Una de las mayores aspiraciones de nuestro tiempo, sobre todo entre las mujeres, es alcanzar una diferencia que nos haga irresistibles . Algo lógico, cuando nos hacen vivir como maniquíes en los escaparates de la Quinta Avenida, mostradas permanentemente en las redes sociales y necesitadas de que el público nos premie por ser la más bonita con un like. La avidez por alcanzar eso que convierte a las calabazas en carruajes y a los príncipes en fetichista s (de nuestros pies y a nuestros pies) se ha convertido en una presión que dicta la "forma" que requiere eso. Con él seríamos irresistibles, la más admirada, la que doblegaría las voluntades a voluntad… Seríamos una it girl [literalmente, chica que tiene eso]. El problema es que, en nuestra búsqueda del it, del paradigma del atractivo erótico, también estaríamos muy cerca de convertirnos en la narcisista bruja de Blancanieves, capaz de envenenar a quien amenace su reinado.
Para alcanzar eso, parece haber un método infalible: el culto a la propia personalidad. Una mujer (y un hombre) solo serán atractivos eróticamente cuando tengan una personalidad propia que manifiesten con naturalidad. Pero no cualquiera, sino las que se abren hacia el otro (empáticas y compasivas), las que preservan el valor de existir, las que adquieren el sentido de tratar con lo humano y, sobre todo, las que huyen del egocentrismo y el utilitarismo de los otros en beneficio propio. Ahí radica el secreto (si es que lo hay).
Pero el complicadísimo arte de dejar que nuestra personalidad se despliegue (y con ella, la sexualidad) y de permitir que se manifieste de manera natural es algo distinto a lo que nos quieren hacer creer. No ha habido mejor eslogan publicitario ni más infalible herramienta doctrinaria que el grito de "Sé tú misma". Recuerdo un anuncio de vaqueros de cuando era niña. Aparecían guapos y guapas felices, haciendo actividades deseables. Al concluir el "spot", aparecía la marca y una frase: "Viste como quieras". Aquello chirriaba hasta a una niña de 10 años. El deseo de ser una misma ya estaba bajo el control de las corporaciones.
Desde entonces, la cosa ha empeorado. Ser sexualmente irresistible a cualquier precio (comprando horas de gimnasio, libros de autoayuda y "consejeros" varios), impide que veamos que somos, cada vez más, lo que algunos quieren y que cada vez nos parecemos más entre nosotras.
Lejos del socrático "conócete a ti mismo", el actual modo de ser se ha convertido en una exacerbación del individualismo egocéntrico (que solo pretende establecer una marca personal de negocio) para reclamar la atención en una sociedad que compite por los like… Eso no tiene nada de erótico. Y es una lástima, además de una tragedia colectiva, porque en la manera exigente de los antiguos (que requería compromiso, esfuerzo, tiempo de soledad, enfrentamiento a lo establecido y vocación de servicio) es donde estaba algo parecido a la clave de ser atractiva a los demás. Mientras que para ellos ser una/o misma/o era la forma de entrada en lo colectivo, ahora parece ser el método para poner lo colectivo a nuestra disposición.
Con la llegada de la pasión (y la presión) por ser sexualmente irresistibles en base al culto a una misma, ha surgido también una industria de asesores, coach y psicólogos en tan ardua tarea. El humorista Eugenio contaba un chiste de un tipo que entraba en la librería y preguntaba al librero: "¿Tiene usted el libro Cómo ganar amigos, calvo de mierda?". La gracia está en que no se pueden conseguir amigos insultando a la gente. Para saber eso, no hay que estar todo el día con manuales de autoayuda... o preguntando por qué el espejito no refleja tu imagen. Solo hace falta un poco de cultura y habilidad en el manejo propio (que parte de saber qué eres) en lo social. Pero lo que no cuenta el chiste es que tampoco vas a conseguir amigos (de verdad) si finges amabilidad y buenrollismo exacerbados; así no te vas a convertir, a ojos de los demás, en alguien amable, empática y receptiva, sino en una hipócrita. Y te van a pillar rapidito.
Aquí conviene aclarar algunas otras cosas en torno al chiste. En unos grandes almacenes, puedes comprar el mobiliario de tu casa, pero nunca podrás comprar un hogar, porque un hogar se construye paulatinamente. Del mismo modo, la personalidad no es algo que exista ni se compre. Puedes comprar consejos de autoconocimiento, adoptar una forma de vestir o aprender protocolos de relación, pero si estas cuestiones no te pertenecen, serás la antítesis de alguien con fuerte capacidad erótica (de relación con los otros).
Una segunda aclaración: ser atractiva sexualmente ¿para quién? Parece que hoy no valoramos lo cualitativo, sino lo cuantitativo. Y ser selectiva y, con ello, elegante [que significa saber escoger] y crítica [de krinein, separar, discernir] es lo verdaderamente propio de la personalidad, que no es otra cosa que la capacidad cualitativa de hacer elecciones que nos hacen crecer y satisfacernos. Lo que hará fuerte una personalidad será tanto la calidad de las personas a las que una es capaz de resultar atractiva como a las que, afortunadamente, nunca nos encontrarán atractivas. Porque olvidamos otra cosa: el mundo es plural y diverso.
A partir de esto, emerge una cuestión importante: nuestras relaciones, es decir, las afecciones eróticas, se mueven en el mundo de lo simbólico y no en el de la naturaleza. Lo que nos atrae (y por lo que atraemos) pertenece sobre todo al orden de lo simbólico y muchas veces queda oculto incluso para nosotras mismas. Un gesto o la forma de fruncir el entrecejo, esa cicatriz, la mezcla de aplomo e ingenuidad al expresarse, el olor… todos son atractivos simbólicos que nos hacen apetecibles sexualmente y que no son medibles por los estándares biológicos basados en la simetría de las proporciones biométricas (de la cara especialmente), la capacidad de engendrar y sus manifestaciones fenotípicas (caderas anchas, glúteos firmes, piernas largas…), y la biomecánica que deriva de ella (elasticidad, cuerpo fibroso…). Si esas cuestiones fueran determinantes, muchas de nosotras y a ciertas edades no nos comeríamos un rosco (y no es el caso…).
Déjenme ser mala para concluir: fijar la vista en un artículo que se titula "¿Qué nos hace atractivas sexualmente?", esperando encontrar las 10 claves irrefutables del atractivo sexual es, muy posiblemente, el primer paso para alejarse de él. Nadie mejor que usted sabe lo que la hace atractiva sexualmente. Porque, salvo que sea una recién llegada a este mundo, su personalidad se ha forjado en gran medida en las respuestas (erróneas y acertadas, satisfactorias y frustrantes) que su existencia le ha ido proporcionando a una pregunta: ¿qué nos hace atractivas sexualmente?
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