vivir
Lo de “vestirse” para dormir es un invento “moderno”. Nos referimos con ello a que parece ser que fue al inicio de la edad moderna cuando decidimos que era mejor el cubrir nuestros cuerpos con una sencilla camisola holgada y larga, normalmente realizada en lana (lo del algodón y la seda,sería posterior) y, a la que pronto, se le dio el nombre de “camisón”. Como prenda era lo que hoy entendemos por “unisex” y sin apenas diferencias formales entre uno y otro género… Algo más engalanado el camisón femenino, con adornos como cintas o lazos, pero formalmente igual para hombres y mujeres.
El camisón era, antes que una pieza para dormir, una pieza doméstica que libraba de las exigencias de vestuario que requería lo público y, entre sus funciones, además de propiciar ese descanso por una mayor comodidad, estaba el proporcionar algo de calor durante el sueño así como evitar la impudicia, poco civilizada a sus “modernos” ojos, de ver o cohabitar durante el sueño con alguien desnudo. El pijama es posterior aunque también de la edad moderna y se debe a la difusión que de prendas domésticas persas realizaron los ingleses. Su nombre (“paygame” en persa) indica su función; el tapar, en la cada vez más puritana Europa, las piernas. De paso, recalcó las diferencias entre los sexos al ser mayoritariamente adoptado por los varones frente al camisón que incrementó su femeninautilización.
Surgen cada vez más valoraciones y opiniones tendentes a dejarnos nuevamente en bolas a la hora de ir a dormir
El por qué determinadas “soluciones” que nuestra cultura va adoptando se ponen en cuestión, es propio del mismo concepto de cultura que es capaz de cuestionarse a ella misma desde sus propios fundamentos. Así, hoy en día y aunque el uso de una prenda específica para dormir sigue siendo mayoritario, empiezan a surgir con fuerza opiniones, artículos y valoraciones tendentes a dejarnos nuevamente en bolas en eso del dormir. Se supone que mejores sistemas de mantenimiento térmico de los espacios de sueño (para los que se los pueden permitir…), así como una revalorización del cuerpo coincidente con una relajación y mayor comprensión de las costumbres sexuales, son los motivos que nos llevan a plantearnos el abandono de esas prendas de noche. Las razones “científicas” que se esgrimen para convencernos son, cuanto menos, un tanto peregrinas, pero reproduciremos algunas por si alguien se quiere dejar seducir por ellas.
Los beneficios de dormir desnuda
La comodidad. Si bien un pijama o un camisón son mucho más cómodos que un frac o un traje de novia, lo cierto es que el desnudo es lo que menos entorpece y más liberael movimiento durante el sueño. El exceso de calor corporal derivado de dormir con una prenda también es visto por algunos como una situación problemática que puede afectar a distintos hábitos como la calidad reproductiva (especialmente en varones, cuyos testículos deben siempre, y para eso están diseñados, mantener una temperatura constante), o como el envejecimiento (al parecer, el no pasar excesivo calor incrementa la producción hormonal y la melatonina).
Derivado de lo anterior, también la mayor ventilación de un cuerpo desnudo parece resultar beneficiosa al reducirse la creación epidérmica o genital de bacterias (por ejemplo, disminuyendo el sudor) así como evitar los rozamientos e irritaciones. La proximidad de un cuerpo desnudo (cuando lo hay) también parece ser un beneficio, pues incita, por lo que cuentan, a la creación de oxitocinae incrementa la excitación y la frecuencia de nuestras interacciones sexuales (aquello de que el roce hace el cariño). Y por si a alguien le sigue quedando dudas, parece que hasta adelgaza, pues reduce los niveles de cortisol y con ellos, el apetito (y quema más grasas)… siempre que, volviendo al tema del calor corporal, la temperatura se mantenga un poco más fresca que vestidos pero no excesivamente fría.
Vivimos tiempos de avidez por las “novedades”
Visto así, parece que estamos todos haciendo el bobo al enfundarnos un pijamita o camisón para coger el sueño, y que la establecida “modernidad” metió la pata hasta el fondo con eso de cubrirnos la piel para roncar. Bueno, quizá no sea para tanto, y el redescubrimiento de la desnudez para echarse un sueñito se inscriba más en la avidez por “novedades” (viendo las noticias, parece que redescubrimos el invento del agua caliente diez veces al día) y por dotar, frenéticamente, de contenidos a los medios (la media de duración de una “noticia” suele rondar ya la “cojonésima” de segundo) en una revelación trascendente que nos amortigüe aquello de la trágica condición humana. Pero, en cualquier caso, también es de agradecer que, esta vez, la ultimísima recomendación tenga como propósito más el desprenderse que el acumular. Eso, y que lo de quitarse las bragas suele ser algo, normalmente, bienvenido, aunque sea para dormir…
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