Hay detalles que pasan desapercibidos. Especialmente si quien los protagoniza es una persona convencida de que debe darse la importancia justa. Y a la vez son señales que guían el camino. El 14 de diciembre, Ana Rujas (Madrid, 1989) recogió el Premio Ondas a la mejor serie dramática por Cardo, la arriesgada, honesta y brutal ficción que creó y protagonizó junto a su amiga Claudia Costafreda, directora y coguionista.
Bajo su larga gabardina negra, la actriz lucía la camiseta con la que Angelina Jolie acudió a los Critics Choice en 2000: la del cartel de Una mujer bajo la influencia, la película de John Casavettes. A casi nadie se le escapó el guiño de Ana a aquel look, entre el punk de autor y la resaca grunge, con el que Jolie desafió los códigos de la alfombra roja. Sin embargo, no todos sabían que la influencia que estaba invocando la madrileña era Gena Rowlands, la protagonista de aquella película que con tanta valentía y precisión colocaba el foco sobre una mujer profundamente herida.
«¡Qué guay que te dieras cuenta!», celebra Ana tras la sesión de fotos para este reportaje. Con las cejas decoloradas de rubio platino para un vídeo del que no puede hablar –¿será de su pareja, el músico Sen Senra?–, en la mirada tiene un destello de ilusión genuina. «Pensé en escoger otra película de Gena, porque quería hacerle ese homenaje, es mi actriz favorita, pero hablándolo con mi estilista entendimos que podía ser chulo recuperar la misma camiseta que Angelina».
Al fin y al cabo, en aquella ocasión, Jolie fue premiada por su papel en Inocencia interrumpida, un personaje al límite que también guarda algún paralelismo con la María de Cardo. Actriz y modelo en horas bajas, inmersa en una espiral autodestructiva de drogas, mentiras y permanente huida, la habíamos dejado al final de la primera temporada cumpliendo condena.
Con el sello de Suma Content, la productora fundada por Javier Calvo y Javier Ambrossi (Veneno, Paquita Salas), el próximo 12 de febrero AtresPlayer Premium estrena los dos primeros episodios de la segunda temporada de la serie. Quien espere una continuación natural, quedará desconcertado. María acaba de salir de la cárcel y todo ha cambiado. Empezando por ella.
«Empezamos a escribirla cuando se estaba comenzando a ver la primera temporada, cuando no sabíamos que iba a gustar tanto, sin apenas tiempo para pensar, pero también sin expectativas», explica Ana, que insiste en hablar en plural siempre de Cardo.
«Lo que sí teníamos clarísimo es que no queríamos hacer lo mismo. Necesitábamos cambiar de perspectiva. Como actriz, a mí también me interesaba ver otra cara del personaje y hasta cambiar de barrio...». La Malasaña gentrificada de la primera entrega deja paso a barrios de la periferia madrileña como Tetuán, un golpe de realidad para despertar del sueño hipster.
« No nos interesaba hacer un retrato generacional y el paso de María por la cárcel lo vimos como una oportunidad para hablar de otras cosas», reconoce. Por ejemplo, del misticismo y la espiritualidad encarnadas en Santa Teresa de Jesús, una figura a la que llega la protagonista en prisión, gracias a la lectura de El libro de la vida. «La religión la ha absorbido y, si en la primera temporada ella seguía el camino de la Virgen, esta vez su meta es convertirse en Santa. A ver si lo consigue, claro...», medita la actriz.
MUJERHOY. ¿Este cambio tan radical obedece también a una necesidad de separarse del personaje, de que no tenga tantos ecos de su propia experiencia?
ANA RUJAS. Hay cosas obviamente que son muy cercanas a mí y me lo preguntan a menudo. No soy María y tampoco me gustaría serlo. Bueno, a veces estaría bien... Le da todo más igual que a mí. Como intérprete siempre me apetece explorar otros registros, exponerla a otras situaciones. Por ejemplo, esta vez María no diría que reacciona de una forma más cómica, pero sí que hay más comedia en la serie, es todo más divertido y me parece que ella tiene más gracia.
MH. En ese sentido, recuperan el recurso de los subtítulos que ya aparecía en la primera temporada, para transmitir el contraste entre lo que María piensa y lo que dice.
La diferencia es que ahora se está esforzando por ser buena e intenta no pensar cosas negativas, aunque de vez en cuando se le escapa alguna. Ella ahuyenta esos malos pensamientos tirando de una pulsera que lleva en la muñeca, igual que otra gente lo hace pegándose un pellizco. Es una técnica muy de santa.
MH. ¿Cómo llegó a su vida Santa Teresa de Jesús?
Fue en la sala de guión, cuando buscábamos una manera de continuar la evolución de María y creo que fue Lluís Sellarès, coguionista y director de algunos capítulos, quien trajo El libro de la vida a las reuniones. Estábamos en plena ebullición creativa y encajó muy bien, pero no fue una revelación mística o consecuencia de alguna experiencia religiosa que tuviéramos nosotras.
MH. Aparte de Gena Rowlands, ¿quién le ha iluminado en momentos de duda e incertidumbre?
Siempre digo que Angélica Liddell, con sus montajes y libros. Y no quiero repetirme, pero es que es la verdad; me ha acompañado muchísimo a lo largo de mi carrera.
MH. Aunque estemos aquí por una serie de televisión, el teatro alternativo es algo que forma parte de su identidad como actriz.
Es donde siempre he estado intentando levantar proyectos y algunas veces lográndolo. Primero en salas pequeñas y luego ya en teatros como el Pavón, donde montamos La mujer más fea del mundo. Ahora tengo muchas ganas de volver al teatro. Me apetece mucho hacer un clásico, una obra de Lorca o algo de Chéjov.
MH. ¿Estaría preparada para ser la Nina de La Gaviota?
¡Ojalá! Pero también Las tres hermanas, Ivánov o algo de Strindberg. Hay tantas obras que querría hacer... En mi lista de deseos tengo interpretar un clásico, pero muchas cosas más. Por ejemplo, trabajar con María Velasco, Paco Bezerra y un montón de directoras de la escena actual.
MH. Una de mis tuiteras favoritas, @inekis, publicó esta mañana una foto suya y escribió la frase: «Ella es artista». ¿Se identifica con esta definición?
Soy actriz y es mi vocación. He hecho otras cosas, pero yo me siento intérprete. Donde me encuentro a mí misma, donde mejor estoy, es actuando en un escenario, en un set de rodaje o donde sea. Ojalá supiera actuar mejor en la vida real, porque no se me da muy bien.
MH. ¿A qué se refiere?
A que soy tal cual me ves. Me encanta crear, pero no es algo que controlo: me sale solo, tengo una idea y necesito plasmarla. No me paro a pensar si eso es lo que hace una actriz, solo que me gustaría llevarlo a cabo. Si la etiqueta es artista, pues será esa, pero no pienso en lo que implica.
MH. ¿Siempre ha sentido que esto era lo que quería hacer?
Sí, siempre, siempre. Desde que con 16 años empecé a decir un texto de Mario Benedetti experimenté que estaba bien, que estaba tranquila, que mi mente paraba y se quedaba donde tenía que estar, que desaparecía esa angustia con la que convivimos.
MH. ¿Y así ha sido ya desde entonces?
Obviamente no siempre, ha dependido mucho de la gente con la que trabajaba. No en todos los platós he sido feliz. Como María, también pasé una época en la que no me encontré cómoda haciendo según qué cosas. Creo que los mejores años de mi vida como actriz los pasé cuando estaba en la escuela de Juan Carlos Coraza...
MH. ¿No se sufre mucho durante esa etapa formativa?
Sí, sufríamos un poco, pero me ayudó mucho a darme cuenta de cosas muy importantes, tanto para mi profesión como para mi propia vida. Sufrir va acompañado de asumir que no todo es como pensabas; es bueno que llores un poco viendo que no todo es como esperabas o querías.
MH. Cardo ha sido una oportunidad de demostrar su talento, pero también que las cosas se podían hacer de otra manera, que su mejor papel se lo podía proporcionar usted.
Con Cardo no me ha interesado demostrar nada. Mi camino empezó a tener sentido cuando fui honesta conmigo misma. Entendí que mi carrera era mi propia lucha. También cuando venían al teatro a vernos solo dos personas. Hubo un momento en el que sí lo pasé muy mal, pero me agarré a algo parecido a la fe. Sabía que lo que me pasaba en el escenario era real y a eso me aferré. Aunque todo desde fuera me indicaba que tenía que parar y cambiar, la vida me dio la razón. Si estás espabilada y atenta hay señales que te dan la razón.
MH. ¿Recuerdas alguna?
En invierno de 2018 me fui tres meses a intentarlo a Nueva York y fue durísimo. Nevaba, era horrible, solo recibía noes. Justo entonces, de repente, un teatro de Barcelona, Atrium, nos aceptó La mujer más fea del mundo en cuestión de días, súper rápido.
MH. Preparando Cardo visitó el Centro Penitenciario de Brieva, en Ávila, para conocer cómo es la vida en prisión.
Fue una experiencia muy enriquecedora y necesaria. La directora y las funcionarias nos ayudaron mucho a entenderlo y nos pusieron todas las facilidades. En realidad, no nos interesaba tanto mostrar cómo es estar privado de libertad, sino la salida de las presas, la reinserción en la sociedad. Muchas tienen miedo a salir. Por primera vez han tenido tiempo y espacio para encontrarse, para pensar, pero también porque cuesta contar que has estado presa.
MH. ¿Qué es lo que más te impactó de ese lugar?
El sonido de los cierres de las puertas. Es muy fuerte. Las habitaciones, porque allí no se habla de celdas, se cierran con un cerrojo enorme. La sensación de aislamiento es total. Es imposible salir de allí siendo la misma persona.
CRÉDITOS: Maquillaje y peluquería: Adrian Rux (Cool) para L'Oréal Paris. Ayudante de fotografía: Juankar Gibson. Ayudante de estilismo: Julieta Sartor. Agradecimientos: URSO Hotel y Spa Madrid (hotelurso.com).
20 de enero-18 de febrero
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