Pepe es la última víctima de mi amiga Lola. El destinatario de esa respuesta letal, "No te molestes, Pepe", cuando le dijo a Lola que otro día le pediría el teléfono para invitarla a cenar. Ni una oportunidad, ni un intento de disimulo de su cruel desinterés, Lola es así de directa. Toda la conversación amistosa que quieras se la dio, pero absolutamente nada más. Pasó en una cena navideña que organizó Sofía en su casa con amigos variopintos, como Pepe.
Cierto que Pepe es muy feo, que lleva el pelo teñido de un castaño rojizo espantoso, que es unos 20 años mayor que Lola y que es un poco raro, pero también que Pepe es muy rico, lo que pone en duda esa suposición de la atracción irresistible de los millonarios sobre las mujeres. O muestra que, además de millones, conviene tener al menos una cualidad más, aunque sea un buen peluquero y el pelo bien teñido.
Mi conversación amistosa de esa noche fue con Luis, igualmente feo y raro, sin problemas de tinte porque es calvo, y un poco menos millonario que Pepe, pero rico. Dedicó la noche a lloriquearme por el abandono de su novia, a contarme toda su historia y a pedirme mi valoración como mujer. Que la olvide, le dije, tras contarme todas las perrerías cometidas por su amada, consejo que, por supuesto, no sirvió de mucho porque lo que de verdad quería era ir a buscarla esa misma noche. Y casarse con ella, lo que fuera, con tal de volver a verla. Lo que demuestra lo poco que sirven los consejos en algo tan irracional como la atracción o el amor.
Tan irracional que, después de la sesión de lloriqueo, Luis decidió conquistarme a mí, ¿lo que demuestra que es peligroso escuchar las confidencias sobre males de amor al menos si son de alguien como Luis? Tuve que huir a la otra punta del salón de Sofía, que afortunadamente es enorme, y quedarme parapetada allí el resto de la noche, con cualquiera que estuviera, para evitar a Luis.
¿Lo que demuestra que ellos reciben los mismos palos que nosotras y lloran exactamente igual? ¿O que los feos tienen menos oportunidades por muy ricos que sean? Está claro que estos dos ricos feos, sí, al menos con nosotras, pero no por feos. Lola y yo presumimos de exfeos de los que estuvimos muy enamoradas. Simplemente, son las caprichosas reglas de la atracción, o la ausencia de reglas.
Esa noche, Pepe y Luis fueron nuestras víctimas, otra noche lo seremos nosotras, y lo que a mí me gustaría es tener entonces el mismo encaje que Pepe y Luis, esa sonrisa confiada con la que se despidieron tras nuestro desprecio. A los optimistas como ellos les irá bien, por muy feos que sean.
20 de enero-18 de febrero
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¿Qué me deparan los astros?