Marita Alonso
Hablar de placeres culpables siempre encierra cierto esnobismo. Al fin y al cabo, se trata de un intento de maquillar el hecho de que algo nos gusta (o incluso nos fascina) pese a no ser considerado (por el resto) como un producto de calidad. Y sin embargo, son esos guilty pleasures los que suelen convertirse en nuestra debilidad. Lo demuestran el éxito en Netflix de series plagadas de estereotipos como Un lugar para soñar o Sexo/Vida pero también el consumo de series y películas adolescentes por parte del público más adulto o el incontestable fenómeno del hate watch (esas series que devoramos pese a odiar) que representa ‘Emily in Paris’. Pero, ¿qué explica este fenómeno?
Para empezar, cuando nos topamos con un contenido de calidad dudosa , aflora el crítico televisivo que todos creemos llevar dentro. Y es más sencillo criticar una obra que ha sido previamente despellejada por otros que señalar lo que no nos gusta cuando el aplauso es generalizado. Y para continuar, porque escribir un tuit o subir un story repleto de sarcasmo sobre una escena disparatada es un imán para los likes.
Además, en un momento en el que sentir que formamos parte de algo es más importante que nunca, encontrar a otras personas que también "desprecian" (aunque en realidad aman) la misma serie/película/ realityque nosotros nos hace sentir que pertenecemos a una comunidad. En esta unión frente al odio compartido, disfrutamos al comprobar que nuestras creencias y convicciones son apoyadas por otros.
El fenómeno hater se vuelca ahora en personajes de ficción o en tramas inverosímiles. Y eso tiene sus ventajas. Siempre es mejor odiar una serie y a sus personajes de ficción que detestar a un influencer e inundarle con comentarios cargados de odio. Además, comentar entre risas nuestra debilidad por los guilty pleasures puede ser una forma de catarsis.
El único "pero" que le podemos poner a esa conducta es que nos metamos demasiado en el papel del que odia y que termine afectando a nuestro humor. Una cosa es convertirnos en el Grinch mientras nos reímos de Emily in Paris y otra bien diferente es terminar viviendo en Whoville 24/7.
Al final, por muy esnobs que nos queramos poner, los hate watch no pueden ser tan terribles como decimos . Si lo fueran, no las veríamos. Además, a menudo, son la irrefutable fórmula del éxito. Que Emily in Paris vaya a tener una segunda temporada lo deja muy claro.