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Ana de Inglaterra, la princesa con los pies en el suelo

Por sus palabras la conoceréis: “Ser princesa es algo mágico para mucha gente, pero ese papel no me pega”. Entrevista en la televisión australiana, 1980.

La princesa Ana de Inglaterra. / getty

Elena Castelló
Elena Castelló

¿Puede tener una princesa los pies en la tierra? Ana de Inglaterra, princesa real, sí. Al menos, eso quiere creer una nueva generación de británicos. Un vídeo viral con Trump, una prestigiosa serie de televisión y su nombramiento, relevando a su sobrino Harry –como la primera mujer capitán general de la Marina Real– le han concedido una renacida popularidad en un año que amenaza con ser horribilis.

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La frase “estoy aquí para trabajar” ha sido su divisa, recuerda hoy la prensa. Tras años fuera de foco, la gente vuelve la vista hacia su sencillez y su sentido del humor, su cabezonería y su costumbre de decir tacos en público.

¿Quién es?:

  • Anne Elizabeth Alice Louise nació el 15 de agosto de 1950 en Londres.

  • Segunda de los cuatro hijos de la reina Isabel II y decimocuarta en la línea de sucesión al trono.

  • Se casó con el capitán Mark Phillips en 1973 y se divorciaron 11 años después. Tienen dos hijos, Zara y Peter. Se volvió a casar con el vicealmirante sir Timothy Lawrence en 1992.

  • Fue el primer miembro de la familia real inglesa que ha competido en unos Juegos Olímpicos, en Montreal, en 1976, como amazona, su pasión.

  • ¿Por qué ahora? Ha asumido las funciones militares del príncipe Harry.

En los 70, los periódicos comentaban sus cardados, sus conjuntos de fuertes colores amarillos o rojos y sus caprichosas gafas de sol. Ella se enfrentaba a los periodistas cuando la retrataban cayéndose de un caballo. Pero tenía una suerte de autenticidad británica que le atrajo las simpatías, aunque hizo lo que quiso. Fue la primera divorciada de la familia en casarse de nuevo en 90 años. No aceptó títulos nobiliarios para sus hijos y, cuando un perturbado intentó secuestrarla el 20 de marzo de 1974, espetó al asaltante: “Ni lo sueñes”.

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Colabora en más de 300 organizaciones y asiste a más eventos al año que su madre, la reina. Ha logrado lo que buscaba: que no le presten más atención de la debida. ¿Así deben ser las princesas? Es lo que, al menos, hace ella. El pueblo parece aprobarlo. Cuando todo se desmorona, Ana vuelve como la Windsor en quien confiar.