Mackenzie Scott es, según la revista Forbes, la tercera mujer más rica del mundo , con un patrimonio estimado en más de 57.000 millones de dólares . De paso, se ha convertido también en la más poderosa del planeta gracias a una acción filantrópica tan generosa como revolucionaria. Su ex marido, el fundador de Amazon Jeff Bezos es, a día de hoy (los rankings cambian en cuestión de horas al ritmo frenético de los mercados) el hombre más rico del mundo con una fortuna que la publicación económica estima en 200.000 millones de dólares . Y sin embargo, su generosidad y compromiso son, cuanto menos, cuestionables. Sobre todo, en comparación con los de su ex mujer, que hace unos días volvía a hacer una donación millonaria : 133 millones de dólares a la ONGCommunities in Schools dedicada a combatir el abandono escolar en más 2.900 escuelas norteamericanas.
Según Forbes, en menos de dos años Scott ha donado el 18% de su fortuna , un total de 8.600 millones de dólares repartidos entre 780 organizaciones. Su ex marido, en cambio, no llega al 1% , un porcentaje exiguo que, sin embargo, se traduce en más de 2.000 millones de dólares de donaciones. Pese a eso, la actitud de Bezos hacia la filantropía es notablemente diferente a la que exhibe su ex mujer. Para empezar, el fundador de Amazon no figura entre los firmantes de The Giving Pledge , una iniciativa impulsada por Bill y Melinda Gates , pero también por Warren Buffett , que compromete a las grandes fortunas del mundo a donar la mayor parte de su fortuna. En 2019, poco después de firmar el divorcio más ventajoso de la historia ( 38.000 millones de dólares en 'stock' de Amazon)Mackenzie Scott se convirtió en firmante de la iniciativa y prometió emplearse a fondo "hasta que la caja fuerte esté vacía" .
Interrogado por su acción filantrópica (o falta de ella) Bezos ha exhibido una postura muy diferente. "La única forma que veo de desplegar tantos recursos financieros es convertir mis ganancias de Amazon en viajes espaciales ", dijo en 2018 antes de que Blue Origin , su compañía aeroespacial para viajeros multimillonarios, fuera una realidad contante y sonante. Antes, en 2012, llegó a decir: "Nuestras actividades empresariales principales son, probablemente, lo más importante que hacemos para contribuir (…) Estoy convencido de que, en muchos casos, los modelos con ánimo de lucro mejoran el mundo más que los modelos filantrópicos , si es que pueden funcionar". En otras palabras, Bezos no cree en la filantropía. Sí cree, en cambio, en los yates . El magnate está construyendo uno valorado en 500 millones de dólares que obligará a desmantelar (y volver a poner en pie) un histórico puente de la ciudad holandesa de Rotterdam que bloquea su paso al mar.
En su última carta abierta, publicada en diciembre, su ex mujer hablaba de cómo un acto de generosidad tenía el poder de inspirar otros , pero también de que prefiere hablar de "dar" que de "filantropía" porque mientras lo primero lo puede hacer todo el mundo, lo segundo a menudo parece un juego solo apto para multimillonarios. Scott recordaba, por ejemplo, la vez que su dentista le atendió gratis porque no podía pagar la factura o cuando su compañera de habitación en la universidad le dejó 1.000 dólares para pagar una matrícula que le permitió no abandonar sus estudios.
Según algunos analistas norteamericanos, Scott está contribuyendo a reinventar la filantropía moderna . Su modelo está basado en la confianza en las organizaciones destinatarias , que pueden utilizar el dinero como mejor consideren y sin rendir cuentas al donante de turno.
Una forma de entender la filantropía que, según desvelaba hace unos días el diario Wall Street Journal, también está dispuesta a abrazar Melinda French Gates , que tras su divorcio ha decidido buscar nuevos destinos para su inmensa fortuna más allá de la Fundación que lleva su nombre.