«El objetivo cuando hago un libro es aprender yo mismo. Luego, espero que también sirva para abrir una veta a través de la cual los niños quieran seguir aprendiendo. Un niño curioso siempre va a ser un buen adulto, ya que la curiosidad es una de las mejores cualidades que tenemos los humanos», explica Benjamin Lacombe (París, 1982).
Después dos décadas dedicado por completo a la ilustración, Lacombe tiene en su haber una treintena de títulos, a los que se acaban de sumar dos más: La mejor mamá del mundo (Lunwerg) y Espíritus y criaturas de Japón (Edelvives), este último, una nueva aproximación a la obra del escritor y orientalista Lafcadio Hearn después de su exitoso Historias de fantasmas de Japón, que se convirtió en el libro ilustrado más vendido de 2019.
«Trabajo mucho, lo que no quiere decir que trabaje rápido. Entre otras cosas, porque sigo utilizando técnicas tradicionales, como guache, óleo, acuarelas, lápices y papel», comenta Lacombe, que achaca la aparición conjunta de sus dos últimos libros en España a la pandemia. «En origen, las fechas de publicación estaban bastante espaciadas. De hecho, tenemos preparados dos libros más y un juego de cartas, pero también se están retrasando». El confinamiento no solo trastocó su calendario de lanzamientos, sino que afectó emocionalmente al artista y a su capacidad creativa. «En los primeros meses de pandemia sentí mucha angustia. No hacía más que ver las noticias y acabé sufriendo un parón creativo. Con el paso del tiempo, me di cuenta de que la pandemia había hecho que me cuestionase muchas cosas sobre temas muy variados. En mi caso, estas preocupaciones se canalizaron a través del arte y dieron lugar a un periodo de trabajo muy fértil».
Entre esas preocupaciones estaba el respeto a la naturaleza, que siempre ha estado presente en sociedades como la japonesa. « Tenemos mucho que aprender de la cultura oriental. En Occidente, el hombre está en la cima de la pirámide. Su posición es la de quien se dedica a supervisar al resto de las especies. Eso hace que en nuestra cultura concibamos al hombre como alguien que dirige, gestiona, modela… Sin embargo, la visión japonesa de la naturaleza que aparece en los cuentos de Lafcadio Hearn es diferente.
Nos enseña que hay que respetar incluso un palito porque, aunque sea aparentemente insignificante, puede contener un yokai (un fantasma o demonio del folclore japonés) muy poderoso. Aunque en los últimos tiempos por fin hemos empezado a entender que hasta los árboles se pueden comunicar, o que no podemos ir en contra de la naturaleza porque vamos a salir mal parados, todo eso ya estaba presente de una forma intuitiva en los cuentos de Espíritus y criaturas de Japón».
Ese interés por la naturaleza también está presente en La mejor mamá del mundo, un trabajo, realizado a medias con el escritor Sébastien Perez, en el que Lacombe aborda el tema del amor maternal. Lo hace en su sentido más amplio y con la intención de explicar que la naturaleza ha tenido siempre más modelos de familia de los que recogen los cuentos tradicionales. «El problema de muchos libros infantiles es que representan a los animales dentro de un estereotipo de familia muy concreto, que hace que ese modelo se acabe idealizando. En una familia de conejos se presenta al papá, a la mamá, a los niños, que viven todos juntos en una casa, pero eso no es real», explica Lacombe, que comenzó a dar forma al libro junto a Perez después de observar lo extendidos que estaban los prejuicios hacia otros modelos de familia.
«Nos chocaba que a las mujeres, en cuanto se acercan a los 40, se les dijera que se les va a pasar el arroz. Lo mismo nos sucedía con esa gente que critica que dos hombres puedan ser padres, que no puedan serlo dos madres o que tampoco pueda serlo una madre soltera, porque consideran que en esas familias al niño o la niña le falta el referente paterno o materno». A diferencia de esos cuentos clásicos, en La mejor mamá del mundo los lectores descubrirán que los cuidados que dispensan a sus crías los hipopótamos son diferentes a las de los pingüinos, especie en la que los machos son los encargados de la prole.
También pueden ver casos de madres solteras semejantes a las de los humanos, como las conejas, o madres que no quieren serlo, como el cuco, que precisa de otras aves que se conviertan en madres adoptivas de sus polluelos. «La idea es abrir la mente ante los distintos tipos de familia que existen y hacerlos visibles. Así, quienes piensan que solo hay una forma de maternidad, pueden ver que en la naturaleza hay mil y un modelos diferentes desde siempre».
La mejor mamá del mundo es un posicionamiento ético poco frecuente en la literatura infantil, donde son los padres y madres los que compran los libros a sus hijos. «No tengo miedo de reaccionarios o extremistas religiosos. Eso no va conmigo. En mi trabajo se refleja la tolerancia, el feminismo… Ahora hay un tipo de censura que consiste en que solo se puede hablar de un tema si se forma parte de la comunidad afectada por él. De los problemas de las mujeres negras solo pueden hablar las mujeres negras, del antisemitismo solo pueden hablar los judíos… Esto ha provocado toda una polémica en Francia porque la poeta negra Amanda Gorman ha sido traducida por un hombre blanco. En mi opinión, esto es un nuevo tipo de censura porque, si seguimos ese razonamiento y siendo nosotros dos hombres, alguien podría cuestionar que hiciéramos un libro sobre maternidad. Mi respuesta ante esas críticas es que para eso existe la literatura, para ponerse en el lugar del otro, para entender los diferentes puntos de vista y ver las cosas que nos unen, no las que nos separan», explica un convencido Benjamin Lacombe que, en la mejor tradición republicana de libertad, igualdad y fraternidad, concluye: «Los hombres tienen que luchar por los derechos de las mujeres y los blancos por los derechos de los negros. Todos tenemos que ayudar a construir una comunidad cada vez más grande, porque la realidad es que somos todos iguales».
20 de enero-18 de febrero
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