Hace tres años HBO devolvió a Perry Mason al espíritu detectivesco y la época (los años 30) de las novelas firmadas por Erle Stanley Gardner. El opresivo, oscuro y desesperado retrato de la sociedad estadounidense durante la Gran Depresión que ofrecieron los showrunners Rolin Jones y Ron Fitzgerald, y la interpretación de Matthew Rhys (The Americans) , la convirtieron en una de las series más destacadas de la temporada.
La segunda entrega, que comenzó a emitirse en marzo en HBO Max, ha cambiado a sus creadores por Jack Amiel y Michael Begler, pero sin variar su trasfondo crítico. Si el primer caso que defendió Perry Mason reflejaba los intereses económicos detrás de los predicadores religiosos, en esta nueva entrega se centra en el racismo contra los inmigrantes mexicanos.
Si la radioevangelizadora Aimee Semple McPherson y el s ecuestro y muerte de la niña Marion Parker fueron personas y hechos históricos que inspiraron la trama de la primera temporada, el crimen que centra el argumento de la segunda temporada también recuerda un caso célebre de la época.
Aunque, como no hubo juicio ni acusados, los creadores de Perry Mason presentan como acusados del asesinato del hijo de un rico y corrupto magnate a dos inmigrantes mexicanos que viven en chabolas. Más de 1.100 familias en Los Angeles residieron de esa forma precaria en esos años y se enfrentaron a una iniciativa gubernamental de deportación con la excusa de que no compitieran con los estadounidenses por los trabajos durante la Depresión.
El argumento recuerda (como ha confirmado uno de los showrunners a la publicación Vulture) la muerte a tiros en 1929 de Edward Laurence Doheny Jr. (de 35 años) y su asistente Hugh Plunkett (de 32). Los periódicos de la época lo llamaron los asesinatos de Greystone Mansion, porque el crimen se cometió en el interior de la mansión familiar (y no en el descapotable amarillo de la serie).
La fascinación popular que suscitó el caso se debía a que los Doheny eran una de las familias más ricas de Los Angeles. Edward Doheny, el padre de uno de los asesinados, fue el hijo de unos inmigrantes irlandeses que viajó desde Wisconsin a California en busca de oro y plata. En 1890 se fijó en los pozos de La Brea y decidió entrar en el negocio del petróleo hasta expandirse durante las primeras décadas del siglo XX por California y México y convertirse en el hombre más rico de Estados Unidos. Upton Sinclair se inspiró en él para escribir su novela ¡Petróleo! Obra en la que se basó Paul Thomas Anderson para su película Pozos de ambición, protagonizada por Daniel Day-Lewis.
Donehy estuvo implicado en el escándalo de soborno y corrupción Teapot Dome. En 1921, Albert B. Fall, el secretario del Interior del presidente Warren Harding encargó sin licitación pública la perforación de uno de los campos petroleros propiedad de la Marina de los Estados Unidos a Donehy, amigo desde hace años. Al mismo tiempo, el magnate petrolero concedió al político un préstamo sin intereses de 100.000 dólares. El hijo de Donehy y su amigo y asistente Hugh Plunkett entregaron el dinero en efectivo en mano.
El Senado investigó durante años a B. Fall pero hasta 1928 no presentó cargos contra Edward Doheny Sr. y citó a declarar a Plunkett. Según el (cuestionable) testimonio del médico de la familia, el asistente comenzó a experimentar problemas de salud mental según se acercaba el momento del juicio y le aconsejaron recluirse en un sanatorio. Plunkett se negó y se presentó en la mansión (tenía una llave porque había participado en la construcción), se enfrentó a Ned Doheny y en la refriega ambos murieron de un disparo en la cabeza.
El fallo oficial fue de asesinato y posterior suicidio, aunque existen varias teorías alternativas sobre lo que realmente sucedió esa noche. Hay quien piensa que fueron asesinados para evitar que testificaran en el caso de soborno. Otros dicen que la esposa de Ned los mató cuando los descubrió teniendo una aventura. Pero el misterio nunca se ha resuelto.
Según contaron los testigos al investigador forense de la Policía de Los Angeles Leslie White, el asistente llegó muy angustiado y les advirtió que se mantuvieran alejados. Pero al investigador le sonó ensayado y sospechaba de las tres horas que tardaron en llamar a la Policía tras la muerte. Las pruebas tampoco refutaban la teoría de un disparo a quemarropa.
White dejó la Policía y se convirtió en escritor. Conoció a Raymond Chandler y fue uno de los detectives que le inspiró para crear a Phillip Marlowe. Chandler incluyó en La ventana alta una versión novelada de este asesinato. En su obra, fue el hijo de la familia rica el que asesinó a su asistente y no al revés.
En la vida real, Edward Doheny se convirtió en un recluso en su propia casa y falleció poco después. La familia vendió Greystone Mansion años después y el escenario de los crímenes pasó a ser propiedad de la ciudad. Ahora se alquila para rodajes y ha aparecido en Batman y Robin, El gran Lebowski y Pozos de ambición, entre otras.
Perry Mason no aclara el misterio; se centra en la división de clases y en la corrupción que lastraban la ciudad en los años 30, mientras sugiere que el caso no ha sido jamás resuelto porque el equipo de seguridad del magnate se hizo cargo de la investigación. Pero no importa. El asesinato es solo una excusa que te permite descubrir más de una época fascinante en la que el brillo de Hollywood ocultaba pozos de ambición, codicia y desigualdad que enfangaban a políticos, policías y empresarios por igual.
20 de enero-18 de febrero
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