Antes de que Sheryl Sandberg se convirtiera en la más icónica de las girl bosses del sector tecnológico (y mucho antes de que tanto ella dimitiera de su cargo en Facebook como de que la mística alrededor de la jefa millenial caducara definitivamente), estuvo Marissa Mayer . En el testosterónico universo de Silicon Valley, Mayer era un auténtico unicornio. Su perfil de mujer joven, influyente y ambiciosa causaba auténtica fascinación a principios de los 2000. Sus entrevistas y perfiles en prensa se multiplicaban. No era algo casual. Google llegó a tener un equipo entero dedicado en exclusiva a promocionar el perfil de su joven ejecutiva . En poco tiempo, Mayer se convirtió en la cara más visible de Google y luego, en la de Yahoo , de la que fue CEO durante un lustro. Cinco años después de abandonar el cargo (y la vida pública) Mayer se ha convertido en un pequeño enigma .
Criada en un pueblo de Wisconsin, su madre era profesora de arte, su padre, ingeniero y ella, una niña aplicada y brillante en matemáticas y ciencias , que practicaba ballet y piano y trabajaba en el supermercado local durante el verano. Cuando solicitó su ingreso en las universidades norteamericanas más prestigiosas, le aceptaron en todas: desde Harvard hasta Stanford . Se decantó por esta última. Aunque su primera vocación fue la medicina, una clase de iniciación a las ciencias de la computación le hizo cambiar de rumbo académico. Terminó especializándose en inteligencia artificial y para cuando terminó la carrera tenía 12 ofertas de trabajo sobre la mesa .
Una pequeña y desconocida 'start-up'
Escogió la más arriesgada de todas: una pequeña y desconocida 'start-up' tecnológica . Fascinada por el ambiente joven e inconformista y la pasión de sus dos fundadores, Mayer se convirtió en la empleada número 20 de Google . Durante los trece años siguientes pasó de ser una programadora rasa a ocupar la vicepresidencia de productos de búsqueda y experiencia de usuario. Por sus manos pasaron todos los proyectos estrella de la compañía: desde el famoso buscador hasta Gmail o Google Maps.
Y cuando en 2004 Google salió a bolsa, Mayer se convirtió automáticamente en multimillonaria . Sus fiestas, que casi siempre tenían como escenario una antigua funeraria de Palo Alto que terminó comprando , se hicieron legendarias y empezó a codearse con las altas esferas del poder, llegando a organizar un evento para recaudar fondos para la campaña de Barack Obama en su propia casa.
100 horas a la semana
Pero como cualquiera con esa posición y esa visibilidad, Mayer se ganó una reputación . No siempre buena. Con jornadas de trabajo semanales que superaban las 100 horas y rutinas de descanso de apenas cuatro horas de sueño al día, su exigente estilo liderazgo (que ha sido definido como "obsesivo" y "pedante" por algunos de sus antiguos subordinados) le hizo ganarse muchos enemigos dentro de la compañía. Pero también fuera de ella. Como cuando contó en una conferencia que cuidar de su primer bebé era "fácil" obviando que tenía una niñera personal instalada en la oficina. O como cuando, después de dar a luz a sus gemelas, se tomó solo cinco días de descanso antes de volver al trabajo. O cuando prefirió definirse como "ciega ante el género" en lugar de feminista.
En 2012, Mayer decidió cambiar de aires y aceptar una de esas ofertas imposibles de rechazar. Durante los cinco años siguientes, fue CEO de Yahoo en el momento más complicado de la tecnológica. Aunque al principio consiguió remontar el valor de la compañía en bolsa, no logró hacerla rentable y en 2017 Yahoo fue finalmente adquirida por Verizon. Poco después, Mayer abandonaba su puesto con un finiquito de 24 millones de dólares en el bolsillo. Según Forbes, su patrimonio personal supera los 700 millones de dólares .
Desde entonces, su anterior omnipresencia mediática es historia . Aunque en 2018 anunció la creación de la 'start-up' Lumi Labs, más tarde rebautizada como Sunshine, y en 2020 se anunció el lanzamiento de su primer producto de software, un 'app' especializada en gestionar la agenda de contactos con ayuda de inteligencia artificial, desde aquel anuncio el silencio en torno a Mayer y su compañía es atronador .
Sin apenas actividad en las redes sociales, en su último tuit, fechado el pasado 2 de septiembre y el primero en casi dos años, Mayer anunciaba el inicio de una nueva etapa para su empresa con el traslado de su sede a las antiguas oficinas de Facebook . ¿En qué estará trabajando ahora Marissa Mayer? De momento, solo ella lo sabe. Continuará.