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El “ChemSex”: el uso de las drogas en el sexo

Se emplea fundamentalmente en las relaciones eróticas masculinas de carácter homosexual y se pretende potenciar básicamente la empatía, el gozo y el rendimiento.

Valérie Tasso
Valérie Tasso

Una interacción sexual se produce sobre un relato. No follamos sobre una cama, el asiento trasero de un coche, una lavadora o una alfombra persa sino sobre una ficción deseante. Cuando, durante una interacción sexual, vemos el culo en pompa de nuestro amante, no lo vemos como lo vería, por ejemplo, un proctólogo, en su realidad escatológica, patológica o anatómica… En lo que es en sí una parte carnosa distribuida en dos glúteos y en cuya intersección se encuentra el ano, es decir: un culo. Si, cuando retozamos con nuestro amante, viéramos simplemente un culo y su ano, la interacción se interrumpiría, se nos “cortaría el rollo”.

Un “gatillazo” es justo eso; una fractura en el relato deseante, la ficción que hace que eso que vemos no sea lo que vemos sino otra cosa que nos estimula, excita y nos predispone al gozo. El deseo sexual, como el enamoramiento, como la catatimia en psiquiatría, es una especie de embrujo, de deformación hiperbólica y satisfactoria de lo que el fenómeno es en sí, un encontrarle al propio fenómeno un nuevo sentido en el que lo que es, pasa a significar otra cosa, más bella, más esperanzadora, más satisfactoria. Esa “obnubilación” transitoria, pero absolutamente real (un culo es un culo y lo que significa en cada momento), la produce el deseo (que es, en sí mismo, un flujo existencial derivado de la interacción entre cultura y biología) y genera en nosotros y en nuestra respuesta sexual unas particulares características psíquicas, bioquímicas y fisiológicas.

Nos mete a nuestra cultura, nuestra mente y nuestro organismo en un sorprendente y coordinado baile de euforias y afectos, nos suminstra un “chute” que hace que veamos, sintamos y experimentemos de forma que no lo hacemos habitualmente. Y eso, lo hacemos de forma “natural”, pero también lo podemos hacer o potenciar (aunque sea muy poco conveniente y de resultados imprevisibles) mediante la administración de sustancias externas de carácter químico y sintético como son las drogas.

¿En qué consiste el “Chemsex” (“Chemical Sex”)?

El “ChemSex” (apócope de “ Chemical Sex” que, traducido, sería algo así como “Sexo Químico”) consiste precisamente en eso; la sobre estimulación sexual exógena a través de sustancias psicoactivas. Como término, de origen británico, se emplea fundamentalmente en las eróticas masculinas de carácter homosexual y, con esas sustancias, se pretende potenciar básicamente la empatía, el gozo y el rendimiento.

Las drogas empleadas, bien de forma individual, bien de forma combinada, en este tipo de sobre estimulación química, suelen ser; estimulantes como la mefedrona (con efectos similares a la combinación de cocaína y la sustancia empatógena conocida como MDMA o “éxtasis” y que puede ser esnifada, ingerida, inyectada o absorbida por las mucosas anales), la Metanfetamina, también conocida como Tina o “crystal meth” (un poderoso psicoestimulante que anula o inhibe los avisos somáticos, como el dolor, el hambre, el sueño o el cansancio), el GHB, también llamado por su nombre técnico, gamma hidroxibutirato o el del mal llamado “ éxtasis líquido” (normalmente en formato líquido para ser ingerido y que, a dosis no excesivamente elevadas, puede inducir a una euforia constante y desinhibición, aunque es una sustancia depresora del sistema nervioso central), así como otros estimulantes como los llamados POPPER (normalmente nitrito de alquilo) para ser inhalados o fármacos para paliar la disfunción eréctil (como los conocidos por sus nombre comerciales como “Viagra”, “Levitra” o “Cialis” según su principio activo), sin olvidar sustancias eminentemente depresoras como el alcohol o hasta la ketamina (un anestésico y sedante de origen veterinario, aunque empleado en humanos con un alto poder disociativo y/o alucinógeno). La forma de consumir alguna de esas sustancias como la metanfetamina, la ketamina o la mefedrona, permiten la vía inyectable y, cuando así se consumen y con el consiguiente aumento de riesgos, se practica “slam” o “slamming” (que podría traducirse por “portazo” o “golpear”).

Esta peligrosa práctica no tiene absolutamente nada que ver con el sexo

No hace falta, a quien sabe leer se le supone cierta comprensión de lo escrito y cierto sentido de la realidad, el incidir en lo arriesgado de esta práctica (dile tú, por ejemplo, a alguien en ese estado, que se ponga un solo condón durante las horas o días que dure la “fiesta”…) que tiene más que dudosas relaciones con el sexo. Sabemos que el riesgo o el exceso pueden ser (no siempre) un estímulo para la conformación de ese relato deseante que enunciábamos al principio, pero el sexo y el erotismo, más que el frenesí y la euforia, aman la felicidad, la satisfacción y la conciencia del sujeto feliz y satisfecho… Eso, y que vivir como si no hubiera un mañana lo que suele producir es, de verdad, que no exista ese mañana.

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