vivir
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Por fin hemos puesto nombre y apellidos al paternalismo con el que ciertos hombres nos explican cosas que ya sabemos: Rebecca Solnit lo ha bautizado “mansplaning” y le ha dedicado un ensayo publicado en Capitan Swing. Ahora, parece que llega el momento de pararse y pensar cómo nos hemos de tomar los “consejos” al respecto de nuestro comportamiento y aspecto que, a veces, estos mismos hombres nos dedican con la mejor de sus intenciones. Por ejemplo, el hombre que escribe el influyente blog “The Modern Man”.
Este bloguero, prescriptor de todo lo que ha de conocer y practicar el hombre contemporáneo, ha publicado algunos post quejándose de actitudes femeninas que parecen contrariarle y recomendándonos a las mujeres lo que tenemos que hacer para, desde su punto de vista y el de sus incontables lectores, resultar más agradables. Vamos a detallarlas a continuación ya que seguramente muchos hombres piensan cosas similares.
Debemos quitarnos los cascos cuando cualquier extraño se dirige a nosotras con la intención de trabar conversación. Aunque no tengamos ganas de hablar con desconocidos. O de hablar en absoluto. La idea es estar siempre disponible.
No podemos salir de casa sin la sonrisa. La sonrisa femenina es imprescindible a la hora de hacerle sentir a él lo felices que somos de contar con su atención.
Tranquilidad: nada de gritos. Si existe una voz que ha de escucharse por encima de todas, es la masculina. A nosotras nos queda mejor el sonriente silencio.
Modestia en el vestir, por favor. Nada de vestidos bodycom o de transparencias. No avergoncemos a los demás con nuestra única pretensión de llamar la atención.
En la playa no podemos acudir a la modestia: allí, por la seguridad de todos, hemos de renunciar a taparnos. Taparse puede ser visto como una provocación.
Podemos beber, pero sólo dos copas. Más de eso pueden llevarnos a perder el equilibrio y hasta el control, de forma que algunos hombres puedan pensar que estamos reclamando algún tipo de contacto sexual, aunque nosotras estemos francamente mareadas o incluso desmayadas.
Que no nos importe que los hombres invadan nuestro espacio en el autobús, el metro o la cola del supermercado. Al fin y al cabo, ellos son más grandes y sus bolsas del gimnasio, también.
Por descontado, nuestro consejo es no seguir ninguna de estas “recomendaciones” por mucho que algún hombre nos lo reclame. Vía libre para vestir como deseemos, fruncir el ceño tanto como queramos, ignorar a quien nos moleste, levantar la voz si es necesario y reclamar el espacio que nos corresponde.
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