entrevista a líderes Christina Koch, la primera mujer en viajar a la Luna: «En 50 años sabremos si estamos solos o no en el universo»

En 2024, la astronauta norteamericana Christina Koch pasará a la historia como la primera mujer en viajar a la Luna. Será un pequeño paso para su espíritu aventurero, que ya la llevó a vivir tres años en la Antártida y pasar 328 días en el espacio.

Retrato de la astronauta Christina Koch. / nasa

Ixone Díaz Landaluce
Ixone Díaz Landaluce

Apenas han pasado 24 horas desde que su nombre saltó a los titulares de la prensa mundial y Christina Koch −vestida con un uniforme azul en el que destacan los escudos de la NASA , la bandera de Estados Unidos y su propio nombre bordado bajo unas lustrosas alas− es incapaz de ocultar su entusiasmo. «Siento una mezcla de emoción y sentido del deber, pero no estoy nerviosa, sino lista para empezar», dice en conversación por videollamada, sentada de espaldas a una gran imagen de la superficie lunar y un logo de la misión Artemis.

En 2024, será una de las cuatro tripulantes de la agencia espacial norteamericana que, cinco décadas después de las históricas misiones Apolo, regresará a la Luna. También será la primera mujer en viajar al satélite terrestre.

Consciente del lugar que ocupará en la historia, Koch (Grand Rapids, Michigan, 1979) no quiere convertirlo en algo personal, pero tampoco en una declaración política grandilocuente. No es su trabajo. Ni su papel. «Si no representamos realmente a toda la humanidad, no estaremos respondiendo a nuestra llamada por la exploración. Es muy emocionante viajar a la Luna en una era en la que hace tiempo que decidimos que tenemos que ir todos. Eso significa que no podemos rechazar la contribución de nadie que esté dispuesto a trabajar duro, que tenga talento, sea innovador y proponga una buena idea. Y eso es algo que debemos celebrar», explica.

Habla siempre en plural porque la mentalidad de cualquier astronauta orbita alrededor de dos conceptos: el equipo y la misión. En Artemis II, ella será, junto al canadiense Jeremy Hansen, los especialistas de misión; Victor Glover, el primer afroamericano en viajar a la Luna, será el piloto; y el veterano Gregor R. Wiseman ejercerá como comandante. «Poder contribuir a una misión como esta es realmente emocionante y nos sentimos honrados de participar en ella. Vamos a volver a la Luna. Vamos a hacerlo de forma sostenible y luego utilizaremos las lecciones que aprendamos allí para ir a explorar Marte», explica la astronauta.

Christina Koch: «Ser astronauta siempre fue mi sueño y nunca lo abandoné»

Koch, que nació en Michigan pero pasó la mayor parte de su infancia en Carolina del Norte, creció en una familia que hablaba de ciencia en la mesa: su madre es bióloga y su padre, que estudió Química y Física, médico. «No tengo ningún recuerdo de mi infancia en el que no quisiera ser astronauta. Siempre fue mi sueño y nunca lo abandoné. Cuanto más aprendía sobre mí misma, más real se hacía. Cuando trato de pensar en un momento en el que realmente lo tuve claro, lo más nítido que recuerdo es durante una visita al Kennedy Space Center con mi familia. Me quedé fascinada. Fue entonces cuando la idea cristalizó en mi cabeza, empecé a poner pósters del espacio en las paredes de mi habitación y comencé a considerarlo de manera más seria», explica.

De izq. a dcha. los astronautas Jeremy Hansen, Victor Glover, Reid Wiseman y Christina Koch, que orbitarán la Luna en la misión Artemis II.

Cuando llegó el momento de ir a la universidad, empezó a trazar su hoja de ruta. Tras una doble licenciatura en Física e Ingeniería Eléctrica, superó el primer filtro de la NASA y empezó a trabajar como ingeniera en el Goddard Space Flight Center, desarrollando instrumental científico para diferentes misiones de la NASA. De espíritu intrépido, tras un tiempo decidió solicitar un puesto como investigadora asociada en el Programa Antártico de EE.UU. «Además de pósters del espacio, tenía otros de la Antártida en mi habitación. En mi mente, aquella era una frontera más. La exploración me fascinaba, pero jamás pensé que podría vivir y trabajar allí».

Los siguientes tres años fueron un desafío constante: temperaturas de hasta 79 grados bajo cero, meses sin ver la luz del sol o tener acceso a alimentos frescos y una estancia de un año entero en la base Amundsen-Scott del Polo Sur. «No tiene tanto que ver con la adrenalina como con la exploración y la oportunidad de testar tus propios límites. Eso está en la raíz de todo lo que me atrae y me emociona: ya sea el surf, la acampada, la escalada o los viajes. Ir más allá de tus propios límites y aplicar lo que aprendes al descubrimiento de algo nuevo. Eso es lo que más amo», explica.

«No pienso en que no pisaré la luna. Me emociona contribuir de cualquier manera», asegura Christina Koch

A su regreso, volvió al laboratorio para trabajar en el desarrollo de dos sondas de la NASA, Juno y Van Allen, en la prestigiosa Johns Hopkins University, antes de volver a hacer las maletas para unirse a la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos y dirigir proyectos científicos en sus bases de Alaska y Samoa Americana.

Por fin, en 2013, Christina entró a formar parte del cuerpo de astronautas de la NASA. Completó su entrenamiento dos años después y en 2019 viajó por primera vez a la Estación Espacial Internacional, donde trabajó como ingeniera de vuelo para las expediciones 59, 60 y 61. Aunque no estaba previsto, terminó pasando 328 días allí, batiendo el récord de la estancia más prolongada de una mujer en el espacio.

«La gente siempre me pregunta lo que echaba de menos de la Tierra cuando estaba en la Estación Espacial Internacional, pero también hay cosas del espacio que he echado de menos aquí. Me refiero, sobre todo, al trabajo en equipo. Me emociona volver a formar parte de una tripulación, por ese espíritu que se crea al colaborar de manera tan estrecha. Es una sensación realmente increíble y te sientes muy afortunada de estar ahí».

En aquella misión, también protagonizó otro momento histórico al realizar, junto a la también astronauta de la NASA Jessica Mier, el primer paseo espacial de dos mujeres. «Entre tú y la maravillosa vista de la Tierra, o tú y el universo, solo está el visor de tu traje espacial. Cuando miras hacia abajo, ves tus botas flotando con el telón de fondo de la Tierra girando a toda velocidad. Son imágenes grabadas en mi memoria que no voy a olvidar».

Sin embargo, la intensidad de la experiencia jamás se impone al objetivo. «Cuando estás fuera, lo único que importa es la misión. Estás concentrado en el trabajo, tratando de recordar el entrenamiento para gestionar situaciones de emergencia que podrían surgir y llevándolo a cabo mientras ejecutas en ejercicio muy exigente durante más de seis horas». En total, realizó seis paseos espaciales de más de 42 horas de duración total.

Además de realizar labores de mantenimiento y actualización, Koch desarrolló más de 200 experimentos en la Estación Espacial Internacional: desde probar impresoras biológicas 3D a implementar mejoras en espectrómetros magnéticos para estudiar la materia negra del universo. «El poco tiempo libre que tienes se convierte en una experiencia muy reflexiva. Es imposible no pensar en el lugar de la Tierra en el universo y en tu propia posición en el planeta. Es algo que los astronautas comentan a menudo. Aunque sabía que al observar la Tierra desde arriba no vería los límites y las fronteras, cuando lo haces se convierte en una sentimiento muy profundo. Cuando ves la delgada línea azul de la atmósfera y te das cuenta de que eso es lo único que nos sostiene, te das cuenta de que hay más cosas que nos unen de las que nos separan. Si pudiera traer una cosa de vuelta a la Tierra, sería ese conocimiento».

Así será la misión Artemis II: ¿estamos solos en el universo?

Se espera que la misión Artemis II dure 10 días, en los que su tripulación orbitará alrededor de la Luna en el cohete más potente: el Space Launch System. «Es un vehículo nuevo que transportará seres humanos por primera vez. Nos remangaremos, pondremos nuestros cerebros a trabajar juntos y daremos con formas innovadoras e inesperadas de resolver los problemas que inevitablemente se presentarán y que permitirán que esta misión sea lo más útil posible para las del futuro».

Se trata del paso previo al regreso a la superficie del satélite, prevista para 2025. Aunque ella será la primera mujer de la historia en viajar a la Luna, puede que no sea la primera en pisarla. «No pienso en eso porque me emociona contribuir de cualquier manera posible. La misión que tengo por delante es Artemis II y eso probablemente signifique que no formaré parte de Artemis III, que será en la que los seres humanos vuelvan a caminar sobre la Luna. Seré la cheerleader más entusiasta de quienes lo consigan finalmente».

Cinco décadas después de que la NASA concluyera las misiones Apolo, el regreso al satélite ha inaugurado una nueva era en la exploración del universo. ¿A dónde llegará el ser humano en el próximo medio siglo? «El destino más importante en estos momentos es Marte. Creo que conseguiremos tener una presencia sostenida en la Luna para aprender todo lo que podamos y utilizarlo en nuestra exploración del planeta rojo. ¿Y por qué Marte? Porque puede contestar la pregunta filosófica más importante de nuestro tiempo: « ¿Estamos solos?». Espero que podamos resolver esa cuestión en los próximos 50 años», explica con una sonrisa entusiasta.

¿Cuál es su intuición personal? «Basándonos en los descubrimientos de la misión Kepler, que busca planetas similares a la Tierra en otros sistemas solares, es muy difícil imaginar un universo en el que seamos el único lugar donde se originó la vida. Pero eso todavía está por ver. Y estoy deseando perseguir esa respuesta y formar parte de ella».

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