Vivimos inmersos en la cultura de la inmediatez. Son muy pocos los que pueden imaginar su vida esperando toda una semana para ver el siguiente capítulo de una serie cuando pueden devorarla completa de una sentada una tarde de domingo. Pocos son los que leen artículos completos cuando se puede saltar de uno a otro cogiendo la idea principal de cada uno.
La cantidad de estímulos ha aumentado exponencialmente y los queremos todos y todos ya. El cortoplacismo se ha impuesto y ha traído con él la incapacidad para esperar y una muy baja tolerancia a la frustración.
No todo lo nuevo es necesariamente nuevo por lo que si vamos a incorporar una novedad a nuestra vida no está de más analizar antes sus ventajas ya que nuestras vidas y rutinas se basan en premisas mucho más sencillas de lo que creemos. Por eso, tenemos que aprender a darnos tiempo a nosotros mismos y dejar de buscar resultados inmediatos. Esto nos ayudará a mejorar la conexión con nosotros mismos y a cultivar la paciencia y la constancia.
Un buen truco es descomponer un reto a largo plazo en pequeños retos más próximos en el tiempo, así irás poco a poco entrenando tu paciencia y dejarás de vivir la espera como un tormento.
Otro buen entrenamiento es dejar eso que tienes que comprar ahora mismo porque lo necesitas sí o sí en el carrito de la compra hasta mañana cuando verás con mucha más claridad si es verdad eso de que lo necesitas urgentemente.
La cultura de la inmediatez ha dejado de lado el análisis, la reflexión y el espíritu crítico. Esta cultura es también menos ecológica e invasiva por lo que frente a ella están surgiendo movimientos para contrarrestar sus efectos como la ‘slow’ que apuesta por la adquisición de productos de cercanía cultivados o criados respetando el ciclo vital sin acelerar los procesos, o el derecho a la desconexión digital que permite a los empleados desconectar del trabajo sin tener que dar respuesta a los mails de empresa en el momento en que lo reciben. Así, se trata de centrarse en los resultados dejando de ser esclavos de urgencias artificiales y de necesidades ficticias.
La imperfecta: No culpes a Internet
20 de enero-18 de febrero
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