Blanca Portillo, actriz y mujer magnífica: «Pienso más en lo bueno que me da la vida que en lo que me falta»

Este 24 de noviembre llega a los cines Teresa, película dirigida por Paula Ortiz, en la que Blanca Portillo se mete en la piel y en el alma de Teresa de Jesús.

Juanra López

Resumir la trayectoria profesional de Blanca Portillo y los galardones que ha conseguido sería una tarea hercúlea. 5 premios Max , un Goya, la Concha de Plata de San Sebastián, el premio a la mejor interpretación femenina con el reparto de Volver en Cannes… Estos son solo algunos ejemplos, pero la lista seguirá creciendo gracias a su nueva película, Teresa, dirigida por Paula Ortiz , laureada también por las celebradas De tu ventana a la mía o La novia.

Meterse en la piel de Teresa de Jesús era un enorme reto interpretativo para Blanca Portillo, que recibió espectaculares aplausos en su estreno en la Seminci, en Valladolid, donde, además, fue reconocida con la Espiga de Oro por su brillante carrera. Nos encontramos con la actriz en el Café Comercial de Madrid para adentrarnos en su vida , que no se podría entender sin el teatro, y conversar sobre sus planes de futuro.

Sacar adelante Teresa, basada en La lengua en pedazos, de tu amigo Juan Mayorga, costó algunos años. ¿Cómo te enfrentaste a este reto?

Era un proyecto que no todo el mundo veía claro. Me enfrente con la misma ilusión que miedo, en la misma proporción, porque sabes el riesgo que corres. Tienes que confiar mucho en quién te va a dirigir, en quién lo ha escrito, en quién está detrás de la cámara, quién pone la luz, en tu compañero… Se necesita para embarcarse juntos en esa locura, en ese sueño común.

Al principio me daba mucho miedo. Recuerdo que cuando Juan escribió esa obra y me la pasó le dije que era dificilísimo, que no me atrevía a hacerla. Cuando surgió la película me dije que ya tocaba. Lo abordé con la sensación de un caramelo, pero también envenenado. Corría un riesgo importante. También había muchos elementos para estar tranquila, Asier (Etxeandia) , Paula (Ortiz), la gente que estaba detrás de la película.

Asier Etxeandia es la única persona que está contigo desde el inicio del proyecto y estableció un compromiso casi ético con esta película.

Le conozco hace muchos años y le amo. Hemos sido muy cómplices durante muchos años, lo somos. Es un proyecto que los dos sabíamos que si salía íbamos a ir a por él a muerte. Paula dice que entre nosotros se produce algo eléctrico, casi tangible.

A Teresa de Jesús se la han querido apropiar muchos, ha sido interpretada por diversas actrices y se ha abordado desde distintos ángulos. En este caso hablamos de una mirada espiritual y filosófica. Es más, aseguras que, aunque no eres creyente, te ha ayudado a encontrar cierta espiritualidad en ti misma.

No es un biopic, no es una película sobre los hitos en la vida de Teresa. Se puede enfocar desde muchos lugares, pero a mí me interesaba mucho la idea de ver el interior de ese alma, más allá de si quería crear un convento de descalzas. La suya era una lucha contra el mundo establecido, era una guerrera desde un lugar de infinito amor, que duda, que tiene miedo, que tiene convicciones. Intenté ver al ser humano detrás del mito.

¿Habías visto la función Muero porque no muero de Paco Becerra para preparar este papel?

No, no la había visto.

¿Y la serie de televisión de Concha Velasco?

Sí, hace muchos años. Cuando surgió hacer esto no quise ver nada, porque quieras que no te contamina. Es difícil que no se te quede alguna imagen grabada.

Blanca Portillo, en un momento de la película Teresa. / CORTESÍA

Aseguras que el teatro ha sido la placenta de tu vida y que no sabrías vivir sin el teatro.

No quiero vivir sin él.

¿Qué queda de esa chica que estudiaba para ser azafata de congresos y llegó a la interpretación por azar?

Antes de entender que esta era la profesión que deseaba, había un motor que tenemos todos los actores, la curiosidad. Siempre he sido muy curiosa y eso lo sigo manteniendo. No me sé nada, no doy por hecho nada, todo me parece nuevo. Depende de tu actitud ante la vida descubrir que es nueva cada día. Esta profesión es muy especial porque haces personajes muy distintos. Creo que de esa chica queda eso, la curiosidad por todo de una niña pequeña.

Aseguras que tu profesión te ha enseñado a amar al ser humano, incluso «a los chungos». ¿Cuál es la lección más importante que te ha dejado? ¿En qué te ha mejorado como persona?

Hay actores y actrices que no quieren hacer malos. Cuando me enfrento a personajes que son oscuros mi deber es comprenderlos. Puedo no justificarlo, pero mi deber es comprenderlo. Eso me hace tener una visión menos radical, puedo entender, debo entender por qué alguien hace determinadas cosas y eso lo puedo aplicar a la vida. Incluso con cosas que me parecen terribles o detesto, tengo que entender por qué esa persona ha llegado ahí. Ese es un paso muy grande para hacer un mundo un poco mejor. No decir que estos no me gustan y no los quiero cerca, no los entiendo y no quiero saber por qué. Eso son la empatía y la comprensión. Estoy obligada a comprenderlo y lo tengo entrenado.

En ese sentido podemos hablar de Maixabel, la viuda de Juan Mari Jauregui, asesinado por ETA. Supongo que además de un reto interpretativo sería un reto humano para ti rodar esta película de Iciar Bollaín.

La situación que vivió Maixabel es lo más espantoso que te puede ocurrir y es real, no es una ficción. No es que te digan que vas a hacer un personaje al que matan al marido. Es que ella estaba ahí, sentada delante de mí, y vio cómo su marido moría. Si no lo has vivido es muy difícil que yo me pueda imaginar lo que se puede llegar a sentir. Intenté hacerlo con la mayor honestidad. Ella no habla nunca de perdón, lo que me parece muy interesante, sino de segundas oportunidades. La gente se puede equivocar. Hay equivocaciones terribles e irreparables y equivocaciones menores, pero todo el mundo tiene derecho a equivocarse y a una segunda oportunidad. Eso me parece de una grandeza… Mucho más que el perdón.

El perdón siempre pone en un plano superior al que perdona…

¡Claro! El yo te exculpo es así. Otra cosa es que si eres consciente de tu inmenso error, si rectificas y cambias de rumbo, todo el mundo tenemos derecho a eso.

La pérdida de los seres queridos

Otro ejercicio de empatía enorme tienes que hacer con tu personaje de la doctora Laforet en la serie Tiempos mejores, porque ha sufrido la muerte de un hijo.

Ya había tenido esa experiencia en la función El testamento de María, donde revivía la muerte de mi hijo, más allá de que se llamara Jesús o no… Son emociones tan bestias… Yo no quiero verme en eso, pero sí que he tenido pérdidas. Sé lo que significa que se te muera alguien a quien amas y lo puedo identificar. Soy consciente de que a mí no se me ha muerto un hijo, pero la sensación de pérdida sí la tengo. Desgraciadamente, cuantos más años tengo, en más ocasiones ocurre.

¿Cómo te organizas para llegar a todo, como actriz, como guionista, como directora, como persona?

Es intentar ordenar en el tiempo. Antes era capaz de hacer tres cosas a la vez, estar por la mañana en una serie, por la tarde en un programa y por la noche en una función. Ahora ya no. Tiene que ver con haber dedicado probablemente el 75% de mi tiempo a esto. Ahora no sé si necesito parar, darme tiempo para mí. No quiero dejar de hacer lo que hago, porque me encanta, pero ha sido una cosa muy loca. El otro día me dijeron si era consciente de cuántas obras de teatro había hecho y me dicen que les lleve un curriculum, pero abreviado -afirma, con humor-Es mucho esfuerzo y trabajo, pero hecho con gusto. Ahora siento que necesito cargar pilas por otros sitios, porque a veces desatiendes tu vida personal.

¿Qué te gustaría hacer con ese tiempo libre? Sé que te gusta leer, viajar, que querrías escribir una novela…

¡Me encantaría, pero con escribir me conformo! Eso también requiere esfuerzo y dedicación. Querría tiempo para mí, para todas esas cosas, no tener esa sensación de presión constante de que cuando vas a acabar algo vas a tener que empezar lo siguiente. Quiero tiempo para estar con mis amigos, para charlar, para viajar, para sentarme con mi perro, para disfrutar de la ciudad… Las cosas normales de la vida,, para ir al cine…

Paula Ortiz, dando indicaciones a Blanca Portillo durante el rodaje. / CORTESÍA

Cuesta mucho encontrar gente como tú cuya profesión sea también su propósito vital.

Sí, lo sé. Para mí no es una profesión, es una forma de vivir , de entender el mundo. Siempre lo ha sido así. Nunca he dicho que era una profesional de esto y cuando acababa me iba a otra cosa. Mi profesión es una forma de entender la vida y me contamina todo.

Cuesta imaginarte aburrida o con miedo a la soledad, porque tu trabajo te apasiona.

Para mí la pandemia fue una felicidad. Ya sé que decir esto es un horror, pero tener tiempo para estar sola en silencio y a gusto fue una maravilla. Es verdad que también te dicen que tú no eres lo que haces, que eso es tu profesión, que tú eres tú. Mi profesión para mí tiene un nivel de carga humana tan potente, de aprendizaje y de aventura, de descubrimiento, me ha enseñado tanto que no es una profesión, es una forma de mirar la vida.

Decía Vargas Llosa que la felicidad es una cosa de tontos, pero yo no comparto esa apreciación. ¿Te consideras una persona feliz?

Yo me considero una privilegiada porque soy una persona muy feliz. Pienso mucho más en lo bueno que me da la vida que en lo que me falta. Siento que soy una persona feliz, que a veces puedo caerme, porque estoy en mi derecho. No tienes que estar encantada todo el rato. Tengo afectos, gente a la que quiero y que me quiere, una profesión de la que vivo, que me permite conocer mundos maravillosos, me conserva viva de mente y de alma. Tengo la sensación de que la vida es una aventura.

Las dos caras de la popularidad

Siempre has reivindicado tener una visión de conjunto y aseguras que los actores deberían dejarse el ego en casa. ¿Cómo gestionaste la enorme popularidad que te dio de la noche a la mañana la serie 7 vidas?

Me produjo justo lo contrario de lo que suele producir. También me pilló con una edad… Soy hija de familia numerosa y siempre he tenido los pies en la tierra. Me produjo mucho desasosiego al principio. Eso de que todo el mundo te reconociera por la calle, pasar de ser observadora a observada. No lo llevé bien, no me hizo subir el ego para nada. Me asustó bastante. De hecho estuve bastante encerrada en ese sentido y dejé de hacer muchas cosas de las que hacía. Es muy delicado, porque hoy te conoce todo el mundo y mañana te han dejado de llamar. Era muy consciente de que no me podía dejar llevar por un espejismo, que tenía que seguir currando. No alimentó mi vanidad.

Carmen Machi vivió un proceso similar al tuyo.

Carmen también es una mujer de familia numerosa. Nos conocemos mucho, somos mujeres de barrio , de familia normal… La popularidad se convirtió en una losa, en un peso. No podía estar en un semáforo. Antes sabía que si entraba por la puerta y me miraban tres hombres, sabía que era porque entraba yo y me miraban, pero al entrar por una puerta se volvían todas las cabezas y no me gustaba nada. La popularidad, que no la fama, tiene algo muy bonito, que te conviertes en alguien a quien la gente quiere. A mí eso me deja muerta, porque te dan cariño porque te dan cariño de manera generosa y desinteresada. Hay mañanas que me levanto triste, salgo a la calle y me dicen cuatro cosas y me alegran el día.

Se han cumplido 20 años del movimiento No a la guerra, en el que participaste muy activamente. Hay sectores de la sociedad que critican que los actores se impliquen políticamente o en causas sociales.

Me da igual. Soy una ciudadana y tengo derecho a opinar. Punto. Hasta ahí…

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