Alberto Monreal, padre de Victoria (13 años) y Eleonor, (7 ) /
Eleonor tiene solo siete años, pero hace ya cinco que empezó a aplaudir cada vez que aparecía en la tele el logo de 20th Century Fox. Para ella, era la señal de que estaba a punto de entrar por la pantalla el universo de Star Wars, que su hermana y su padre le descubrieron siendo aún un bebé. Es una de las aficiones que comparten y que les ha llevado a recorrer juntos convenciones, exposiciones y encuentros donde se respira pasión por los personajes e George Lucas.
No son ninguna excepción: el último barómetro del CIS dice que la actividad preferida por los españoles en su tiempo libre es estar con la familia (fue la respuesta del 71% de los encuestados). Pero, además, pertenecen al afortunado porcentaje de personas que cuenta con todas las papeletas para ser feliz; así lo indica un proyecto de investigación de la Universidad de Harvard (EE. UU.), que asegura que el mejor indicador de felicidad a largo plazo son las relaciones con la familia y con los amigos. Y cuando se comparten aficiones en casa, se tienen ambas cosas a la vez. " Los hobbies en familia pueden hacer que desaparezca la relación jerárquica entre padres e hijos –explica Francesc Núñez, sociólogo y director del máster de Humanidades de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC)–. Es como ir a otro lugar donde hay nuevas normas y valores, y el hijo puede ser no solo un igual, sino incluso superar a los padres. Por eso, las aficiones permiten otra relación".
Los padres e hijos que comparten afición , en efecto, aseguran que no lo cambiarían por nada: les divierte, hace que la disciplina y la rutina desaparezcan durante un rato, es un lugar feliz en el que caben todos. Y ellos mismos nos explican por qué les hace tan felices.
Verónica Suárez, madre de Valeria (7 años) /
Verónica Suárez, madre de Valeria (7 años)
" La moda es un trabajo muy vocacional, siempre comienza como una afición, porque te encanta", asegura Verónica, estilista de profesión. En su caso, también fue cosa de familia: sus abuelos eran comerciantes de tejidos y ella y sus cuatro hermanos crecieron en ese mundo, rodeados de mostradores con telas y prendas por todas partes. "Pero, aunque llevo muchos años trabajando como estilista, no he fomentado el gusto por la moda en mi hija. En casa no hablo en códigos de vestir ni soy nada fashionista. Y aun así, resulta que a Valeria le encanta. Se lo he transmitido yo, ese código de barras es culpa mía. Se viste sola desde pequeña, se hace sus montajes y sabe muy bien lo que quiere".
En efecto, Valeria, de siete años, tiene muy claros sus gustos: "No quiero ponerme lo que lleva todo el mundo, prefiero la ropa diferente. Por eso tampoco me gusta el uniforme del colegio. Me encanta que me regalen ropa, además de juguetes. Y disfraces". Porque disfrazarse es una de sus mayores diversiones. Cuando Verónica llega a casa, nunca sabe cómo se encontrará vestida a su hija. " Mi preferido es el de novia cadáver –asegura Valeria–. También me gusta mucho esta ropa para las fotos. ¿Puedo quedármela? Si no, me la compro, ¿vale?".
Mónica Ozores y David Díaz de Quijano, padres de Celia (7 años) y Diego (5) /
Mónica Ozores y David Díaz de Quijano, padres de Celia (7 años) y Diego (5)
"Buscábamos un plan que nos gustara a los cuatro para hacerlo juntos. Un día acompañé a una amiga a un huerto urbano y pensé que era una actividad estupenda". Con esta sencillez explica Mónica cómo nació su afición familiar. Ahora, en su pequeño huerto, la familia cultiva tomates, berenjenas, kale, coliflor blanca, morada y naranja, acelgas, romanescu…
"Yo suelo ir sola los sábados por la mañana. Es mi momento zen, cuando quito malas hierbas. Luego, el domingo, vamos todos", continúa Mónica. "Me gusta trabajar con mamá en el huerto –interviene Celia– y recoger los tomates con papá cuando se ponen rojos. Y plantar cosas que luego nos comemos. A Diego también, pero le dan miedo las avispas. Lo que no le asustan son las mariquitas, que son buenas porque se comen los pulgones".
El huerto forma parte de un proyecto de la Fundación a la Par para personas con discapacidad. La fundación les alquila la parcela, la cuida durante los días laborables, y proporciona a los usuarios herramientas, cursos y respuestas a diferentes dudas. Mónica elogia los talleres para niños que organiza la Fundación: "Con el de hacer espantapájaros se lo pasan pipa. Y, sobre todo, disfrutan al aire libre y descubren de dónde vienen las cosas. Ya no compramos verduras en el súper y disfrutamos haciendo algo con lo que aprendemos todos. Esos 20 metros cuadrados de huerto nos han dado muchas cosas buenas; y no me refiero solo a las verduras y las hortalizas". Toda la familia está de acuerdo: "En el cole también tenemos un huerto, pero el nuestro es más bonito", dice Celia.
Judith Saladrigas y Eduardo Nebot, padres de Candela (13 años) /
Judith Saladrigas y Eduardo Nebot, padres de Candela (13 años)
" Candela ha crecido rodeada de música. Aprendió a disfrutarla desde muy pequeña –dice Judith–. Un día, decidimos hacer una canción entre los tres. Nos fijamos en el tema de los animales y nos pusimos a buscar información sobre bichos curiosos a los que cantarles, con rimas que nos hiciesen gracia y un tono que se alejase de lo que suele llamarse música infantil".
Así compusieron su primera canción, Avutarda, ser amiga tuya farda. Y se divirtieron tanto haciéndolo que formaron un grupo, Candela y los Supremos. Pronto recibieron una oferta del proyecto Minimúsica para grabar un disco. "Gracias a eso, tuvimos la oportunidad de tocar en lugares increíbles –dice Judith–, como el Primavera Sound, del que somos asiduos. Este año se juntaron en su escenario Candela, Edu y su abuelo, de más de 80 años, a tocar unas versiones de la maravillosa Amy Winehouse. Verlos a todos en escena fue bestial". Candela también disfruta de la emoción del directo: "Recuerdo la primera vez que subí a un escenario con mis padres: ¡me sentía súper Beyoncé! [Risas]. Fue una sensación muy guay, y más al ver que los niños y los padres del público se sabían las canciones que habíamos compuesto en casa, para divertirnos".
Ahora, el grupo se ha disuelto, pero Edu, Judith y Candela siguen tocando en familia. "Para nosotros, la música es una extraescolar de fin de semana con la que nos divertimos . Y ahora es Candela quien empieza a llevar la batuta", dice Judith. "No sé si algún día me dedicaré a esto –replica la niña–; pero sí que no perderé la afición por la música, y mis padres tampoco".
La adolescente, que ya tiene sus propios gustos, mantiene muchas charlas musicales con Eduardo. "Soy fan de mi padre, toca muy bien, pero cuesta un poco sacarle de sus gustos. Estamos en ello". De momento, están terminando un trap tipo Rosalía que demuestra que la música en familia también cambia y evoluciona.
Mónica Muela y Alberto de la Fuente, padres de Adriana (7 años) /
Mónica Muela y Alberto de la Fuente, padres de Adriana (7 años)
"Inscribimos a Adriana en clases de patinaje cuando tenía cuatro años, para que empezara a hacer algo de deporte –explica Mónica–. Y, por aprovechar la hora que pasábamos esperando, nos apuntamos nosotros a un intensivo en la escuela Madridpatina". Hacía 20 años que ni Alberto ni Mónica se calzaban unos patines, pero les pareció una buena oportunidad para retomar aquella actividad. "Y acabamos picándonos los tres", ríe Mónica.
Para ellos fue muy positivo encontrar una afición común: a toda la familia le gusta el deporte, pero hasta aquel momento cada uno se dedicaba a una actividad diferente. "Ahora, muchos fines de semana vamos a patinar por el carril-bici de San Sebastián de los Reyes –interviene Alberto–. Hemos ido con Adriana a la Carrera por Siria, hemos corrido en el Día del Patín...".
Los tres empezaron casi a la vez, así que su nivel es muy parecido ("aunque Alberto nos ha pasado ya un poco", dice Mónica), lo que facilita que patinen en familia. "Hago rutas con papá y mamá, como la de las luces en Navidad –dice Adriana–. Cuando me canso, mi padre se pone detrás de mí y me lleva. No tengo que hacer nada, me quedo quieta y él me empuja. ¡Es divertido! A veces también vamos en patines a clase de teatro". Y no piensan detenerse aquí: "Dentro de unos años –dice Mónica–, Adriana podrá hacer rutas de más kilómetros e iremos a esos viajes que se organizan para aficionados al patinaje, como el de este año en los Alpes italianos. Es una forma muy original de hacer turismo". La niña, desde luego, parece dispuesta a cualquier reto: "Las pasadas Navidades les pedí a los Reyes Magos los patines de patinaje artístico y también quiero hacer hockey, como mi madre, que juega en una liga amateur. ¿Lo que más me gusta? Que lo hacemos los tres juntos".
Claudia Oppitz, madre de Noah (9 años) /
Claudia Oppitz, madre de Noah (9 años)
" Noah viajó por primera vez a los tres meses. Fuimos a ver a mi familia a Alemania. Un mes después, fuimos a la isla de Lesbos. Desde entonces, no ha dejado de ver mundo".
Noah, de hecho, ha viajado más que muchos adultos: Praga, Munich, la Toscana, Cuba, Islandia, Francia… Incluso Sri Lanka, que le encantó: estuvieron en una ecoaldea llena de monos, visitaron las plantaciones de té y vieron un leopardo durante un safari. Cuando vuelven a casa, el niño busca las recetas de las nuevas comidas que han probado y las prepara.
Claudia dice que lo mejor de viajar es vivir otras experiencias: "Otros paisajes, otra música, otros olores y comidas…". Y también salirse de su papel: "Aquí eres la esposa de, la que trabaja en, la vecina del quinto. De viaje puedes ser alguien distinto y descubres algo diferente de ti. Eso estimula mucho, a mayores y a pequeños".
¿Y las incomodidades y esperas? A Noah no le afectan: "No me importan las horas de viaje, me gustan los aviones. Quiero ir a Nueva York, a China, a Japón y a Nueva Jersey, donde está la montaña rusa más alta del mundo".
Alberto Monreal, padre de Victoria (13 años) y Eleonor, (7 ) /
Alberto Monreal, padre de Victoria (13 años) y Eleonor, (7)
"Siempre fui fan de Star Wars y, al nacer Victoria, lo fui más aún. Al ser padre te vuelves un poco niño, o eso me pasó a mí". Alberto sacó sus viejos juguetes de la saga y vio con su hija las películas. Empezaron a disfrazarse para ir a convenciones. Así que, cuando nació Eleonor, la pequeña, ya tenía dos referentes: "Sobre todo, su hermana, que es su gran heroína", dice Alberto.
Eleonor lo corrobora. "Me acuerdo de la tarta de Darth Vader del cumple de papá y Victoria, y de la foto que me hice en Londres con Leia. Me encanta disfrazarme como ella". Alberto cree que las mujeres de Star Wars, fuertes e independientes, son un buen ejemplo para las niñas. Y apunta que es un producto intergeneracional: él creció con la primera trilogía; Victoria, con la segunda; y Eleonor, con la tercera. " Lo sienten como algo suyo, no del pasado". Aunque Victoria reconoce que la veteranía es un grado: " Mi padre es mi maestro jedi; tengo mucho que aprender. Espero que sigamos yendo a convenciones; si tengo hijos, les diré que esto lo empezó su abuelo". Alberto está encantado de iniciar tal tradición: "Tener hijos es maravilloso; compartir aficiones, lo más. Educar es necesario, pero con estos juegos rompes barreras".
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