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Vientres de alquiler, la herida emocional, por Isabel Menéndez

Cada vez más parejas recurren a un vientre de alquiler para cumplir su deseo de tener hijos. ¿Qué motivos les llevan a pedir a una desconocida que geste a su bebé? ¿Tienen en cuenta las implicaciones éticas y psicológicas?

Varias mujeres embarazadas. / getty

Isabel Menéndez
Isabel Menéndez

A los vientres de alquiler técnicamente se les nombra como “ gestación subrogada ”, quizá para que esta práctica parezca menos mercantilista. Pero es un proceso que suscita muchas dudas de carácter ético. ¿Qué pasa con la madre biológica cuando entrega al hijo después del parto? ¿Qué fantasías, sentimientos y deseos inconscientes se despiertan en ambas madres? ¿Cuáles son las i mplicaciones psíquicas para el bebé que nace bajo esta técnica?

La mujer que decide que otra geste a su hijo, aunque sea con sus óvulos, tiene que atravesar algunos conflictos psíquicos. En principio ha debido aceptar su infertilidad, lo que produce una herida narcisista que es preciso elaborar. Suele imaginar a la madre gestante como potente frente a ella misma, que se puede sentir devaluada. Los afectos hacia la dueña del útero fértil son ambivalentes: por un lado hay un sentimiento de gratitud y por otro, de rechazo. Este complejo panorama emocional es el signo de la reactivación de la conflictiva edípica, donde se mueven deseos e identificaciones hacia los padres que cada mujer vive de acuerdo a su singularidad. Tendrá que elaborar lo que siente como incapacidad propia para aceptar lo que le viene de otra madre.

La ansiedad de la separación es el estado psíquico más dañino para un bebé.

La mujer que alquila su vientre sometiéndose a la gestación de un bebé ajeno, atraviesa un proceso que trasciende lo puramente biológico para alcanzar el ámbito de lo emocional. Durante los nueve meses de embarazo se crea entre ella y el niño algún tipo de vínculo inevitable. Ella también le transmitirá información genética a su hijo, aunque el óvulo sea de la mujer que lo encarga. Según un estudio de la Fundación IVI se transmite información genética desde el endometrio, dando lugar a modificaciones en el genoma. La exclusividad genética que buscan los padres, según esta información, estará influida también por la de la madre gestante, que a su vez hará llegar algún tipo de mensaje al feto. Además, en algo influirá el sentido que ella dé a la pérdida de ese bebé que entregará a otros a cambio de dinero.

La esclavitud en el siglo XXI

  • Resulta paradójico que en un momento en el que la mujer lucha por la igualdad de derechos, los avances de la técnica permitan alquilar su vientre. Como plantea la catedrática de Filosofía María Casado: “¿Qué modelo social es el que permite que para vivir libremente la gente tenga que vender su cuerpo?”.

  • La gestación subrogada se lleva a cabo en países a los que se puede acudir a comprar niños. ¿Son el narcisismo y la omnipotencia infantil lo que mueve a alquilar vientres? Por la imposibilidad de aceptar los límites para concebir hijos se acepta la explotación de las mujeres vulnerables. Son las esclavas del siglo XXI.

La huella de la madre

Si pensamos en el bebé, desde el punto de vista biológico, y según el neonatólogo Nils Bergman, “lo peor que le puede pasar a un recién nacido es que le separen de su madre”. Lo que se vive durante el embarazo, en el parto y en los primeros días, tras el alumbramiento deja una huella importante en su vida psíquica porque los bebés reconocen sensorialmente a su madre: su olor y su sabor son importantes para ellos. El recién nacido no está diferenciado de su madre. Ella es su continente. Separar al niño de la madre sin que haya una razón médica de peso es ejercer de algún modo una violencia sobre él.

Una sociedad que reduce la formación de la personalidad a las variables cromosómicas y considera que un hijo es propio fundamentalmente por la carga genética que lleva consigo está negando los aspectos psíquicos de ese vínculo. Estos aspectos se resumen en una subjetividad construida por deseos y afectada por intercambios emocionales que se realizan, en primer lugar, con la madre, y luego, con el padre, ya sean estos los padres biológicos o aquellos que han adoptado un papel materno y paterno.

En el ser humano la interrelación entre lo psíquico y lo somático se produce desde los primeros meses del embarazo. El feto siente sin discriminarse aún de la madre. El psicoanalista John Bowlby, en su libro La separación afectiva, afirma que la separación de la madre en los primeros momentos tiene una importancia decisiva en los modelos de apegos afectivos que vendrán. Los estados de aflicción, de ansiedad y depresión pueden tener sus cimientos en estas experiencias infantiles. La ansiedad de la separación es el estado psíquico más dañino para un bebé.

La gestación subrogada

  • En España está prohibida. Los vientres que se alquilan, pues, son de mujeres de países como Rumanía, India y Ucrania en cuyos países sí está permitida. Las gestantes suelen ser pobres.

  • Ciudadanos es el primer partido político que se ha manifestado claramente a favor de la regulación de la gestación subrogada y presentó hace un año una proposición de ley sobre este tema. El PP informó hace dos meses de que pondría en marcha un foro de debate interno y el PSOE se posiciona en contra. Por su parte, Podemos se manifiesta claramente en contra, al igual que Izquierda Unida.

Algunas corrientes feministas afirman que la gestación subrogada constituye una manifestación de las formas de sometimiento hacia la mujer, en este caso apropiándose de su cuerpo, al alquilar su capacidad de gestación. En la web No somos vasijas se pueden leer 10 razones por las que están en contra de la regularización de esta práctica. Por el contrario, el colectivo LGTBI es partidario de la regulación, y colocan el énfasis en la necesidad de respetar el derecho a la maternidad de quienes no pueden gestar. Incluso apoyan el intercambio económico que implica.

Resulta difícil pensar que una mujer pobre, que alquila su útero, lo haga libremente. Cabe preguntarse, de otro lado, si el deseo de tener un hijo implica el derecho a tenerlo, incluso a este precio. ¿Y el derecho del niño? Desde el punto de vista psicoanalítico, aquellos que no aceptan los límites que como todo ser humano tiene, tanto en su cuerpo como en su psiquismo, intentan saltárselos, gracias a la tecnología y a la ciencia médica actual. Por ejemplo, un hombre que por esta condición no tiene vientre para gestar, puede hacerse la ilusión de tenerlo y salvar esta limitación “natural”, pagar para que le gesten un hijo y sentirse realizado en su narcisismo en la medida de no haber necesitado una mujer para ser padre.

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