.
Cada hijo es de su padre y de su madre. Y nunca mejor dicho, porque amar a tus retoños no te convierte en el payaso Fofó de los de los demás. Hay pequeños adorables, otros que te dejan fría y algunos insoportables, por políticamente incorrecta que sea esta declaración: la niña que llora hasta debajo del agua, el adolescente en pleno brote, el sabelotodo o la tirana pueden conseguir que hasta añores los veraneos en el pueblo de tus suegros. Y si descubres que en realidad la culpa de todo la tienen sus padres todavía es peor; a los adultos no puedes sobornarles con un helado y ya nunca les verás igual.
Consejo. Salvo que seas una masoquista o una santa, jamás te apuntes a unas vacaciones con niños si no eres madre. Jamás. Y si tienes hijos te dará igual, el suplicio está garantizado.
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