Que un cierto uso indiscriminado y negativo de las redes sociales puede afectar negativamente a nuestra autoestima es algo de lo que ya hemos hablado en otras ocasiones. Esa tendencia a mostrar sólo lo bueno de nuestras vidas, nuestra mejor cara, nuestra mejor ropa, nuestra actividad más glamourosa... puede hacer que los demás minusvaloren su propia vida intentando parecerser a la de sus influencers favoritas. Pero existen otros aspectos de las redes sociales que también pueden influirnos negativamente, sobre todo en el caso de adolescentes. Se trata de los filtros que podemos encontrar en aplicaciones como Instagram, TikTok o Snapchat y que cambian nuestro rostro para hacerlo más atractivo. Los filtros y aplicaciones que modifican el físico empujan a querer conseguir un perfil de belleza tan irreal como inalcanzable lo que puede afectar negativamente a la autoestima de los usuarios, especialmente a los adolescentes, que configuran su autoimagen con el feedback que reciben de sus publicaciones.

Algunos psicólogos y cirujanos plásticos han acuñado en los últimos años el término dismorfia de Snapchat para hacer referencia a las personas que quieren operarse para parecerse a su propia imagen retocada con los filtros de algunas aplicaciones. Por lo general, se diagnostican con este trastorno a aquellas personas preocupadas por algún defecto leve o inexistente de su físico hasta el punto de pensar en él durante más de una hora al día. Este término está relacionado con una afección de salud mental llamada Trastorno Dismórfico Corporal (TDC) que provoca que se haga una sobrevaloración de un defecto físico percibido por la persona generando un alto grado de ansiedad. El término dismorfia de Snapchat, por lo tanto, haría referencia a que la fuente de origen de este malestar, de este trastorno, que puede venir del uso de determinadas redes sociales.

Este trastorno está llevando a muchos jóvenes a querer pasar por el quirófano, aumentando el número de personas que acuden a especialistas para intentar parecerse a ese yo idealizado de las redes sociales. Tanto es así que la Asociación Española de Cirugía Estética Plástica (AECEP) dedicó una mesa al tema en su convención celebrada en 2019 en Madrid: «los adolescentes tienen la posibilidad de dar una imagen de lo que a ellos les gustaría ser y de cómo les gustaría ser y, en ocasiones, quieren que su identidad real se asemeje cada vez más a su identidad digital», explicaba la doctora Marisa Manzano en la conferencia. Con la llegada de las redes sociales, los ideales de belleza han pasado de ser inalcanzables (una modelo, una actriz...) a muy cercanos (tú mismo con un filtro), por lo que los niveles de malestar referidos al cuerpo van en aumento.

Según los datos, la dismorfia de Snapchat es uno de los principales responsables de que en los últimos años haya aumentado en un 24% el número de pacientes de entre 18 y 24 años que recurren a la medicina estética. De hecho, Inglaterra ha prohibido los tratamientos con bótox y ácido hialurónico en los menores de 18 años, en respuesta al aumento de intervenciones registradas el último año. Las personas que sufren este tipo de dismorfia no sienten ese malestar ante el supuesto defecto que les obsesiona, sino que es su propia sobreevaluación lo que se la está provocando. Por tanto, las operaciones estéticas no son la solución, ya que si no se trabaja sobre la autoestima del paciente, las conductas negativas volverán.