'Slasher' Mary Richardson leaving court, 1914. Richardson (centre), had attacked the Rokeby Venus at the National Gallery in London on 4th March 1914, slashing it seven times with a meat cleaver. This was in protest at the government's failure to give women the vote. Attacks on works of art prompted the closure of many of the country's art galleries and museums to women, and sometimes to the public completely. At places of historical interest the rule of 'No muffs, wrist-bags, or sticks' was widespread. Later, in May 1914, the Royal Academy and the Tate Gallery closed to the public. The British Museum was more flexible, opening to women accompanied by men who would accept responsibility for them. Unaccompanied women were only allowed in if they had a letter of recommendation from a gentleman who would vouch for their good conduct and take responsibility for their actions. (Photo by Museum of London/Heritage Images/Getty Images)

Activismo

'Art attack': lo que las activistas climáticas que atacan obras de arte en museos comparten con las sufragistas

El ataque a obras de arte por parte de jóvenes activistas climáticas ha suscitado un gran debate social. Sin embargo, este tipo de protestas no son nuevas. Están inspiradas en el movimiento sufragista, que hace un siglo también convirtió a los museos en el escenario de sus protestas.

Era cuestión de tiempo que el activismo climático escalara sus acciones para lograr esa atención mediática que ya no logran con sus clásicos: pancartas en lugares inaccesibles, manifestaciones, sentadas y performances chocantes. En los últimos días, los movimientos que demandan a los gobiernos más acción para ralentizar la crisis del clima han arrojado sopa de tomate contra ‘Los girasoles’ de Van Gogh (en el Louvre) y puré de patata contra ‘Los almiares’ de Monet (en el Museo Barberini de Postdam). En el Museo del Prado la vigilancia ya es máxima.

El debate sobre la conveniencia sobre estos ‘atentados’ sin víctimas no es nuevo y, de alguna manera, ya estaba presente en aquella polémica protagonizada por el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, cuando declaró que salvaría antes Notre Dame que la Amazonía . Sin duda, las activistas leen bien los tiempos cuando dirigen sus acciones contra uno de los valores superiores de nuestra civilización: el arte en cualquiera de sus expresiones. Subrayan lo obvio: efectivamente, aún tomamos la naturaleza como algo dado y externo y atribuimos el valor a nuestro propio genio.

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Esta lectura no es ninguna novedad en el activismo. De hecho, la lluvia de acciones en museos que están llevando a cabo los jóvenes preocupados por el calentamiento del clima es casi tan vieja como los museos . Los más importantes del continente fueron naciendo a lo largo del siglo XIX y ya en la primera década del XX comenzaron los ‘ataques’. Las protagonistas: las sufragistas .

'Art under attack'

El movimiento feminista por el voto se dio cuenta rápidamente de que el patriarcado había depositado un pedazo de su corazón en el museo , el lugar donde entronizaba a sus genios más queridos. Durante el apogeo del movimiento, las acciones contra obras estratégicamente escogidas fueron constantes. De hecho, en 2013 la Tate Britain de Londres las incluyó en una exposición: ‘ Art under Attack ’ (‘El arte atacado’).

En 1913, las sufragistas Annie Briggs, Lillian Forrester y Evelyn Manesta entraron en la sala de los Prerrafaelitas de la Manchester Art Gallery y deterioraron un total de trece obras , las más valiosas y grandes, que reflejaban un modelo de mujer trasnochado, idealizado e imposible. "Actos y no palabras" clamaba Emmeline Pankhurst , líder de las sufragistas y encarcelada tres días antes del ataque de Manchester por incitación a la violencia.

Ese mismo año, el personal del British Museum tuvo que correr para apagar un buen montón de toallas y otros tejidos empapados en gasolina en los servicios del museo. En marzo de 1914, Mary Richardson acuchilló ‘La Venus del espejo’ , de Velázquez, en la National Gallery de Londres. La sufragista, apodada ‘Mary, la navajera’ por la prensa de la época, fue encarcelada durante seis meses y el museo cerró durante tres meses.

"He tratado de destruir la imagen de la mujer más bella en la historia mitológica como protesta contra el Gobierno de la destrucción de la señora Pankhurst, que es el personaje más bello de la historia moderna", explicó Richardson a los periodistas. Semanas después, Mary Wood, "una dama aparentemente inofensiva" según la prensa, se lio a martillazos con el retrato de Henry James de John Singer Sargent en la Royal Academy. También se atacaron un cuadro masculino del renacentista Gentile Bellini, la ‘Primavera’ de George Clausen y algunas estampas de Jorge V y el duque de Wellington.

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La escalada en las acciones de las sufragistas en los museos causaron un caos considerable y demostraron que el gobierno era incapaz de proteger las obras artísticas de la furia feminista. Se acumularon los cierres, el turismo se resintió. Los ataques a obras de arte fueron r echazados por la mayoría de los políticos , condenados en la prensa y perseguidos por la policía, pero dieron mucha publicidad al sufragismo , aunque muchas veces su agenda quedara eclipsada por la espectacularización de lo delictivo.

Hubo, también, defensores de las sufragistas, como el dramaturgo George Bernard Shaw. Shaw dijo al ‘Tribune’ en 1906: " Las mujeres deberían tener su propia revolución . Debería disparar, matar, herir y destruir hasta conseguir el voto".