Buenas tardes. Estoy buscando uno de esos muebles, no me acuerdo cómo se llaman, que sirven para cambiarles los pañales a los bebés, ¿tienen?
- Sí, claro, por aquí por favor. El bebé, ¿es niño o niña?
- Pero... eso ¿qué más da? ¿Es que hay alguna diferencia?
- ¡Pues claro! Si es niña, los tiradores de los cajones llevan un corazón. Si es niño, llevan un barco.
La anécdota me la contó mi amiga Nuria Varela, y la uso siempre que alguien (suele ser un hombre, suele ser en el coloquio después de una conferencia, suele ser en un tonillo de "ahora te voy a pillar") exclama: "¡Son las madres las que educan a sus hijas e hijos en el machismo!". Yo no contesto directamente: primero, cuento la anécdota del cambiador de pañales, para mostrar hasta qué punto nos educan en el machismo desde la más tierna edad (de hecho, a cualquier edad), a todas horas y desde todas partes. Corazones y barcos, piratas y princesas, la Cenicienta, bicicletas rosas y azules, "qué mona estás", la Pitufina, el perfume para el Día de la Madre y la cartera para el Día del Padre, "los niños no lloran", el coche grande de papá y el pequeño de mamá, la Bella y la Bestia, James Bond, Supermán, Spiderman, y todas las fotos del poder -del Ibex 35 a la Conferencia Episcopal, pasando por el Vaticano y la apertura del año judicial- compuestas por hombres, exclusivamente o casi... Relajémonos: contra semejante invasión, poco podemos hacer.
¿Eduqué yo a mi hija y mi hijo en el machismo? Intenté no hacerlo. Pero si querían ver la película de la que todo el mundo hablaba: Iron Man o Crepúsculo, horriblemente machistas ambas, yo ¿qué iba a hacer? No existía una película alternativa: con el mismo glamur de Hollywood, las actrices y actores de moda, estrenada a bombo y platillo en el mundo entero, pero que transmitiera otros valores. Entonces, ¿qué? ¿Castigados sin cine, por tener una madre feminista? Y si le digo a mi hija -pero no a mi hijo- que no ande sola de noche y que no pierda de vista su vaso en la discoteca, ¿soy machista? ¿O solo estoy reconociendo que lo es el mundo para el que la estoy educando? Mi madre, por ejemplo, estaba obsesionada por convencerme de que debía llegar virgen al matrimonio. ¿Es que creía en la castidad? Qué va; estaba furiosa porque las mujeres tuvieran que ser castas mientras los hombres se iban de putas, pero quería protegerme de lo que en la sociedad machista de entonces era la peor situación en la que podía encontrarse una chica como yo: la de madre soltera. Hoy, cuando la libertad sexual no escandaliza a nadie y un embarazo no querido se puede evitar o interrumpir legalmente, mi madre saluda con naturalidad a los sucesivos novios o novias que le presentan sus nietas.
Las madres, en fin, hacemos lo que podemos. Y hay una cosa que podemos hacer; una sola, pero fundamental: dar ejemplo. Como me dijo una vez la psicóloga de mi hija: "No importa lo que le digas. Lo que importa es lo que ella vea que haces".
Y por cierto... ya que hablamos de educar... ¿no falta algo? ¿Alguien? Esta es mi última respuesta al caballero que me pregunta con retintín si el machismo no lo transmiten las madres: ¿y los padres? ¿Acaso educar no es, también, asunto suyo?