Miembro de la selección femenina de fútbol de los Estados Unidos. /
El 2019 ha sido el año del fútbol femenino. Nunca antes este deporte había tenido tanta visibilidad ni había arrastrado a tantos aficionados. Y gran parte de ese protagonismo se debió a la Copa Mundial Femenina de Fútbol, que se celebró en Francia entre el 7 de junio y el 7 de julio. El eslogan de la competición era “Dare to Shine” (Atrévete a brillar). Y vaya si las deportistas brillaron.
La Copa Mundial Femenina se celebra desde 1991 (la masculina, desde 1930), pero en su octava edición rompió esquemas. La competición se emitió en 135 países y se calcula que fue vista por 850 millones de espectadores en los países participantes. A nivel global, sobrepasó los 1.000 millones de aficionados frente al televisor , doblando el número de espectadores de la anterior cita mundialista, que se celebró en Canadá en 2015. Además, se vendieron más de un millón de entradas en el conjunto de la nueve sedes donde se celebró el torneo.
Aún así, hay mucho que reivindicar. Empezando por los premios: mientras que en el Mundial femenino se repartió un total de 30 millones de dólares en premios , en el masculino de Rusia 2018 la cifra había ascendido a 400 millones. Por eso, fue una Copa del Mundo llena de mensajes y de gestos con los que las deportistas reclamaron sus derechos. Incluso antes de empezar. Ada Hegerberg , la estrella de la selección noruega y primer Balón de Oro femenino, ya había anunciado en 2017 que no jugaría el Mundial si la federación de su país no igualaba las condiciones de las jugadoras con las de los jugadores masculinos de la selección del país nórdico. No se refería solo a salarios, sino también a infraestructuras para jugar y entrenar y a confort en los viajes.
“El fútbol es el deporte más importante de Noruega para las niñas y lo ha sido durante años, pero las chicas no tienen las mismas oportunidades que los chicos”, había escrito Hegerberg en un comunicado. La federación de Noruega se movió algo en materia salarial antes del campeonato, pero no lo suficiente, así que la jugadora, que es una de las estrellas del Olympique de Lyon, decidió renunciar a competir por la Copa del Mundo.
Más lejos llegaron las jugadoras de Estados Unidos , que se alzaron con la preciada copa. Tres meses antes de empezar el Mundial, las 28 jugadoras de la selección estadounidense presentaron en Los Ángeles una demanda contra la U.S. Soccer, la federación de fútbol del país, por “discriminación institucionalizada de género”. Cobran menos, pero, además, deben entrenar en peores horarios y condiciones que sus colegas masculinos. Y eso a pesar de haber ganado más competiciones, generado más ingresos y atraído a más audiencia que sus colegas masculinos. Aunque el fútbol es un deporte secundario en Estados Unidos, el equipo femenino ha conseguido ponerlo en el mapa gracias a su triunfo en la Copa del Mundo… y al carisma de su capitana, Megan Rapinoe, que ya se ha convertido en un icono de la lucha por la igualdad de género en el fútbol.
El Real Madrid también es de ellas
Fuera de la Copa Mundial Femenina, en 2019 España también asistió a un fenómeno sin precedentes: en marzo se batió un récord absoluto de asistencia a un partido de fútbol femenino entre clubes. Fueron 60.739 aficionados los que se acercaron al Wanda Metropolitano para animar el encuentro entre el Atlético y el Barcelona . El estadio madrileño estaba prácticamente repleto. Además, la sección femenina del Barça llegó hasta la final de la Champions (aunque perdió frente al Olympique de Lyon) y el Real Madrid, por fin, inauguró su equipo de fútbol femenino, después de comprar la licencia del Club Deportivo Tacón. El blanco era el último de los grandes clubes en llegar: el Barcelona, el Atlético y el Athletic ya contaban con su sección femenina.
Por su parte, las futbolistas españolas también han tenido su lucha particular durante el año pasado. En noviembre, las jugadoras de la Primera Iberdrola (la categoría reina del fútbol femenino español) decidieron ir a la huelga después de que los sindicatos y los clubes no llegasen a un acuerdo sobre su convenio colectivo. Así que durante el fin de semana de la novena jornada no se jugó ningún partido. Al final hubo acuerdo: las futbolistas de la Primera Iberdrola tendrán un salario mínimo anual de 16.000 euros por una jornada completa y un 75% de parcialidad. Un gran triunfo, aunque aún queda mucho por hacer.