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¿Puede sobrevivir una pareja sin sexo?

Son pareja, se quieren... pero han renunciado al sexo. Las razones pueden ser muchas, pero todas llevan a la misma pregunta: ¿puede sobrevivir el amor si el erotismo abandona el lecho conyugal?

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Ana Santos
Ana Santos

Esther y Marcos acaban de divorciarse. Ninguno de sus familiares y amigos podía imaginarlo. Hace unos meses celebraron el décimo aniversario de bodas y tienen un hijo. Aunque parecían llevarse bien y estar satisfechos con su vida, hacía varios años que apenas mantenían relaciones sexuales. “Los dos viajábamos mucho y nos fuimos distanciando. Nos queríamos e intentamos mejorar las cosas, pero el deseo había desaparecido completamente. Creo que ninguno de los dos fuimos infieles aunque, al menos por mi parte, no por falta de ganas. Así que llegó un día en que nos sinceramos el uno con el otro y decidimos que lo mejor era que nos separásemos. Ambos teníamos claro que, a los 40 años, no podíamos renunciar al sexo y vivir como dos amigos; los dos nos merecíamos algo mejor”, explica Esther.

El 10,6% de los españoles en edad de estar sexualmente activos tiene menos de un encuentro erótico al mes.

Ella y su exmarido no son los únicos. Según un informe elaborado en 2016 por la empresa de estudios de mercado 40dB., el 42% de los españoles practica sexo, al menos, una vez por semana. Y ¿qué pasa con el resto? Pues que un 10,6% de las personas en edad sexualmente activa afirma no tener relaciones ni siquiera en una ocasión al mes. Y si salimos de nuestras fronteras, la situación es similar. En 2017, una encuesta realizada en Japón por una asociación de planificación familiar revelaba que el 50% de las parejas llevaba más de un mes sin hacer el amor y no esperaba que esa situación cambiase en un futuro cercano. Y en Estados Unidos, el psicólogo norteamericano Robert Epstein, fundador del Centro Cambridge de Estudios del Comportamiento, mantiene que entre un 10 y un 20% de las parejas del país no mantiene relaciones sexuales, lo que supondría hasta unos 40 millones de personas. Solo otro dato especialmente significativo: en 2015, sexless marriage (matrimonio sin sexo, en inglés), fueron las palabras más buscadas en Google sobre temas de pareja; concretamente, unas 21.000 veces al mes, cifra que las sitúa por encima incluso de unhappy marriage (matrimonio infeliz).

Pero antes de seguir adelante, una cuestión fundamental: ¿cuándo se califica, en términos clínicos, que una pareja vive sin sexo? “Cuando no tiene ninguna interacción de tipo erótico-sexual, no solo el coito, durante un largo periodo de tiempo o de forma muy esporádica”, afirma Francisca Molero, presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología. “Para partir de algo, se considera que son las parejas que mantienen relaciones unas tres veces al año aproximadamente –añade Marian Ponte, psicóloga y sexóloga del Centro Adala–, pero a mí no me gusta poner etiquetas. Hay algunas parejas que, por determinadas circunstancias, como puede ser la edad, demuestran menos apetito sexual; o la frecuencia de sus contactos, que sería insuficiente para otros, la viven con normalidad porque son grandes compañeros de vida y disfrutan del amor”.

En cualquier caso, los datos apuntan a que hay muchas uniones en el mundo que pertenecen a la categoría de poco activas sexualmente. Y la pregunta crucial es: ¿pueden funcionar y ser razonablemente felices este tipo de parejas? “Sí, siempre y cuando ambos coincidan en esa falta de deseo. Los problemas surgen cuando uno de los dos tiene unas necesidades sexuales que el otro no satisface y aparecen situaciones de tristeza, resentimiento y frustración”, explica Ponte. “No es fácil –apunta, por su parte, Molero–, pero claro que pueden funcionar porque lo han asumido, lo han interiorizado y buscan el sexo fuera, lo tienen en solitario o, simplemente, renuncian a él. Sin embargo, en el fondo, si preguntaras a esas personas si esa es su pareja ideal te dirían que no, aunque eso no significa que no puedan ser felices”.

Una relación de pareja se construye sobre tres pilares: pasión o deseo sexual, compromiso e intimidad.

Según la teoría triangular del amor formulada por el psicólogo estadounidense Robert Sternberg, una relación se construye sobre tres pilares: pasión (deseo sexual o romántico), compromiso (responsabilidad de mantener el amor a largo plazo) e intimidad (cercanía, vínculo y afecto). La combinación de estos elementos da lugar a múltiples modelos de parejas que funcionan de forma diferente. Para Sternberg, “el amor completo será aquel que presente los tres componentes y, por tanto, tendrá más probabilidades de durar que los amores que solo tienen uno o dos”.

Pero, como dice el tópico, cada pareja es un mundo, y envejecer juntos o firmar el divorcio depende, en muchos casos, de las prioridades que establezca cada una. En el caso de Juan y Marina, optaron por la primera opción. Ambos rondan los 45 años y llevan 15 casados. Trabajan, tienen tres hijos y viven en una casa del centro de Madrid que pronto terminarán de pagar. Los dos son aficionados al deporte y la música, disfrutan de buenos amigos y se llevan bien con sus familias. Pero hace tiempo que no hay intimidad entre ellos.

Quizá hacemos el amor dos o tres veces al año, no más. Estamos juntos desde el instituto y yo creo que, poco a poco, casi sin darnos cuenta, ambos hemos ido perdiendo el interés por el sexo. Al principio lo justificábamos por la falta de tiempo, los niños, el cansancio… pero llegó un momento en que dejamos de hablarlo, como si no pasara nada. Nos admiramos, nos llevamos estupendamente y tenemos un proyecto común; la vida no es perfecta ¿no?”, razona Marina.

Cuando dos personas inician una relación, saltan chispas. No hace falta encontrar el momento y el lugar idóneos, todos son buenos. Es más, la inmensa mayoría reconoce que el sexo es uno de los mayores placeres que nos ofrece la vida. Entonces, ¿por qué tantas parejas dejan de practicarlo? Los motivos son muchos. “Cada vez vemos a gente más joven con falta de deseo –explica Ponte–.

El estrés, la rutina, los hijos o la falta de entendimiento son algunas de las razones de la ausencia de sexo.

Tenemos una vida tan complicada, con el trabajo, la casa, los hijos... que la vida sexual se resiente. Para disfrutar de una buena sexualidad debemos estar relajados y descansados, y hay muchas personas que funcionan en modo supervivencia y no son capaces de generar momentos de ocio ni espacios que favorezcan la intimidad. La rutina es otra de las causas: nos acabamos acostumbrando a los mismos estímulos y nos cuesta reaccionar ante ellos: la misma persona, la misma cama, el mismo juego…”, concluye.

Paradójicamente, el modo en que percibimos el sexo a través de canales como el cine o internet también puede jugar en nuestra contra. “Nos hemos vuelto muy sibaritas y creemos que hacer el amor debe ser lo máximo, con muchos preliminares y una hora de duración; pero no tiene por qué funcionar así; entre otras cosas porque, en el día a día, a veces es imposible. Eso de “si no se hace bien, no se hace” es un error, porque no siempre se está preparado para la comunicación erótica. El sexo tiene que ser algo cotidiano para convertirse en algo extraordinario”, argumenta Francisca Molero.

A la hora de buscar las causas de los desencuentros eróticos, la primera es la más evidente: diferencias irreconciliables. Porque, si bien la falta de entendimiento sexual puede provocar problemas de pareja, lo que es prácticamente seguro es que una unión mal avenida también acabe haciendo aguas en la cama. “La buena comunicación, el afecto, la complicidad, las relaciones sociales y familiares, el reparto de las tareas domésticas y el cuidado de los hijos, la situación laboral y económica… Todas estas áreas relacionadas con la pareja tienen que ser armónicas. Si no lo son y, además, no tienen relaciones sexuales, puede parecer que se trata de un problema de cama cuando, en realidad, hay que ir más allá y analizar dónde está el origen de esa carencia”, analiza Ponte.

Es el caso de Beatriz: cuando su noviazgo con Manuel comenzó a torcerse, rompieron todo vínculo sexual. “En un primer momento, l as broncas terminaban en apasionadas reconciliaciones, pero eso duró poco. Éramos tan distintos y chocábamos tanto que lo último que me apetecía era acostarme con él. Conocí a un chico en el trabajo, con el que apenas duré unes meses, pero me dio la valentía suficiente para dejarlo”, recuerda.

El largo viaje que hace una pareja no suele suceder en un cómodo avión a velocidad de crucero. Ni en el plano emocional ni en el sexual. La mayoría pasa por épocas en las que el sexo ni está ni se le espera. Y estas pueden deberse a cuestiones tan dispares como el nacimiento de un hijo que acapara toda la atención, problemas personales o familiares, los efectos secundarios de una medicación, cambios hormonales o una enfermedad. “Y cada vez es más frecuente ver a parejas que han pasado por un largo proceso de fecundación in vitro, donde las relaciones han sido muy controladas, y luego les cuesta mucho retomar su vida sexual anterior. Y cuanto más tiempo pasa, peor, porque los vacíos que dejas en la vida cotidiana se llenan rápidamente con otros”, dice Molero. Sin embargo, la sexóloga cree que muchas uniones, tras un tiempo en el dique seco, vuelven a disfrutar del sexo, incluso con mayor intensidad. “ Si son parejas que funcionan, cuando se recuperan también buscan intimidad. Sobre todo las que consideran que el sexo es un componente importante de la relación y ponen todo de su parte para que las cosas sean como antes”.

¿Quién renuncia más?

Cuando se habla sobre este tema, hay una creencia recurrente: las mujeres renuncian al sexo con más frecuencia que los hombres. Francisca Molero afirma que “se trata de un tópico” y su colega Marian Ponte tiene una teoría al respecto: “ Las mujeres vinculan mucho el sexo con el atractivo físico, mientras que los hombres lo relacionan más con el rendimiento sexual porque, en ambos casos, es como se percibe socialmente. El cuerpo femenino se ha cosificado y muchas mujeres entran en conflicto porque les cuesta aceptarse tal y como son, algo que afecta negativamente a su vida sexual. Hay una construcción social en cuanto a la imagen que dicta lo que es bueno o malo, lo que es aceptable y lo que no, y eso puede generar inseguridad, baja autoestima y tabúes que conllevan un mal aprendizaje sexual. No podemos abordar la sexualidad sin tener en cuenta el bagaje que tenemos”.