manual de etiqueta
manual de etiqueta
Son un clásico de la temporada prenavideña tanto como las compras, la lotería o poner el árbol, pero las cenas de empresa también pueden ser una fuente de estrés y ansiedad añadida en la semana previa a la Navidad. Sin manual de etiqueta oficial, la lista de preguntas sobre cómo afrontarlas es inagotable: ¿Debemos asistir obligatoriamente o podemos excusarnos sin más? ¿Es una buena ocasión para confraternizar con el jefe o es preferible mantener las distancias y relacionarnos con los compañeros con los que tenemos más confianza? ¿Cuánto puedes o debes desmelenarse? ¿Podemos hablar de trabajo? ¿Y de política? Vayamos por partes.
Para empezar, conviene ser pragmáticas y, en la medida de lo posible, afrontar este tipo de eventos como una experiencia positiva y no como una penitencia añadida. «Es un momento para disfrutar, relajarnos, brindar y agradecer. Los líderes, por ejemplo, pueden aprovechar para dar las gracias por todo lo que reciben de su equipo en el día a día. También es una buena ocasión para interactuar con compañeros, jefes o personas de otros departamentos con los que no tenemos tanto contacto normalmente», explica María Luaces, directora de Human Resources Solutions de Synergie, la multinacional especializada en soluciones de recursos humanos.
Sin embargo, una comida o cena en apariencia inofensiva puede convertirse en un campo de minas si no sabemos gestionarla adecuadamente. Saber lo que se debe y no se debe hacer (o modular tu comportamiento o consumo de alcohol) es vital para no convertir un evento social en un problema laboral al día siguiente. Empecemos por lo que se espera de ti. ¿Hay que asistir a la cena de Navidad aunque sea sin ganas? «Debemos ir cuando nos sintamos cómodos y vayamos a disfrutar. Tiene que ser una experiencia positiva. Las personas atravesamos situaciones emocionales en las que quizá no estamos preparadas para enfrentarnos a un evento fuera del trabajo. En esos casos, los mejor es la honestidad o poner una buena excusa», explica Luaces.
Lo siguiente es saber cómo relacionarse. Y, sobre todo, con quién. Encerrarse en el mismo grupo de personas con las que compartimos el día a día en la oficina probablemente no es la mejor idea. «Aunque es importante disfrutar con quienes más confianza tenemos, hay que aprovechar para salir de ese círculo y establecer nuevas conexiones que seguro que facilitarán el día a día en el trabajo después. Lo ideal es combinar ambas cosas. Muchos de estos eventos se celebran de pie, en formato cóctel, lo que favorece que podamos relacionarnos e interactuar con personas que quizá no conocemos tanto», explica la experta. ¿Es conveniente aprovechar para limar asperezas con alguien con el que no te llevas bien? «Esto es algo muy personal, y siempre hay que aprovechar cualquier oportunidad para tratar de encauzar una relación, pero quizá una cena de empresa no sea el mejor sitio. Es preferible quedar para tomar un café si se trata de resolver un asunto personal».
También hay que saber escoger con acierto los temas de conversación. No todo vale. «A veces es inevitable hablar de trabajo, porque es el tema que tenemos en común, pero lo normal es que las conversaciones deriven más hacia temas lúdicos o personales, que es lo interesante. Y aunque se puede hablar de actualidad, como pasa en muchas familias y grupos de amigos, hablar de política no es la mejor idea», opina Luaces.
Para todo lo demás, la mesura es la regla de oro. Tanto para el alcohol (responsable de la mayoría de los disgustos post-cena) como para el desmelene. «Una copa de vino, que si eres más tímido igual te ayuda a desinhibirte, puede estar bien, pero tomarse diez nunca es una buena idea. De hecho, cada vez hay más gente que prefiere no beber en este tipo de eventos. Hay que divertirse, pero con control. Al día siguiente hay que ir a trabajar y tampoco conviene dejar una imagen demasiado juerguista», explica la experta.
Por cierto, ¿ cómo afrontamos el día después? «Con la máxima naturalidad. También hay que disfrutar de la post-cena o la post-fiesta, que puede dar mucho juego si se ha dinamizado bien. Ese buen ambiente puede dar de sí varios días o semanas», explica Luaces, para quien, en realidad, todo se resume en esquivar cinco errores de bulto. «Se deben evitar los temas de conversación conflictivos, los asuntos personales que deberían tratarse en un entorno más íntimo, hablar en exceso del trabajo, excederse con el alcohol y cerrarse a tratar con gente con la que quizá no tienes tanto contacto».
Pero no todo depende exclusivamente de la actitud de los empleados. «Las empresas deben comprender la repercusión que tienen eventos como las comidas y cenas de Navidad en el bienestar emocional de los trabajadores. El buen ambiente y las conexiones generadas en este tipo de celebraciones se trasladan a la oficina y mejoran el entorno laboral y la salud mental de los empleados», explica Luaces. De hecho, según un informe elaborado por Gusto, el 90% de los trabajadores considera que el sentimiento de comunidad que puede desarrollarse gracias a este tipo de eventos contribuye positivamente al éxito de la empresa.
Y no hablamos solamente de la preceptiva cena o comida de Navidad. Realizar sesiones de teambuilding (desde una sesión de yoga a una scape room), entregar premios o regalos en diferentes categorías (tanto formales como informales) o incluir a los familiares de los empleados (especialmente a los niños) en algunas de las actividades navideñas organizadas por la empresa puede contribuir a generar ese buen ambiente que, con suerte, se traducirá después en motivación, productividad y mejores resultados. Un win-win para todos.