El titular dio la vuelta al mundo. En 2018, Elon Musk, fundador de Tesla y SpaceX y segunda fortuna del planeta, alardeó en una entrevista con The New York Times de trabajar 120 horas semanales. Y Arianna Huffington (Atenas, 1950), fundadora de The Huffington Post y una de las mujeres más influyentes de Estados Unidos, aprovechó la confesión para dirigirle una carta abierta. Le explicaba que la ciencia ha demostrado con creces que existe una relación íntima entre el rendimiento y el bienestar y que la idea de que el estrés y el éxito profesional son conceptos indivisibles es una de las grandes falacias de nuestro tiempo. No sirvió para convencer a Musk, pero sí para abrir un debate necesario. Huffington, además, hablaba con conocimiento de causa. Dos años después de fundar el medio que lleva su nombre, sufrió un aparatoso accidente fruto de un síndrome agudo de agotamiento después de encadenar meses trabajando hasta 18 horas al día. Después de vender The Huffington Post en 2011 por 300 millones de dólares y de dejar su puesto como todopoderosa editora en 2016, fundó Thrive Global, una plataforma pensada para combatir el síndrome de burnout. Desde entonces, ha escrito bestsellers como La revolución del sueño o Your Time to Thrive, que acaba de editarse en Estados Unidos, y se dedica a evangelizar sobre la necesidad de inyectar herramientas de bienestar laboral y personal en el tuétano de las empresas.
Mujerhoy. Su epifanía se materializó en un accidente bastante grave. ¿Qué recuerda de aquel día?
ARIANNA HUFFINGTON. Me desperté tirada en el suelo de mi despacho en medio de un charco de sangre. La semana anterior, había estado visitando universidades con mi hija, Christina. Habíamos acordado que no podría utilizar el teléfono en esos días, pero cada noche, después de cenar, me quedaba trabajando hasta tarde mientras ella dormía. La mañana siguiente a nuestro regreso, me desplomé, me golpeé la cabeza al caer, me corté el ojo y me rompí el pómulo. Por supuesto, no fue sólo la semana anterior lo que me llevó al colapso, sino la forma en la que llevaba viviendo y trabajando durante años.
¿Y por qué decidió compartir una historia tan personal?
Para que otros estén atentos a las señales de advertencia del agotamiento y tomen medidas para evitar un episodio similar.
¿Cuáles son esas señales?
Cada persona es diferente, pero las más comunes son el agotamiento, la falta de concentración, la reacción emocional ante los retos, el estrés y la ansiedad. En 2019, el síndrome del burnout fue elevado por la OMS a «fenómeno ocupacional». Vivimos una crisis colectiva de estrés laboral.
¿Cuándo empezó esa crisis y en qué momento empeoró?
Se remonta a la Revolución Industrial, cuando el sueño de los trabajadores empezó a verse como un tiempo que podía ser colonizado y monetizado. A eso hay que añadir la idea equivocada de que para ser productivos debemos estar siempre «encendidos». La tecnología ha acelerado el ritmo de nuestras vidas más allá de nuestra capacidad para afrontarlo. Aunque todos hemos padecido alguna forma de fatiga durante la pandemia, el mundo ya estaba experimentado una epidemia de agotamiento antes.
Después de una exitosa carrera como editora, en 2016 creó Thrive Global. ¿Qué objetivo perseguía?
Nuestra misión es cambiar la forma en la que trabajamos y vivimos poniendo fin al engaño colectivo de que el agotamiento es el precio que debemos pagar por el éxito. Ofrecemos a las empresas y a las personas soluciones sostenibles y basadas en la ciencia para mejorar el bienestar mental y físico y el rendimiento, pero también el propósito y nuestra relación con la tecnología.
En su último libro, Your Time to Thrive, habla del poder de los micropasos. ¿En qué consisten?
La ciencia ha demostrado que la mejor manera de hacer cambios sostenibles es empezar por algo pequeño. La mitad de nosotros no cumple sus propósitos de Año Nuevo. Y eso es porque decidimos lanzarnos a un estilo de vida totalmente nuevo de golpe. Los micropasos son demasiado pequeños para fracasar y podemos incorporarlos a nuestra vida diaria de inmediato.
¿Un ejemplo?
Una de mis estrategias favoritas es lo que los neurocientíficos llaman «apilamiento de hábitos». Es decir, unir un nuevo hábito a otro ya existente. Una buena manera de añadir el poder de la gratitud a tu vida es que, cada vez que te cepilles los dientes, pienses en tres cosas por las que estás agradecido.
Hablando de rutinas, ¿cómo empieza y termina el día?
Cuando me despierto, me tomo unos minutos para respirar profundamente, dar las gracias y establecer el objetivo de mi día. Y antes de acostarme, mi ritual empieza por apagar todos mis dispositivos y dejarlos fuera de la habitación. Nuestros teléfonos son depositarios de todo lo que necesitamos guardar para poder dormir bien: nuestras listas de tareas, las bandejas de entrada, nuestras ansiedades... Cargar el teléfono en otra habitación nos permite despertarnos tan recargados como ellos.
A menudo, el liderazgo y los malos hábitos de sueño suelen ir de la mano. ¿Qué dice esto de nuestros líderes políticos o de los grandes ejecutivos de las empresas?
No escuchan a la ciencia y eso tiene un coste. Tanto para ellos como para nosotros. Mires adonde mires, ves líderes tomando decisiones terribles. Y no les falta inteligencia, sino sabiduría. Hacen un espectáculo de trabajar 24 horas al día siete días a la semana y lo que ocurre es que después no son capaces de tomar buenas decisiones ni de ver los icebergs que están a la vuelta de la esquina.
Sostiene que el bienestar y el rendimiento están íntimamente conectados, pero la cultura empresarial suele ir en la dirección opuesta. ¿Cómo convencemos a los directivos de esto?
Afortunadamente, eso ha cambiado drásticamente en el último año. Cuando hablo con líderes empresariales ya no tengo que argumentar por qué deberían preocuparse por el bienestar de sus empleados. La pandemia lo ha dejado claro. Ahora lo que quieren saber es cómo hacer esos cambios e introducir el bienestar en su cultura. Y se dan cuenta de que no son opiniones difusas, sino datos.
¿Y qué les aconseja para construir equipos de trabajo con hábitos más saludables?
Se trata de pasar a un modelo en el que el bienestar y la resiliencia están integrados en todos los aspectos de la cultura de la empresa. Eso implica crear lugares de trabajo en los que no estemos activos las 24 horas del día, que nos permitan dormir lo suficiente y conectar de manera significativa con nuestros amigos y familiares. Pero también en los que no sintamos que tenemos que elegir entre tener éxito en el trabajo y tener éxito en otros aspectos de la vida.
Los jefes son los primeros que tienen que aplicarse este cuento, ¿no cree?
Los modelos de conducta son muy poderosos. Cuando el líder de una empresa da ejemplo y explica que utiliza un paseo de tarde para desconectar o que cena con su familia sin dispositivos cerca, no solo inspira a su equipo sino que, con su ejemplo, les da permiso para que ellos también lo hagan.
Habla a menudo del «elemento humano». ¿Qué es y por qué es tan importante?
Cualidades como la concentración, la empatía, la colaboración y la inclusión son esenciales para el futuro, pero también son las primeras en desaparecer cuando estamos agotados y estresados. Las empresas con visión de futuro van a poner tanta energía en el factor humano como en la transformación digital. Y eso comienza por garantizar el bienestar y la resiliencia mental de los trabajadores.
Los límites entre vida laboral y doméstica cada vez son más difusos. ¿Cómo está afectando el teletrabajo a ese bienestar?
Esos límites ya se estaban erosionando antes de la pandemia. Para los que teletrabajan, y en especial para las mujeres, el estrés y el agotamiento solo han aumentado. Hay que reconstruirlos declarando el fin de la jornada laboral y haciendo tiempo a lo largo del día para desconectar y recargar.
¿Qué impacto a largo plazo cree que tendrá la pandemia en nuestra forma de trabajar?
Vamos hacia un modelo hídrido que combinará la presencialidad con el teletrabajo. Y para navegarlo, necesitaremos empatía, resiliencia, colaboración, creatividad... Las habilidades blandas serán esenciales. Aunque habría que desterrar ese término porque las subestima.
¿Esta crisis ha traído alguna oportunidad?
Por supuesto. El año pasado fue una encrucijada, una época de terribles pruebas y trágicas pérdidas, pero los crisoles pueden ser catalizadores de cambios que, de otro modo, serían imposibles. Tenemos la oportunidad de crear una nueva normalidad basada en la forma en la que rendimos al máximo.
¿Echa de menos la ajetreada y estresante vida de la gran editora que fue?
No, porque me encanta lo que hago y estoy comprometida con nuestra misión. Mi inspiración son las historias de las personas que han conseguido cambiar su forma de vivir y trabajar.
Nacida en Atenas, se educó en Cambridge, donde estudió Economía y presidió el club de debate. Se casó, tuvo dos hijas y se divorció del millonario Michael Huffington, congresista republicano, que tras declararse bisexual se convirtió en un destacado activista LGTBI. También ella coqueteó con la política: aspiró sin éxito a gobernadora de California en 2003. Dos años después, fundó un blog con su apellido. El resto es historia.