La actriz Ángela Molina. /
Decía Luis Buñuel que, si uno miraba en el fondo de sus ojos, podía verse una escalera de caracol. Y es cierto: el rasgo más fascinante de Ángela Molina (Madrid, 1955) es su mirada misteriosa y profunda. Hija del actor y cantaor Antonio Molina, y tercera de ocho hermanos, comenzó como bailarina y también probó talento en la pintura, aunque debutó con 16 años en el cine y, de lo que parecía un sueño de infancia ("Me gustaba jugar al teatro desde que era muy chiquitita"), hizo una profesión. En 1977, cuando protagonizó 'Ese oscuro objeto del deseo' a las órdenes de Buñuel, se consagró como actriz internacional.
Auténtico icono de belleza generacional, desde hace más de 40 años cautiva con su atractivo salvaje y su camaleónico instinto para la interpretación. Y en la madurez ha alcanzado una belleza fascinante, serena y magnética. "La belleza es un estado del corazón -sostiene-. Y también es algo que va cambiando. Mi madre, con 84 años, se reconoce bella cuando era joven, pero yo la veo bella cada día. Yo creo que hay que buscar la belleza en todo lo que nos rodea y siempre". Sobre el perfume, remata: "Me gusta expresarme con el perfume; sin él me siento desnuda".
*Artículo originalmente publicado en el número 967 de mujerhoy.
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