Siento vergüenza al confesar lo que pagué hace unos días por una crema de ojos cuando mi máximo tratamiento de piel consiste en hidratantes de 15 euros. Y lo peor, o lo mejor, es que lo hice por Don. Un chico de unos ojos verdes impresionantes que nos abordó a mi amiga Elke y a mí a las puertas de una tienda de cosméticos en la Costa Azul.
Como Elke pasó olímpicamente de él, Don me dedicó todo su interés, comenzando por mi estado civil: ¿casada o feliz? Él se declaró feliz y, por supuesto, quiso casarse inmediatamente conmigo aunque tuvimos que abortar los planes de boda a los cinco minutos porque él era judío y debía casarse con una chica judía, y no es mi caso aunque el apellido lo sea (me lo quedé de mi exmarido).
Os podéis imaginar que me encontró bellísima, fascinante y sintió profundamente que no pudiéramos viajar juntos para poder conocer su pueblo en Israel. Después de 30 minutos de charla sobre mi belleza y nuestra frustrada boda, pude resistirme a las tres cremas que quería venderme, más que nada porque no soy rica, pero me llevé una para no romper su corazón.
Está claro que Elke es inmune a unos ojos verdes impresionantes, pero, a la vuelta de nuestro fin de semana, di por supuesto que el resto de mis amigas había perdido alguna vez la cabeza delante de una belleza como Don. Y resulta que no, y esto me tiene preocupada, aún más cuando recuerdo lo que pagué por aquella crema.
Cierto que Lola dice ser tan débil que se lo compra todo sin necesidad de que le pongan a un chico guapo de reclamo. Y Ana me cuenta de una tienda en Madrid a la que ella iba solo para admirar a los dependientes, pero tan cara que no le daba ni para unos calcetines. Y Casilda no ha sucumbido ante ningún vendedor, pero está tan fascinada con el entrenador de balonmano de su hijo que ahora quiere ser ayudante de entrenador y no tiene ni idea de balonmano.
No sé si es para justificarme, pero yo quería creer que mujeres y hombres somos muy parecidos en esto, que nosotras podemos hacer una compra idiota con la misma facilidad que les suponemos a ellos delante de una chica guapa. ¿Y no? ¿Será porque mis amigas no han conocido a Don? ¿Porque son muy sensatas? ¿Porque a nosotras, bueno, a ellas, sólo les interesa su interior? ¿O será, más bien, porque a nosotras nos gustan tanto las compras que no necesitamos ningún hombre que nos distraiga cuando vamos de tiendas? ¿Y ellos quieren precisamente una distracción para no aburrirse tanto? No tengo explicaciones. Tampoco tengo efecto alguno en mis ojos, pero sí acabo de ver el extracto de mi tarjeta Visa. ¡Díos mío! Y todo por Don.
20 de enero-18 de febrero
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¿Qué me deparan los astros?