El placer de no complacer: por qué intentar agradar siempre a los demás se ha convertido en una carga vital de la que tienes de deshacerte

Dejar de agradar a los demás se ha convertido en una inspiración vital. Analizamos por qué, por fin, anteponemos nuestro propio bienestar a la validación. Y por qué a las mujeres no se les perdona hacerlo.

La importancia de decir no y aprender a querernos. / D.R.

Marita Alonso
Marita Alonso

Somos conscientes de que este comienzo va a sonar a autoayuda de café con leche, pero para hablar de por qué cada vez son más quienes se liberan del yugo de querer agradar a todo el mundo , hemos de señalar la importancia de decir no y de aprender a querernos . «Hay que abrirle campo a un nuevo auto: el autorrespeto, la ética personal que separa lo negociable de lo no negociable, el punto de no retorno. Detrás del ego que acapara, está el yo que vive y ama, pero también está el yo aporreado, el yo que exige respeto, el yo que no quiere doblegarse, el yo humano: el yo digno.

Comienza a decir que NO y a ser más asertivo», asegura el escritor y psicólogo Walter Riso en El derecho a decir no (Planeta/Zenith). Sería ingenuo fingir no saber que quien se atreve a decirlo termina por caer mal en una sociedad adicta a las alabanzas y que el que antepone constantemente sus deseos e intereses a los de los demás se transforma en el antagonista que, contra todo pronóstico, se vuelve irresistible... Al menos en la ficción, claro. Por eso hubo un momento en el que, para gestar un éxito televisivo, había que situar en el epicentro de la trama a un antihéroe, como ocurría en Los Soprano y Mad Men.

Escena serie Succession

Cuando la fórmula perdió fuerza, los guionistas subieron la apuesta e hicieron que todos los personajes de las tramas fueran desagradables, como ocurre con Succession. ¿La trampa? Aunque los Roy son absolutamente despreciables, la más odiada por la audiencia es Siobhan, la única hermana. Ya sabes por qué, ¿verdad? Sí: porque es mujer. En el artículo No he venido a hacer amigos, la escritora norteamericana Roxane Gay habla del tema. «Lo que apenas se dice sobre las mujeres desagradables en ficción es que no están fingiendo, que no quieren o no pueden fingir ser alguien que no son. No tienen la energía ni el deseo de serlo... Las mujeres desagradables se niegan a caer en esa tentación.

En vez de eso, son ellas mismas. Aceptan las consecuencias de sus elecciones». El problema es que TikTok anuncia que nos hallamos en «la era de las villanas» ante el boom de mujeres que anteponen sus necesidades, deseos y opiniones a los de los demás, es decir, que cuidan su salud mental. Por ello, el uso del término «villana», repleto de connotaciones negativas de las carece la glorificada figura del «chico malo» que hace lo que le place, demuestra la forma en la que la sociedad trata a las mujeres.

Libro atrévete a gustar

El auge de las villanas, que en realidad son mujeres que han decidido dejar de esforzarse por agradar a los demás en aras del bienestar propio, supone batallar contra la sociotropía, un tipo de personalidad que vuelca todos sus esfuerzos en los demás con el fin de obtener aprobación, ser aceptado y querido. Una villana sería el personaje de Villanelle, la despiadada psicópata de Killing Eve, pero lo que en realidad ahora se lleva no es (¿acaso vivimos en Gotham?) cometer crímenes, sino dejar de obsesionarse por complacer.

Eso es lo que hace la protagonista de Red, la película de Pixar en la que una adolescente obsesionada con agradar a su madre decide encontrar su propia voz y atreverse a alzarla. ¿Por qué, en lugar de celebrar esta liberación, hablamos de mujeres complicadas? «Cuando una mujer no se esfuerza por agradar, se convierte en un problema», escribe Roxane Gay en Mala feminista (Capitán Swing). La autora lanzó después el conjunto de relatos Mujeres difíciles (Alianza Editorial), un término que empleó de forma deliberada para que el lector se diera cuenta de que, en realidad, son quienes las rodean los que son difíciles.

Libro mujeres difíciles.

El fin de la obsesión por gustar a todos se debe a que por fin nos hemos dado cuenta de lo importante que es el amor propio (lo sentimos por haber vuelto a dar cierto tono de autoayuda al texto), una idea que condensa una icónica frase que dice el personaje de Samantha Jones en Sexo en Nueva York: «Te quiero, pero me quiero más a mí». Quizás ha llegado el momento de dejar de hablar de villanas para hablar de superheroínas, porque lo que diferencia a unas de las otras es la presencia o la ausencia de asertividad, que consiste en expresar y defender la opinión propia respetando siempre las opiniones de los demás.

Además, si la era del empoderamiento femenino en teoría se caracteriza porque podemos ser lo que queramos, ¿no tenemos también derecho a no ser perfectas? Al fin y al cabo, como dijo Lionel Shriver, autora de Tenemos que hablar de Kevin (donde su protagonista acaba confesando lo que la sociedad es incapaz de perdonar a una madre: desear no haber dado a luz), «la bondad absoluta no solo es aburrida, sino increíblemente insoportable».

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