El cabello y su atractivo erótico
Vas a la peluquería, te realizas un corte distinto, modificas el color de tu cabello y cuando la intervención ha concluido, se produce un momento clave.
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Levantas la vista frente al espejo y observas el resultado. El veredicto que de él hallas en ese momento puede oscilar entre la más satisfactoria autoafirmación y la constatación más traumática de que te has equivocado, entre besar a la peluquera y ponerle un pisito en Vallecas o cometer un asesinato por estrangulamiento con el cable del secador.
“No te preocupes, que crece”, “No pasa nada, se puede volver a teñir”, son frases que buscan amortiguar, cuando se produce, una de las más deprimentes constataciones estéticas que una y sobre una misma se puede realizar… Y son consuelos que no sirven para un carajo. Y es que todas lo sabemos en mayor o menor medida; el cabello es algo que relata mucho de nosotras, un elemento determinante en eso de ser apreciadas de determinada manera por los demás y por nosotras mismas.
De algunas de las maneras en las que el cabello actúa en cuanto reclamo erótico en nuestras sociedades y de algunos de los motivos que pueden explicar el por qué distintos colores de cabello, cortes de pelo e intervenciones sobre él son leídas (y pretendidas) como lo son, nos vamos a ocupar brevemente en esta galería.
Tradicionalmente asociado en nuestras latitudes al ideal paradigmático de belleza. Posiblemente se deba a que en poblaciones mayoritariamente morenas o castaño oscuro, el color rubio del cabello representaba un cierto exotismo, una caracterización escasa que, como el oro con el que recurrentemente se ha comparado, suponía un bien por sí mismo. Las princesas de cuento y, en general, las mujeres consideradas, por su posición o virtudes, como un modelo existencial a seguir, han sido representadas con cabellos rubios.Parte de su éxito reside en que parece ser un referente simbólico de juventud e inocencia. Junto a la biológica circunstancia de que el cabello suele ser naturalmente más claro en la infancia y tiende a oscurecerse con la edad, su asociación con lo púber, lo virginal e inmaculado. De ahí, posiblemente esa tendencia muy sostenida, aunque hoy en día parece cuestionarse, de la inclinación por parte de muchas mujeres a aclararse hasta el rubio el color de sus cabellos cuando alcanzan una determinada edad madura. Esa idea de belleza pero asociada a la “fragilidad” y falta de experiencia puede remitir a despertar cierto afán erótico protector y paternalista, pero también al falso mito y arquetipo de la rubia asociada a la poca capacidad reflexiva e intelectual.Etimológicamente, el término “rubio” procede del latín “rubeus” y hacía referencia al rojo o color de fuego, pero por un curioso procedimiento, se ha ido asociando a lo que hoy entendemos por “rubio” (de color amarillento o pajizo y que se designaba en latín como “flavus”) y no por “pelirrojo”. El término inglés y francés “blonde”, que designa al cabello rubio, provenía de otro término latino “blandus”, que dio origen a “blando” pero con unas connotaciones originales muy distintas, pues remitía a lo persuasivo, halagador, atractivo y seductor.Los mitos eróticos que, en nuestra cultura se han consolidado, son ingentes, desde la descripción de la propia Afrodita y de sus representaciones hasta la mismísima Marilyn Monroe…Que, por cierto, y como es sabido, no era rubia. Y que el rubio es un color de pelo que, al menos de manera natural, tiende por cuestiones genéticas a extinguirse y algunos estudiosos vaticinan que desaparece de las caballeras allá por el siglo XXIII.
Normalmente, los cabellos de colores muy vistosos y poco naturales se asocian a una personalidad que une la necesidad de llamar la atención con un cierto grado de rebeldía. Esto puede ser un buen reclamo en cuestiones eróticas pero también puede ser entendido como cierta artificialidad de carácter y hasta cierta dejadez en el cuidado de sí. Dentro de los colores exóticos, ha habido uno que ha tenido cierta proyección en el tiempo; el de “rubia platino”. De marcado carácter sexual, a la vez que ostentoso (se asocia ese color tan dorado con el ansia de riqueza), el rubio platino pretende trastocar los valores generalmente asociados a la inocencia que mencionábamos en el rubio con una generosa sexualidad. Ya en tiempos de la antigua Roma, las “delicatae”, las de más alto rango en el escalafón en la prostitución, solían realizar sus servicios de “alto standing” con una peluca de un amarillo marcado tendente al pálido muy semejante al color que, desde el siglo XX, entendemos por “platino”.
Sin duda, el color más controvertido a lo largo de la historia. Asociado en la Edad Media con los descendientes de Caín (o brujas o vampiresas o, en cualquier caso, demoniacas), ver a una mujer pelirroja suponía el tener que realizar algún supersticioso ritual de expiación (como tocarse un botón de madera) para alejar el mal fario.Sin embargo, en poblaciones como la escocesa, parece que tienen buen fario… No en vano Escocia es el lugar donde existe mayor densidad de pelirrojos. Tradicionalmente, las mujeres pelirrojas han sido asociadas con lo imprevisible y apasionado pero también con lo violento y sexualmente inagotable. La recuperación y puesta en valor de este color de pelo se produce en el siglo XX gracias a personajes públicos que, sin ser pelirrojos lo adoptan, como Rita Hayworth, y hoy tiene una connotación más asociada al carácter fuerte y determinante especialmente si es un color “adoptado”. También Toulouse-Lautrec, el célebre retratista de la bohemia parisina y en especial del “ Moulin Rouge”, parece, por la obra que nos ha legado, que sentía especial admiración por ellas, aunque siempre asociado al ambiente cabaretero.
Asociado normalmente a la contención y la renuncia, el pelo muy corto en mujeres era más propio de novicias y los votos de castidad asociados a ellas. Al resto, se les permitía el pelo más largo y suelto, especialmente si eran vírgenes, o una media melena poco llamativa si eran mujeres casadas. Ese sentido de renuncia a los placeres mundanos se matiza en la segunda década del siglo XX y especialmente gracias a la diseñadora Coco Chanel que introduce con enorme éxito un estilo de corte a lo “garçon” que recupera cierta sexualidad de tipo andrógina o masculinizada para realzar lo femenino. En cualquier caso, la melena larga siempre ha sido considerada un “síntoma” de apertura erótica y de exuberancia sexual.
Quizá es el paradigma de la “ femme fatale”, por aquello de la oscuridad y el misterio. Por el contrario, asociado también en ocasiones, dependiendo naturalmente de la persona, a cuestiones como la inteligencia, la fiabilidad y la eficacia, así como con la experiencia vital y sexual, tanto las morenas como las castañas oscuras suelen ser un bien erótico buscado (será por la cosa del amor latino) tanto en nuestras latitudes como en la mayoría de ellas… Aunque no siempre ha sido así. El XIX en Europa solía asociarlas con la pobreza y falta de recursos, así como con el origen humilde. Quizá sea por eso que, pese al aparente éxito, como color de tinte, el trigueño no haya sobrepasado todavía a las rubiales. En los remotos orígenes del cine porno, y quizá por esa inclinación erótica hacia ellas, la práctica totalidad de las mujeres que se exhibían eran de cabellos oscuros.
Son frecuentes las culturas que asocian el pelo con la capacidad de raciocinio por el hecho de que ambos están emparentados con la cabeza. Así, era frecuente entre los indios norteamericanos el llevar el pelo largo en espera de que eso testimonie una cabeza llena de pensamientos que afloran al exterior por el cabello. Algo similar encontramos en el personaje bíblico de Sansón y en su leyenda con la filistea Dalila. De extraordinaria fuerza y carácter justo, su debilidad al contarle a Dalila el secreto de que toda su fuerza reside en su cabello, le puso en un auténtico brete. Concepción equiparable era aquella por la cual a las brujas en la Edad Media se les rapaba, pues se creía que gran parte de su poder provenía del cabello, aunque también por fines prácticos; el evitar que guardaran algún conjuro o sortilegio entre su cabellera.La Gorgona Medusa, el temible monstruo femenino capaz de petrificar a cualquiera con su mirada, generaba una mayor sensación de terror pues su cabello no era de pelo sino un nido de serpientes. Se cuenta que el rey Carlos II de Inglaterra tenía como favorita una peluca muy particular. El secreto de su atracción por ella es que estaba confeccionada con parte del vello púbico de sus numerosas amantes. Y hablando de pelucas; la extravagante peluca masculina conocida como “In-folio” se popularizó a finales del XVII y especialmente bajo Luis XIV de Francia y Carlos II y estaba compuesta por múltiples capas de pelo rizado. Entre sus objetivos, el servir de adorno aristocrático pero también aumentar falsamente la talla de su poseedor.No te pierdas... - El porno y las mujeres- ¿Es normal que quieras probar cosas eróticas nuevas?- Juegos para reactivar el deseo sexual en pareja