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Goldfish leaping from small crowded bowl to large bowl in a living room

Relaciones de pareja

¿En tu casa o en la mía?: por qué cada vez más mujeres no quieren vivir con su pareja

Las mujeres que quieren disfrutar de la intimidad y la compañía de una relación sentimental sin renunciar a la independencia y (lo más importante) sin ser discriminadas en el reparto de tareas domésticas optan por un modelo de relación LAT: vivir juntos en casas separadas.

Es bastante frecuente que motivos laborales separen familias (con un cónyuge viviendo en una ciudad o país distinto) durante largas temporadas, incluso años, pero el fenómeno social que se ha detectado últimamente es el incremento de parejas (casadas, incluso) que viven en casas separadas aunque residan en la misma ciudad. Esta tendencia se conoce como LAT ('living apart together').

Al igual que en el caso de los divorcios (que inician las mujeres en el 70% de los casos), somos nosotras las que damos el primer paso en proponer esta alternativa a la pareja tradicional. Según adelantaron en el libro ‘The New I Do’ (El nuevo sí quiero) la terapeuta Susan Pease Gadoua y la periodista Vicki Larson, en el siglo XXI las parejas están comenzando a replantearse qué tipo de matrimonio encaja mejor con ellas, más allá de las fórmulas de matrimonios de crianza, dedicados al cuidado de los hijos, y los de comodidad, en los que viven juntos para no estar solos o por motivos económicos.

De compañeros de piso a novios de nuevo

Las mujeres que optan por no compartir hogar con su pareja aseguran que de esta forma se benefician de las ventajas de una relación sentimental (amor, apoyo, compromiso) sin renunciar a la libertad de disponer de su propio espacio y tiempo libre, así como poder desarrollar la carrera profesional que deseaban. Según los sociólogos, este tipo de relación puede ser más duradera en el tiempo al asemejarse a un eterno noviazgo, en el que ambos deciden qué tiempo van a compartir y hacen que merezca la pena.

Tradicionalmente, las personas que optan por vivir separadas de sus parejas suelen ser viudas/os o separados conviviendo con hijos, pero ya no es así. Como publicó The New York Times, este tipo de relación de pareja se incrementó un 25% en Estados Unidos entre 2000 y 2019, y en 2021 ha vivido un nuevo aumento tras la pandemia.

Por una parte, en ese momento muchas mujeres se enfrentaron al hecho de que recayó sobre ellas la mayor parte del cuidado de los hijos mientras teletrabajaban, acentuándose la discriminación por sexos en el reparto de tareas. Al mismo tiempo, otras mujeres descubrieron la independencia de vivir solas durante el confinamiento o por el aislamiento necesario al contagiarse, sin la carga de trabajo y emocional de compartir espacio con otra persona.

En consecuencia, muchas de ellas optaron por mantener un sistema de no convivencia (si era económicamente viable) y priorizaron disponer de su propio espacio frente a no estar nunca solas. Incluso, algunas aseguran que ahora se sienten más cerca de sus parejas, con las que se comunican varias veces al día por medios telemáticos, mientras que antes se comunicaban menos, a pesar de compartir el mismo espacio. Han pasado de ser compañeros de piso a recuperar una relación de noviazgo.

A pesar de las estadísticas, lo que no ha variado es el entorno. Padres y amigos siguen expresando sus prejuicios y dudas a las parejas LAT, que frecuentemente tienen que dar explicaciones sobre su compromiso con la otra persona, cuando no son los sentimientos el motivo de la decisión.

Ya en 2016, la historiadora Stephanie Coontz predijo que los matrimonios de parejas formadas por personas del mismo sexo podría aportar a las parejas heterosexuales nuevos modelos de combinar igualdad, intimidad y deseo sexual. Vivir juntos pero separados puede ser uno de esos modelos.