La sensación es, de alguna manera, de desilusión. Como si se hubiera desinflado la burbuja de nuestras expectativas. El segundo gran debate de las inminentes elecciones presidenciales estadounidenses, el que enfrentó a los candidatos a la vicepresidencia Kamala Harris y Mike Pence , no ofreció el espectáculo político que se esperaba. Un asesor del partido demócrata lo definió a la perfección en el periódico 'The New York Times', días antes del enfrentamiento: “Podría ser el momento del triunfo definitivo para ella. Va a ser su aparición pública más importante hasta la noche electoral, así que no tiene que reservar artillería para una docena más de debates, como sucedió en 2019. Solo tiene que salir, arrinconar a Pence contra la pared y abandonar el plató dejando un rastro de sangre detrás de ella”. Justo lo que no sucedió.
El debate entre el vicepresidente republicano Mike Pence (61 años) y la aspirante demócrata parece subrayar el perfil ciertamente bajo que Kamala Harris (55 años) ha ocupado desde su nombramiento como candidata, inevitable en una candidatura que debe enfocarse sobre todo en Joe Biden (77 años), posible futuro presidente.
De hecho, fueron los dos, Pence y Harris, los que quisieron ofrecer una imagen de máxima sumisión a sus respectivos superiores y mínimo protagonismo personal. La razón de esta pretensión de discreción es clara: de momento son los dos candidatos más claros para las presidenciales de 2024. Biden ya ha reconocido que es una “figura de transición” que cederá el testigo a “las nuevas generaciones” en el partido demócrata, mientras que Donald Trump, de 74 años, de superar su enfermedad, se enfrentaría a su última reelección.
Alexis Grenell, estratega demócrata, apuntó en el diario 'Washington Post' un detalle interesante sobre el discurso de Kamala Harris, lastrado por tener que defender al candidato Biden, su presidente, y a la vez postularse ella misma como su segunda. “Los hombres son evaluados en base a su potencial, a lo que dicen que harán, pero las mujeres deben demostrar que están capacitadas para aspirar a una posición”, explicó la experta. Harris tiene que insistir una y otra vez en su curriculum en la administración pública: fiscal de distrito, fiscal general, senadora (la segunda mujer negra que lo consigue en el país) y miembro del Comité de Inteligencia del Senado.
Otro gran lastre de Kamala Harris: no pudo desplegar su 'punch' de fiscal debido a la enfermedad sobrevenida de Donald Trump. La campaña demócrata eliminó la publicidad negativa que atacaba a Trump y una exceso de agresividad podría haber sido malinterpretado. Además, tiene que controlar milimétricamente su tono para no caer en otro de los estereotipos sexistas y racistas que pesan sobre las mujeres negras: el que las tacha de agresivas e incontrolables. “Era muy consciente de la necesidad de dejar pasar ciertos ataques para no ser vista como enfadada o agresiva”, constató en 'The New York Times' Karen Finney, asesora de campaña demócrata que también trabajó para Hillary Clinton.
"También debes estar preparada para los desaires, los esfuerzos por disminuirte, personalmente, como mujer que está a punto de ser nuestra próxima vicepresidenta", le dijo Clinton a Kamala Harris en su podcast. “Creo que habrá muchas maniobras del otro lado para intentar encasillarte”. Recordemos: Hillary Clinton tuvo que aguantar todo tipo de insultos y burlas, especialmente por sus llamativos trajes de chaqueta y pantalón, un look con el que trataba de encontrar un punto medio entre la autoridad (los pantalones) y la feminidad (los colores). Los votantes aún se resisten a votar a las candidatas para posiciones de máximo poder, de ahí que hayan de modular con mucho cuidado las señas de identidad femenina que trasladan a su electorado.
Harris ha optado por la línea más dura: su traje azul se confundía prácticamente con el fondo de la escenografía del debate. Además, también lleva traje pantalón, pero en estricto negro o azul. Al control de sus intervenciones se suma el de sus estilismos, absolutamente intrascendentes. Tiene una buena razón: su objetivo si llega a la Casa Blanca es parecer una vicepresidente, no una primera dama.
Pero, ¿por qué Kamala no brilló en el debate? En su conversación más o menos 'interruptus', ambos consiguieron mostrar que sus respectivos partidos tienen posiciones contrapuestas en cuestiones centrales: economía, salud, derechos sociales. Para los republicanos, Kamala Harris es una radical. Para los demócratas, el gobierno republicano es «el mayor fracaso de cualquier administración de la historia». El momento más emocionante del debate se produjo cuando una mosca se posó sobre la cabeza de Pence. En pocas horas, un montaje mostraba a Harris con la solución.
Ambos dos, Kamala y Pence, debían extremar la prudencia, no solo para no arruinar antes de tiempo su larga carrera hasta el deseado despacho oval. Además, ambos quisieron ofrecer una imagen de la clase política estadounidense distinta de la que trasladó el debate entre Trump y Biden: a pesar de los 'rifirafes', se mostraron educados, sonrientes y profesionales.
Una buena decisión política que, sin embargo, pudo defraudar a quien se ha acostumbrado a la espectacularización y la efectista narrativa de 'reality show' que aquejan a la política global: naufragó el deseo nada disimulado de contemplar a una mujer negra 'machacando' a un hombre blanco y representante de políticas muy regresivas (cree que la homosexualidad se puede 'curar' y ha votado en contra de la igualdad salarial).
En realidad, ambos contendientes cometieron fallos. Kamala Harris no quiso o no supo contestar a la pregunta más controvertida del debate: ¿apoyará ampliar el número de jueces que componen el Tribunal Supremo para compensar la holgada mayoría republicana que Trump va a conseguir con el nombramiento de la jueza conservadora Amy Coney Barret? Mike Pence no dejó de interrumpir a Harris y a la moderadora, la periodista de 'USA Today' Susan Page, sirviéndole en bandeja a la candidata demócrata un momento similar al que protagonizó Biden, cuando le espetó a Trump: “¿Te puedes callar, tío?”.
Harris le repitió a Pence: “Señor Vicepresidente, estoy hablando”. Lo hizo tantas veces, que su queja se ha convertido en un meme, viral porque refleja una situación que las mujeres viven todos los días. Según un estudio de 2014 de la Universidad George Washington, cuando los hombres hablan con mujeres interrumpen un 33% más que cuando están conversando con alguien de su mismo sexo.
20 de enero-18 de febrero
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