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Las maneras de lady Kitty Spencer, sobrina de la princesa Diana (es hija de su hermano menor, Charles, actual lord Spencer), revelan que está acostumbrada a tratar con gente y a hacerlo con entusiasmo aristocrático. Responde a las preguntas con simpatía, pero evita cualquiera sobre su vida privada. Habla de su infancia “en la naturaleza”, de su carrera como modelo, que dirige la misma agencia de Kate Moss, y de su “compromiso social, una obligación porque soy una persona privilegiada”. De sus primos, los príncipes William y Harry o del “paso atrás” de los duques de Sussex, ni una palabra. Es “privado”. Al igual que su compromiso con el empresario sudafricano Michael Lewis, 32 años mayor que ella. “De temas personales no va a hablar”, insiste con firmeza su asistente.
De Diana de Gales esboza una breve alusión. Murió cuando ella apenas tenía siete años. “Conservo muy pocos recuerdos, era muy pequeña, aunque esos pocos son preciosos para mí”, explica. Y sobre qué significa ser una royal, se ríe y contesta: “No lo sé”.
Lady Kitty nació en Londres, en 1990, aunque su educación no fue la de una lady al uso. Pasó su infancia en Ciudad del Cabo (Sudáfrica), lugar de origen de su madre, Victoria Aitken, también modelo. Sus padres decidieron mudarse allí cuando ella tenía cinco años buscando una vida sencilla para sus cuatro hijos y, sobre todo, lejos del tumulto de los medios que entonces perseguían sin descanso a los Spencer. En Sudáfrica vivieron una vida muy tranquila y relajada, jugando en la playa, en el bosque... “ Estábamos siempre al aire libre. Me acuerdo de las montañas, de cuando íbamos a nadar”, cuenta hoy Kitty. “ Aprendí a amar la naturaleza y por eso siempre me trae recuerdos de mi infancia. Fui muy libre y feliz”.
Los Spencer se divorciaron en 1997. Su padre regresó a Londres y ella y sus tres hermanos se quedaron en Sudáfrica con su madre. Pasaba los veranos en el castillo familiar de Althorpe, donde hoy está enterrada Diana en mitad de un lago. No se instaló en Inglaterra hasta los 23 años, tras pasar por la Universidad de Ciudad del Cabo. Antes había hecho su presentación en sociedad en el Baile de Debutantes del Hotel Crillon de París. Es la mayor de sus hermanos, pero la tradición no le dejará heredar los títulos. A pesar de ello, le parece un privilegio femenino vivir en el siglo XXI. “Es increíble la apertura y la diversidad que hay hoy, creo que es una muy buena época para ser mujer”, asegura.
Su primer posado fue para la revista Tatler (aunque, con dos años, apareció en brazos de su madre en la portada de Harper’s Bazaar). Es imagen de Dolce & Gabbana y Bvlgari, ha desfilado en Nueva York y Milán, y tiene más de medio millón de seguidores en Instagram. Pero su currículum no parecía encaminado a la moda: estudió Psicología, Política, Historia del Arte, Literatura y Gestión de Marcas de Lujo.
Convertirme en modelo ocurrió de una forma natural –explica–. Participé en un desfile en 2017 y en una sesión de fotos para una organización benéfica, y me encantó. Pensé que era algo que contrastaba y equilibraba mis estudios y mi labor benéfica. Es un trabajo muy creativo y divertido, que te permite conocer a gente maravillosa y ver lugares muy hermosos. Fue un cambio en vida y he tenido mucha suerte de tener experiencias como estas”. Fue su llegada a Londres en 2015 lo que abrió sus expectativas: “Me fascinó la creatividad de la ciudad, el talento que emerge por todas partes, y eso me permitió explorar”.
Sobre su madre es clara: “Me apoya mucho, hablamos todo el rato, le enseño mi maquillaje por FaceTime, fotos... Solemos estar de acuerdo y valoro mucho tener ese respaldo, porque ella conoce bien cómo funciona la moda y la carrera de modelo”. Sin embargo, el radar de los medios ya la había localizado en la boda de su primo Guillermo y Kate Middleton, en la catedral de San Pablo, sentada junto a sus dos hermanas, Amelia y Eliza. Todas las miradas se fijaron en ellas, casi idénticas, con sus largas melenas rubias, sus ojos azules y tres tocados en forma de flor. Lady Kitty volvió a atraer las miradas en otra boda, la de Harry y Meghan Markle, y se colocó a la cabeza de las listas de elegantes. Se lo toma con naturalidad. “¿Mi estilo? Me encanta el color, los cortes femeninos clásicos, la buena sastrería; y disfruto poniéndome vestidos maravillosos. Por eso me gusta tanto este trabajo”. ¿Y qué es ser bella? “Un momento de felicidad, sentirse cómoda, bien en tu piel. Las personas que lo transmiten son las más bellas”, concluye.
Kitty Spencer es la embajadora de Puerto Banús en su 50 aniversario, cinco décadas en las que el puerto malagueño se ha convertido en el más exclusivo de Europa por su oferta naútica, gastronómica, hotelera, deportiva y de compras. Juan Núñez-Insausti, consejero delegado, explica que la eligieron porque representa sus valores: “Sofisticación, autenticidad y pasión por las experiencias únicas”.