Miedo al rechazo, a que se enfaden con nosotros, a caer mal, a que nos dejen de lado, a que opinen mal de lo que hacemos o decimos...

Vayamos por partes:

1. No tenemos control (nunca) sobre lo que piensan los demás de nosotros.

Puedes creer que poniendo buena cara, diciendo sí a todo, no enfadándote nunca o dando a los demás lo que quieren nunca se enfadarán contigo, caerás bien a todos y nadie hablará mal de ti, pero te equivocas por completo.

No depende ti como te ven los demás, depende de quién te mira.

Si una persona es susceptible, da igual lo que digas o cómo te comportes, tarde o temprano se ofenderá por algo.

Si una persona es criticona, da igual lo que digas o como te comportes, tarde o temprano criticará algo de ti.

Si una persona es intolerante, da igual lo que digas o cómo te comportes, tarde o temprano tendrá algún problema contigo.

2. Nuestros pensamientos, nuestras acciones, las cosas que decimos en algún momento molestarán a alguien, defraudarán a alguien o cabrearán a alguien porque los demás tienen sus opiniones, sus miedos, sus valores, sus preferencias y su personalidad e, inevitablemente, chocarán con nuestras opiniones, nuestros miedos, nuestras preferencias o nuestra personalidad.

Quieras o no quieras, te guste o no te guste, intentes controlarlo o no, vas a tener conflictos con las personas muy a menudo a lo largo de la vida. A veces, serán conflictos habituales y sin importancia y, otras veces, serán conflictos insalvables.

Lo único que puedes hacer es asumirlo como parte natural de la convivencia.

3. El conflicto es inevitable porque eres un 50% de la desavenencia, pero cómo sentirte y cómo resolverlo sí depende de ti al 100%.

Puedes preguntar a la otra persona si se ha ofendido o enfadado por algo que has dicho o hecho.

Puedes aprovechar el conflicto para establecer tus límites con los demás o para conocer los límites que tienen los otros.

Puedes aprender de lo que ha sucedido para mejorar la relación.

Puedes dar espacio y aceptar que hay personas que se enfadan y necesitan tiempo para asimilar lo sucedido (lo que para ti es una tontería, para otro puede ser algo vital).

Pensar en lo que pensarán los demás para hacer o deshacer no te va a garantizar que tengas paz y harmonía con todo el mundo.

Todos queremos llevarnos bien con las personas, pero llevarte bien con todos tiene un alto precio, dejar de ser tú mismo, ¿estás dispuesto? ¿Merece la pena?

¿Qué es lo peor que te puede pasar?

¿Que se enfaden? ¿Tanto miedo le tienes al conflicto?

¿Que se alejen de ti? ¿Tanto miedo tienes al rechazo?

¿Que te critiquen? ¿Tanto miedo tienes a lo que opinen de ti?

Es normal que nos importe lo que opinen las personas que queremos, es normal que no queramos que se enfaden, pero una cosa es que nos condicione y otra muy distinta que nos limite la vida.

Si le das tanta importancia a los que piensa el resto, ¿sabes qué te dices a ti mismo? Que tu opinión no vale, que tus necesidades no son significativas, que lo que tú quieres no es lo importante, ¿es así como quieres vivir? ¿Bajo el yugo del qué dirán?

Lo que opinen los demás está demás, porque no son ellos los que van a vivir tu vida, así que pregúntate quién la dirige, tú o ellos.