La depresión detrás de la sonrisa

La depresión sonriente es un término cada vez más conocido, aunque muchos se preguntan si existe de verdad. Y es que aunque es un término que no utilizamos los psicólogos y tampoco está incluido en ningún manual diagnóstico, sí que suele utilizarse para referirse a aquellas personas que, día a día, se esfuerzan por seguir adelante y mostrar una “buena cara”, a pesar del bajo estado de ánimo que experimentan, además de la pérdida de interés por aquello que en un momento les hizo ilusión.

Ya no disfrutan paseando o leyendo un libro, tampoco compartiendo su tiempo con los demás. Estas personas viven la depresión por dentro en todos los sentidos, aunque se fuerzan en mostrar otra realidad.

Cada día es un reto complicado para ellas, se despiertan desganadas, casi sin fuerzas y perdidas en un laberinto de pensamientos que giran hacia el sinsentido de la vida. Y aún así, se visten con el traje de falsa felicidad y maquillan su rostro de sonrisas y gestos alegres. De ahí, que sea tan difícil identificarlas.

La mayoría de las personas de su alrededor no sospechan el estado de infelicidad en el que se encuentran. Es como si les fuera imposible imaginárselo porque quienes padecen este tipo de depresión proyectan una vida aparentemente normal, sin razones para estar tristes.

La impostura de la sonrisa desgasta, poco a poco, a las personas que la padecen. Actuar constantemente negándose a sí mismas, mostrando aquello que no sienten repercute de forma negativa en su estado de ánimo.

La hipersomnia o una profunda necesidad de dormir es uno de los síntomas más característicos de la depresión detrás de la sonrisa, al igual que la hipersensibilidad. Esta última se experimenta tanto ante eventos negativos como positivos. Por lo que así como interpretan rechazo ante un gesto ambiguo de otra persona, también son capaces de mostrar relativa alegría cuando sucede algo positivo.

El aumento del apetito también caracteriza a este tipo de depresión junto a un cansancio extremo y episodios de ansiedad. De hecho, la depresión detrás de la sonrisa suele asociarse a personas con tendencia a rumiar, anticipar fracasos y experimentar dificultades para superar situaciones humillantes o vergonzosas.

Así, aunque quienes padecen este tipo de depresión sonríen cuando se encuentran con otra personas, hacen bromas e incluso pueden percibirse como personas seguras de sí mismas, su realidad interior es otra muy distinta. En ella, reinan las sombras de la inutilidad y el malestar y, en ocasiones, estas pueden llegar a pesar tanto que son especialmente vulnerables al suicidio.

La depresión sonriente suele experimentarse en silencio. Hay quienes desean ocultar su malestar para no desvelar su vulnerabilidad, mientras que otros lo hacen porque, a menudo, reciben una respuesta de incomprensión por parte de los demás si explican cómo se sienten. ¿Cómo es posible que estés deprimido si lo tienes todo?

Quizás lo que para muchos es todo, para esa persona es nada o simplemente algo, pero no es necesario para sentirse bien. De hecho, aunque el trabajo, la familia o la pareja se asocien a lo más importante para ser feliz, casi siempre olvidamos una de las piezas fundamentales del puzzle: el bienestar interior, el cual no depende de causas externas.

Por esta razón, aunque las personas de alrededor se preocupen por cómo se encuentra la otra persona e incluso manifiesten su incomprensión con la intención de ayudar a quien padece depresión, no suele tener efecto. La realidad de la persona es mucho más profunda que aquello que puede percibirse a simple vista.

Es conveniente saber que la persona con depresión no desea tenerla, de hecho todo lo contrario: desearía deshacerse de ella lo más pronto posible. Lo cierto es que no es tan fácil, ya que la depresión detrás de la sonrisa suele estar determinada por diversas causas (genéticas, culturales, relacionales y aquellas relacionadas con la experiencia y la personalidad).

Por ello, es importante realizar terapia psicológica. Dejar pasar el tiempo es contraproducente, ya que el malestar aumentará y afectará cada vez más a todas las esferas de la persona. Por lo tanto, identificar que se necesita ayuda y pedirla es el punto de partida porque como dijo Confucio: “Nuestra mayor gloria no está en no caer nunca, sino en levantarnos cada vez que caemos”.

Por Gema Sánchez Cuevas, psicóloga y doctoranda en la Universidad de Salamanca.