El perfeccionismo , la tendencia a no aceptar bajo ningún concepto los errores propios (y a veces también los ajenos), puede tener muchas formas. Si un comentario crítico de tu jefe te persigue durante toda la semana, escribes y reescribes informes o e-mails porque no te convence el resultado final o si, por temor a no alcanzar la excelencia autoimpuesta , llevas días (o semanas) evitando empezar una tarea pendiente , es probable que seas una perfeccionista de manual. También tiene muchos orígenes distintos: desde la ansiedad y la falta de autoestima hasta, en casos particularmente complicados, el trastorno obsesivo-compulsivo o, incluso, los traumas infantiles.
¿El resultado? Más ansiedad, más estrés , más síndrome del 'burn-out' y una tendencia a la procastinación crónica . ¿Beneficios? Prácticamente ninguno, a pesar de que la cultura empresarial a veces celebre (y premie) este tipo de perfiles. El perfeccionismo no solo es enemigo de lo bueno (como decía Voltaire), sino también del desarrollo profesional y de una buena salud mental en general.
¿Qué tipo de perfeccionista eres?
Y, sin embargo, es una tendencia creciente. Según un estudio de la American Psychological Association, el deseo de ser perfectos a todos los niveles (físico, mental y profesional) está en alza entre los estudiantes universitarios en Estados Unidos. Trasladado al ámbito profesional, el perfeccionista pretende demostrar a jefes y compañeros de trabajo sus competencias y luchar contra fenómenos como el síndrome del impostor . A menudo, las expectativas que empresas y superiores ponen en un solo empleado contribuyen al fenómeno, igual que la cultura de la motivación y la productividad .
No todos los perfeccionistas son iguales. De hecho, suelen distinguirse tres tipos diferentes : quienes se aplican su intolerancia al error a sí mismos, quienes se lo aplican a los demás a través de expectativas poco realistas, y quienes sienten una presión asfixiante por cumplir las expectativas de los otros y, en definitiva, por ser los mejores.
Cómo combatir el perfeccionismo
Aunque en casos particularmente complicados puede ser tratado con la ayuda de un especialista, antes de probar con la terapia, siempre puedes tratar de modificar tus hábitos . Pero, ¿por dónde empezar? Lo primero, es ponerte objetivos razonables y ser realista , admitir tus limitaciones y aplicarte la autocompasión , perdonándote los errores y haciendo un esfuerzo por prestar más atención a tus cualidades.
Practica la autoevaluación . Puedes hacerlo con la ayuda de un diario en el que anotar tus pensamientos perfeccionistas, así como el resultado que han tenido en el pasado. Trata de identificar también el origen de la ansiedad que te provocan ciertas tareas.
Procastinar es un clásico de los perfeccionistas más recalcitrantes. Si no pueden completar una tarea sin asegurarse un resultado perfecto, directamente no se ponen manos a la obra. Pero es la pescadilla que se muerde la cola: pensar en exceso acerca de un trabajo pendiente hace que cada vez resulte más abrumador. Para evitarlo, sigue un horario fijo (puedes probar con la técnica del timeboxing ) y divide las tareas grandes en otras más pequeñas.
El Principio de Pareto
Y para evitar los bucles mentales, pregúntate: ¿Qué sería lo peor que podría pasar? Generalmente, las consecuencias de nuestros errores no son tan graves como solemos imaginar.
Si nada de esto te convence, ahí va el argumento definitivo . Se conoce como la regla del 80/20 , pero también como el Principio de Pareto, un fenómeno comúnmente aceptado que sostiene que el 80% de los resultados derivan del 20% de las acciones . Es decir: invertir demasiado tiempo en detalles irrelevantes pocas veces tiene resultado. Es, sencillamente, una pérdida de tiempo que, además, puede afectar a tu salud mental, pero también a tu rendimiento profesional si no eres capaz de completar las tareas asignadas o cumplir con tus 'deadlines'.
20 de enero-18 de febrero
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