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El amor no está ciego... está geolocalizado

En estos tiempos en que nadie tiene tiempo, la búsqueda de pareja (o de sexo) se guía por criterios pragmáticos. ¿Vas a ir a buscarlos al fin del mundo? Mejor acotar el terreno con un margen de error de 50 metros.

El móvil es ahora una herramienta de búsqueda del amor esencial / Fotolia

Silvia Torres Madrid

El amor es ciego". La sentencia, piedra angular de todo un siglo de novela romántica, se tambalea. Seguramente Cupido, ese bebé con los ojos vendados que disparaba flechas sin orden ni concierto, jamás imaginó que llegaría el día en que un algoritmo iba a intervenir en su ciega misión con la firme intención de minimizar errores y convertirla en una ciencia exacta. O casi.

"Busco EL AMOR, con mayúsculas Absténganse de contactarme quienes no vivan en Malasaña o no hayan visto True Detective". "Me gustaría emparejarme con una chica dulce, que sepa patinar, le guste la montaña y tenga una profesión liberal". "Chica normal quiere conocer gente para salir, que tenga fibra óptica en casa y sea fan de los videojuegos". Se ve que la tendencia en el amor es pragmática: hay que economizar tiempo y energía, optimizar la búsqueda y evitar desplazamientos geográficos... El amor que pase todos esos filtros tiene que ser el definitivo. Y si no lo es, siempre nos quedará el consuelo de que el error lo ha cometido un programa informático que podemos resetear para iniciar una nueva búsqueda.

Vender en un perfil la mejor versión de uno mismo puede ser una piedra en el camino.

Y es que, al parecer, la sorpresa en el amor no es un valor en alza. El trabajo para conseguir que el otro se fije en ti, se considera ahora una tortura indigna. Además, si la tecnología puede allanar el camino, ¿para qué perder tiempo ideando métodos sutiles para acercarse a una persona en el mundo real? Ahora mismo, los bares se han convertido en sitios para ver fútbol, charlar con los amigos o mirar la pantalla del teléfono en busca del amante perfecto. Alzar la vista, sería incurrir en un comportamiento propio del siglo XX.

Geolocalízame mucho

La geolocalización es más simple de lo que parece. Es una tecnología creada por la NASA, la agencia espacial norteamericana, capaz de obtener la ubicación real de un sujeto (el margen de error puede ser de unos 50 metros). En este caso, se trata de conocer el paradero exacto de parejas potenciales. Por ejemplo, si has decidido que no quieres conocer a nadie que esté a más de 10 km de tu casa, puedes configurar Tinder, Hapnn o cualquier otra aplicación para que solo muestre a candidatos que estén al alcance de tu mano.

Mario G. (35 años) es un experto usuario de Grindr, una app de búsqueda de pareja destinada al público gay que fue la primera en incorporar la geolocalización para añadir coordenadas a un potencial amante. "Lo mejor es acotar el terreno asegura". En invierno me arreglo con los amores urbanitas, pero en verano, cuando me apetece sol y playa, organizo excursiones a la costa los fines de semana y "geolocalizo" el terreno para buscar candidatos". ¿Y con esa metodología vas a encontrar pareja estable?, le pregunto. Mario se encoge de hombros: "¿Quién sabe? Los caminos de Grindr son insondables".

Los misterios de la compatibilidad

Realmente no son tan insondables. La cercanía geográfica no es el único criterio que se puede afinar para encontrar pareja. También hay cuestionarios de compatibilidad y expertos en celestinaje digital que se hacen llamar matchmakers (fabricantes de parejas), porque su trabajo consiste en encontrar a un roto para un descosido. Muchos han estudiado Psicología o alguna rama de las neurociencias.

Uno de los algoritmos de compatibilidad más famosos de internet fue creado por la antropóloga Helen Fisher, estudiosa de la conducta sexual humana, conferencista TED e investigadora de la Universidad de Rutgers (New Jersey, EE.UU.). Su modelo de apareamiento, llamado Chemistry, fue contratado por varios portales de contactos y describe cuatro perfiles de personalidad, según la presencia de uno de estos compuestos en el cerebro. "Exploradores", con abundante dopamina, el neurotransmisor que se relaciona con el placer y las adicciones; "Constructores", con mucha serotonina, la hormona de la felicidad; "Directores", con exceso de testosterona, la hormona masculina; y "Negociadores", ricos en estrógeno, la hormona femenina. Ella hizo el test y se buscó un "Explorador" como pareja.

Los perfiles se definen con un test que debe contestarse con total sinceridad. Pero eso en internet es una "utopía", porque cada uno vende la mejor versión de sí mismo, a veces demasiado alejada de la realidad. Así que los matchmakers tienen que admitir que las mentiras son una piedra en el camino. Pero hay otros recursos: contactar solo con personas que compartan tu pasión. Da igual que sean videojuegos, mascotas o deportes de riesgo, el mercado se especializa hasta el infinito para que la probabilidad de equivocación sea mínima. Ahí tenemos Geekmemore, para los pirados de Star Wars. Y cuando decimos pirados es literal, no es para personas que hayan disfrutado moderadamente de la saga, sino para entregados, coleccionistas y frikis.

Encontrar una pasión común reduce riesgos, desde Star Wars a las mascotas.

También está Boeuf-Lovers para los carnívoros y amantes de los chuletones gigantes; Booxup, para los locos por la magdalena de Proust y la literatura de Sthendal; y Tindog, una especie de Tinder para perros (y sus dueños), donde las mascotas también tienen que encajar. En París han dado una vuelta de tuerca más y han creado Animoflirt, para solteros con mascotas que tengan pedigrí.

Amy Webb, experta en datos, conoció en internet su pareja actual. Su sistema fue tan eficaz que lo convirtió en un libro aún no publicado en España. Se llama Data, a love story: How I gamed online dating to meet my match (Datos, una historia de amor: cómo jugué con las citas online para encontrar pareja). ¿Y cómo lo hizo? Estudió el mercado, decidió cómo eran los chicos que le interesaban y se convirtió en una opción irresistible para ellos.

Amy quería un novio judío, como ella, y llevaba tres años peregrinando por portales de citas con tan mala fortuna que los hombres que se interesaban por ella eran justamente del tipo que ella detestaba.Entonces, llegó a la conclusión de que su perfil estaba atrayendo al hombre incorrecto. Amy, CEO de una agencia de estrategia digital, pensó que tendría que sacar ventaja de sus conocimientos sobre los datos. Aparcó el romanticismo y puso en marcha su estrategia. Creó 10 perfiles masculinos, los arquetipos de sus chicos ideales, y los subió a un portal de contactos.

A continuación, se dedicó a interactuar con las mujeres que les pedían una cita. Esos arquetipos se convirtieron en los más populares, a pesar de ser fruto de la imaginación de Amy (o quizás por eso). "Solo quería aprender de la competencia", cuenta en el libro.

Amy observó los hábitos de 96 mujeres y catalogó su comportamiento, el lenguaje que usaban, el tiempo que tardaban en contestar un mensaje... Y descubrió, por ejemplo, que las chicas populares usaban un lenguaje aspiracional, algo así como: "Me gustaría viajar...", o "Mi sueño es ..."; que sus descripciones eran cortas y genéricas, y que mentían sobre algunas características físicas (la altura, por ejemplo); que sus perfiles estaban redactados en un tono informal y espontáneo; que colgaban solo de tres a cinco fotos; que no solían mencionar sus hobbies (especialmente si eran raros); y que casi nunca hablaban de su trabajo (sobre todo si tenían una carrera profesional importante).

Tras analizar estos datos, Webb se construyó un superperfil, que consiguió más de 60 flechazos a la primera. Todos lo que se acercaban podían ser candidatos potenciales, se parecían a lo que ella estaba buscando. Entre ellos, había un chico que a ella le pareció inteligente y divertido, y que hoy es el padre de su hijo.

5 secretos del amante geolocalizado

  • Lleva el teléfono a donde vayas, con todas las opciones de localización activadas.

  • Ten tus perfiles -los de todas las webs y apps que uses- bien corregidos y actualizados. Excluye fotos con más de cinco años (o cinco kilos) menos de los actuales.

  • Vende la mejor versión de ti misma, pero sin exagerar.

  • Huye de las zonas con mala cobertura y lleva siempre enchufes y baterías extras. ¡El amor de tu vida podría estar llamando a tu puerta mientras tienes el teléfono desconectado!

  • Sé clara en la descripción de tus aspiraciones, alergias, hobbies y manías. No te expongas a un mal rato ahora que tienes a la NASA al servicio de tu vida sexual.

Hay más peces en el mar

Los terapeutas de pareja y otros expertos del amor online saben que uno de los grandes problemas de esta nueva manera de buscar pareja es la abundancia (en teoría) de candidatos. "Nos convertimos en consumistas del amor, seres caprichosos que vamos pasando fotos en Tinder como si fueran cromos reconoce André, que utiliza nombre falso porque se niega a reconocerse en público como uno de esos sibaritas del amor que describe. No damos una oportunidad. Tampoco me la dan a mí". André lo ha probado casi todo y es bueno dando definiciones: "Tinder es un supermercado del sexo; OK Cupid, un sitio bilingüe, donde suele haber gente educada; Badoo, el más salvaje".

El próximo experimento de André será más extremo: está "agotado" y se dispone a empezar un régimen estricto de contactos. Una dieta libre de amor y sexo, pero no de apps. Acaba de descubrir ONCE, un nuevo sitio que privilegia la selectividad y un concepto que André quiere explorar: el slow dating (el viejo "tomarse su tiempo", mientras se sale con alguien). ONCE solo le mostrará una candidata al día. Si la descarta, no tendrá otra hasta las 24 horas siguientes. "Al menos tendré que leerme el perfil completo de la chica". Su dieta restrictiva durará un mes. Igual suena la flauta...

20 de enero-18 de febrero

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