Atravesaba una racha anodina en cuanto al amor se refiere, cuando escuché un motor en el camino. Los perros se pusieron a ladrar. Era un amigo con el que mantenía una relación amoroso-distante. Yo vivía en mi terruño y él en la ciudad, alejado de mi entorno y de mis canes, con los que no tenía mucha empatía. Mandé callar a los perros, me pasé un peine por el pelo y salí a recibirle.
Lamentablemente, mi cariñosa cerda, un animal de 250 kilos, tuvo la misma idea y salió a su encuentro. Al verla acercarse (supongo que fue la visión de la porcina y no la mía) puso cara de estupefacción y volvió al coche. Cogí un poco de pienso en un cacharro y la llamé. Ella me siguió obediente y ansiosa trotando hasta su cuadra, donde la dejé a buen recaudo.
Él se bajó del coche con cautela. Sentados en el jardín charlamos rodeados de florecillas, anécdotas y un par de gallinas del vecino. Lo cierto es que me alegró volver a verle. Durante un tiempo mantuvimos una corta pero intensa relación que, a pesar del mutuo enamoramiento, no prosperó.
La irrupción de un trompetista en mi vida y de una masajista en la suya dejó la idea del matrimonio fuera de plano. Después de un té bajo el castaño, con tostadas y recuerdos, quedamos en volver a vernos. Estaba despidiéndole, cuando su coche se precipitó en la cuneta. Corrí hacia el camino. Afortunadamente, era poco profunda, y tras algunos acelerones que me llenaron la cara de barro, lo sacó de allí. "¿Entonces la semana que viene?", preguntó. "Sí, sí", contesté. Y por un instante me asaltó aquella antigua emoción.
A la semana siguiente, escuché de nuevo un motor. De nuevo los perros ladraron, la cerda gruñó y las gallinas cloquearon. Esta vez venía en una BMW XXL. Estaba echando "pie a tierra" cuando la moto se inclinó arrastrándole en la caída. Apresurada, acudí a socorrerle. Le puse hielo en la rodilla y salimos al jardín. Estaba atardeciendo y nos quedamos contemplando la puesta de sol.
De pronto, dando brincos aparecieron mis canes, nos rodearon y le chupetearon. Cuando logré apartarles, me pareció que estaba más distante.
Sugerí irnos a pasear al río. Aceptó con cara de alivio. Cogidos de la mano, nos disponíamos a salir cuando sonó un golpe seco y un gruñido. "¡Horror!", pensé yo. "¿Qué ha sido eso?", me preguntó. "Será la cerda, tal vez está entrando en celo", contesté. "¿Y qué quiere?",añadió él. La frase fue premonitoria. La vi venir a toda la velocidad. "¡Fuera! ¡Fuera!", grité.
Cuando entraba en celo, para la cerda lo de menos era la especie a la que perteneciese el macho en cuestión. Me volví, le besé apresuradamente y señalé la moto. Raudo se subió a la BMW y arrancó en el momento en que ella derrapaba a mi lado. Levantando el hocico olfateó el aire. Al instante salió al galope tras la moto. Afortunadamente la carrera no era su fuerte y pronto desistió. No volví a verle.
Ilustración: Maite Niebla.
20 de enero-18 de febrero
Con el Aire como elemento, los Acuario son independientes, graciosos, muy sociables e imaginativos, Ocultan un punto de excentricidad que no se ve a simple vista y, si te despistas, te verás inmerso en alguno des sus desafíos mentales. Pero su rebeldía y su impaciencia juega muchas veces en su contra. Ver más
¿Qué me deparan los astros?