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Vivimos, en el empleo, una tormenta perfecta: la suma de los efectos de la pandemia, la digitalización acelerada, la irrupción de la inteligencia artificial y la deuda en sostenibilidad con el planeta nos aboca a una revolución total del mercado de trabajo. La situación exige el máximo en todos los frentes, porque jamás nos hemos enfrentado a un encadenamiento tal de recesiones y disrupciones. Somos el país con más paro del continente, con una tasa del 16,4%, el doble que en la zona euro. El desempleo y el empleo precario amenazan en todos los rangos de edad, aunque hay grupos especialmente afectados. La llamada generación postcrisis, los nacidos entre 1985 y 1995, son los que más sufren: España tiene el paro juvenil más alto de la Eurozona (40,9%). Según datos de Eurostat, de 2007 a 2020 el desempleo en los menores de 25 años ha crecido 10 puntos, frente a las seis décimas escasas que ha aumentado entre los mayores de 40 años.
Y las mujeres también abundan en la cola del paro: 2,2 millones al final de 2020, frente a 1,6 millones de hombres, lo que supone una brecha de género del 14,46%. La razón hay que buscarla en el parón en sectores como el turismo, la hostelería o el comercio, donde ellas ocupan buena parte de los empleos. Y eso que no se contabiliza a los trabajadores que se encuentran en un ERTE. Está claro que no se puede edulcorar la situación, pero tampoco conviene instalarse en la desesperanza.
Manuel Alejandro Hidalgo, economista, secretario general de Economía de la Junta de Andalucía y autor del libro El empleo del futuro. Un análisis del impacto de las nuevas tecnologías en el mercado laboral (Deusto), observa el panorama desde un optimismo razonable. Su tesis alberga una muy necesaria dosis de apertura hacia el cambio, imprescindible para adaptarse a las nuevas condiciones del mercado: aunque la desigualdad es un coste del cambio tecnológico, no es cierto que la automatización conlleve una pérdida de empleo, sino más bien lo contrario. “Los trabajadores van a tener que habituarse a cambiar y a reciclarse varias veces a lo largo de su vida laboral. Las tecnologías cambian muy rápidamente y los empleados tendrán que aprender a utilizarlas para mejorar los procesos de producción o buscar nichos de trabajo en los que las máquinas no sean determinantes. De hecho, va a ser fundamental que empresas y administraciones desarrollen programas de formación para toda la vida, para aprovechar todo el potencial de aprendizaje de sus trabajadores”. La tendencia, más que anunciarse, es ya una realidad imparable.
Según el Foro Económico Mundial, se ha quintuplicado el número de empresas que ofrecen oportunidades de aprendizaje digital a sus trabajadores y multiplicado por nueve la matriculación de alumnos a programas gubernamentales online. Su último informe sobre el futuro del trabajo estima que en 2025 habremos perdido 85 millones de puestos en todo el mundo debido a la robotización, pero como contrapartida emergerán 97 millones de nuevas posiciones, adaptadas a un entorno en el que el trabajo se lo dividen humanos, máquinas y algoritmos. Y un 44% de la fuerza de trabajo operará en remoto, desde casa.
“En estos meses, la digitalización ha avanzado como si hubieran pasado varios años”, analiza Francisco Abad, fundador de Empresa y Sociedad. “Lo que observamos con el cambio tecnológico y el teletrabajo es un entrelazamiento entre el trabajo y la vida –explica Manuel Alejandro Hidalgo–. Ya no existe separación de espacios ni horarios”. Lo hemos comprobado desde el minuto cero de la pandemia. Y para 2030, al margen de la incertidumbre económica, hasta el 33% de los empleados estará en esa situación.
“Las competencias que se están poniendo en juego tienen que ver con la serenidad y la acción inteligente. Serenidad para mantener la calma en entornos complejos y ambiguos. Y acción inteligente porque, una vez superado el shock, es imprescindible pasar a la acción dando pasos certeros”, señala Álvaro Merino, experto en gestión del talento. “El empleo que quedará en manos de las personas va a requerir competencias muy humanas –confirma Hidalgo–. Serán puestos de trabajo con mucho valor añadido en términos relacionales o del ámbito de los cuidados. Paradójicamente, el desarrollo tecnológico no nos conduce a la desconexión, sino a un mayor contacto”.
Si acudimos a los informes que apuntan a los empleos del futuro, encontramos efectivamente un perfil más centrado en lo relacional que en lo tecnológico. Según McKinsey Global Institute, Europa espera crear hasta 6,7 millones de empleos en salud, educación y trabajo social hasta 2030. En el sector científico-tecnológico, el mismo informe estima que se podrían generar hasta cuatro millones de empleos. Eso sí: las profesiones más demandadas siguen precisando una formación innovadora. El Foro de Davos señala que las más buscadas en 2021 serán analista de datos y especialistas en Inteligencia Artificial y machine learning, big data, marketing digital y automatización de procesos.
“Las empresas demandan trabajadores con competencias extraordinariamente humanas, como capacidad de cooperación y coordinación, responsabilidad, liderazgo, sensibilidad en el ámbito de los cuidados... –abunda Hidalgo–. Y los perfiles que triunfan en empresas como Google no son solo los tecnológicos, sino que proceden de la lingüística, la filosofía o el arte”.
Francisco Abad, apunta que el empleado “ deberá asumir aptitudes como la flexibilidad, la inclinación colaborativa y trabajar en equipo”. Son las soft skills: inteligencia emocional, capacidad para comunicar, asertividad... Además, irrumpe un nuevo set de habilidades, que diferencian el pensamiento creativo. El Foro Económico Mundial las resume en tres: pensamiento crítico, capacidad de análisis y resolución de problemas. La consultora McKinsey añade otra: procesamiento de información compleja. Hidalgo lo resume: “Los empleos rutinarios tienen los días contados”.
“Una de nuestras singularidades es la formación de empleados, estratégica para abordar la innovación en servicios y productos. Además, quienes se incorporan reciben formación específica (214.000 horas en 2019)”, explica Regaliza. “Los perfiles que más cuesta encontrar son oficios que se aprenden con la práctica: pescaderos, carniceros... Por eso formamos a los candidatos en nuestras escuelas de formación de alimentación”. El Corte Inglés emplea desde diseñadores de moda, hasta arquitectos, analistas de big data, fruteros o electricistas. “Buscamos personas capaces de trabajar en equipo, flexibles, que se adapten a situaciones cambiantes y, sobre todo, que tengan ganas de aprender permanentemente. Ningún puesto permanecerá igual en unos años. Por ejemplo, los vendedores han incorporado nuevas herramientas tecnológicas para interrelación online y soporte a la venta web”.
“Apostamos más que nunca por el talento joven, al que apoyamos con becas, posiciones junior y programa de talento. Y también apostamos por la construcción de carreras internas entre las cuatro divisiones y 36 marcas que tenemos”, explica Vidal. Ahora, la compañía está centrada en la digitalización de equipos y apunta a una tendencia: perfiles de expertise digital y e-commerce. “Incorporamos perfiles más por lo que son capaces de hacer, por su personalidad y sus características integradoras o emprendedoras, que por lo que han estudiado. Tenemos biólogos en recursos humanos e ingenieros en marketing. Y aspiramos a que desarrollen su vida laboral dentro del grupo”.
El sector bancario está en proceso de adopción de las estrategias de las plataformas digitales, reto que Villalonga califica de “apasionante”. “Seguimos necesitando los skills técnicos habituales del sector –finanzas, negocio bancario, legal–, complementados con un fuerte componente tecnológico y digital. Además de perfiles técnicos, como software developers, cloud architects, data scientist, expertos en ciberseguridad... estamos incorporando y desarrollando perfiles expertos en experiencia de usuario y expertos funcionales con la habilidad de “traducir” a los tecnólogos las necesidades de los negocios”. Y apunta cuatro habilidades imprescindibles: “Capacidad de adaptación a cambios constantes y cada vez más rápidos; capacidad analítica para tomar decisiones inteligentes basadas en datos; colaboración y trabajo en equipo para desarrollar proyectos; y creatividad para destacar frente a la competencia y entender que las soluciones de ayer no resolverán los problemas de mañana”.
“Los mayores retos en la contratación se centran en perfiles comerciales con alto componente tecnológico: especialistas en ciberseguridad, inteligencia artificial, analistas de datos, arquitectos tecnológicos... Tanto los perfiles de venta como los de ingeniería preventa y postventa requieren un doble perfil técnico y comercial, complejo de encontrar”, explica Rodríguez Linde. “Las habilidades comerciales exigen un cuidadoso análisis en el proceso de selección para encontrar capacidad de escucha, dotes de comunicación, paciencia o actitud positiva”. Además, las nuevas metodologías de trabajo requieren “pensamiento analítico, creatividad, resolución de problemas complejos, aprendizaje activo, orientación a objetivos, coordinación y gestión del tiempo”.