estreno nueva película

Las confesiones más íntimas de Dani Rovira: «He pasado una época de mucha tristeza, pero no voy a perder la oportunidad de haber aprendido»

Hace 10 años, el éxito de Ocho apellidos vascos le cambió para siempre. Hace cuatro, sufrió un cáncer. Su experiencia le ha hecho enfrentarse con madurez a su última película, El bus de la vida.

Dani Rovira estrena nueva película: El bus de la vida. / Caterina BARJAU

Eduardo Verbo
Eduardo Verbo

«Creo que he renunciado al anonimato, pero no a la privacidad. Siendo conocido, tienes que defenderla cada día. Si dejara de dedicarme a esto y fuese panadero, la gente seguiría entrando flipada a la panadería diez años después», confiesa Dani Rovira entre risas. A sus 43 años, el actor ha logrado incluso hacer humor con el elevado precio que ha pagado por dedicarse a su profesión.

En sus 16 años de carrera ha pasado por todos los estadios de la fama. Incluso hubo un momento en el que la gloria se transformó en infierno. Ahora, se cumplen 10 años de aquello. En marzo de 2014, Ocho apellidos vascos fue un hit rotundo y pulverizó todos los récords. España saboreaba las mieles del éxito junto aquel joven de Málaga, que ganó un Goya en 2015. Comenzaron a lloverle los papeles. Se convirtió en la persona más buscada del país. Por los fans y los paparazzi. Especialmente desde que se hiciera público su noviazgo con su compañera de reparto, Clara Lago .

En el año 2020, volvió a copar los titulares tras confesar que había sido diagnosticado con el linfoma de Hodgkin, una variante de cáncer que afecta a un tipo de glóbulos blancos del sistema inmunitario. Él mismo publicó las imágenes sin pelo que conmocionaron a todos porque parecía ser que a Dani Rovira, el chaval bendecido para arrancar sonrisas, también le ocurrían ese tipo de cosas que nos hacen llorar. Seis meses más tarde, informó que se había curado .

Cuatro años después, ha decidido volcar su transformadora experiencia en la película El bus de la vida, dirigida por Ibón Cormenzana y que se estrenará este cinco de julio. El actor, que interpreta el tema principal de la banda sonora escrito por Manuela Vellés, se ha metido en la piel de Andrés, un maestro de música que acaba de ser diagnosticado con cáncer. Estamos ante la interpretación más personal de Dani Rovira.

MUJERHOY. ¿Por qué ha decidido aceptar este papel?

DANI ROVIRA. Tuve ciertas reticencias. No sabía hasta qué punto estaba preparado para afrontar un proyecto así y cómo podría hacerme recordar unos episodios tan dolorosos y de incertidumbre en mi vida. ¡Pero me decidí por lo contrario! Pensé que podría hablar de esta enfermedad desde una historia bien escrita, con una paleta de personajes que se toma el cáncer de una manera concreta.

Cada enfermedad y cada persona es un mundo. El director me confesó que todos querían que fuese yo por tres razones: les gustaba como actor, el personaje es un poco huraño y necesitaban a alguien carismático y, por último, creían que era un factor determinante que el intérprete hubiera pasado por una experiencia así. No por morbo, que era una de las cosas que me daba miedo, sino por la verdad que le podía aportar a la historia.

¿Se ha inspirado en sí mismo?

Un poco sí, aunque ni el cáncer que sufre el personaje era el mío ni soy ese personaje. Pero a la hora de poner cierta emoción, negociar algunos diálogos o plantear determinadas secuencias, como la del diagnóstico, sí compartí mi vivencia. De lo contrario, ¡hubiera sido un cartucho desperdiciado!

¿Le ha removido volver a recordar su propio proceso?

Ha sido catártico. Me ha revuelto menos de lo que pensaba. ¡Pasaron tres años desde que yo me curé hasta que me llegó el guión! Durante la primera lectura pensé que no sería capaz. Cuando fue el rodaje, conecté pero me pasó lo contrario: hubo un par de días que me bloqueé. Tuvimos que parar. Había llorado tanto lo que pasó que mi cerebro no sabía que estaba actuando y parecía que me decía: «Chico, es que esto ya fue, esto ya lo pasaste, hiciste el duelo, te redimiste». La experiencia ha sido curiosa. Y la emoción, constante.

La foto de Dani Rovira es de Caterina Barjau.

Acompañar a alguien enfermo es difícil. No sabemos qué decir. ¿Piensa que es más elocuente un silencio?

Pasé la enfermedad y la pandemia al mismo tiempo con mis tres perros y no la fastidiaron ni una sola vez. Supieron estar, me daban cariño cuando veían que lo necesitaba, sus silencios eran siempre reconfortantes y, por otro lado, los tenía que sacar a la calle, darles de comer... ¡Ellos me obligaron a no dejarme ir!

¿Recuerda algún consejo bien intencionado e inservible?

Tener que estar contestando cómo estás, en qué pauta estás... ¡Era como tener que hacer deberes! Yo solía decir: «Me ayudáis más enviando un corazón, una canción o un vídeo, que significa estoy aquí, te pienso, te mando risa».

Es común desear una «pronta» recuperación y decir «puedes con todo». ¿Estamos inmunizados ante el dolor?

La gente te dice lo que cree que quieres escuchar, pero no todos somos iguales. Con una enfermedad, tenemos que ser cuidadosos. Es importante el lenguaje inclusivo.

Como superviviente, ¿es o no una batalla?

Tenemos esa manía de ponerle una nomenclatura bélica. «Eres un luchador», «un valiente», «vas a ganar la batalla»... Y no. El que no gana la batalla no quiere decir que no haya sido un luchador. Es una putada enorme. Obviamente, hay que ponerle buena onda, puedes hacer deporte, controlar la alimentación, pero, al final, estás en manos de los médicos, de una medicación... y de una enfermedad. Por desgracia, se me ha ido gente que lo ha peleado muchísimo.

La trampa del pensamiento positivo.

Hay que ser prudente. Soy de la filosofía del pasito a pasito. Positividad, pero no flipando. Sin crear falsas expectativas.

Por cierto, ¿cómo está? ¿Por qué contestamos «bien» aunque nuestra vida sea un caos?

Ahora estoy sano como una manzana. Y sí, podemos saborear la respuesta de ese «cómo estás», pero no lo hacemos. Creo que nos pasa, sobre todo, a los hombres. Entre las mujeres están más acostumbradas a compartir emociones. Supongo que tendrá que ver con el heteropatriarcado.

¿Se ha sentido solo alguna vez durante su enfermedad?

No. Con 20 o 25 años podía contar con los dedos de la mano las veces que dije «te quiero». Incluso a mis primeras parejas. Era algo que me costaba. A día de hoy, tengo una educación emocional sana, no se me caen los anillos, en privado o en público, por mostrar fragilidad o vulnerabilidad.

Le costó mucho digerir la popularidad de Ocho apellidos vascos y requirió de terapia. ¿Sigue yendo al psicólogo?

Sí. Es algo de lo que no paro de hablar en el nuevo espectáculo que he estrenado, Vale la pena. Es un show de humor, pero hablo de la necesidad de la terapia y de un saneamiento mental, porque venimos mal aprendidos de otras épocas. Yo sigo haciendo terapia. Empecé con Ocho apellidos vascos. Llevo 10 años casi de manera ininterrumpida.

¿Cuál es el balance? ¿Cómo se ve?

¡Con menos dinero! ¡ La terapia cuesta una pasta! A través de la sanidad pública, te pueden derivar a un psicólogo, pero tardan dos o tres meses. Y, llegado el momento, quizás por sobresaturación, el problema no se trata de raíz. Hay gente que necesitaría ir a terapia y no lo prioriza.

¿Está su psicólogo orgulloso de usted?

Espero que sí. Diez años. ¡Son muchos! Sabe todo de mi vida. Él no ha venido a ningún show, porque separa mucho. Llevo varios meses diciéndole que tiene que venir. Está obligado. Primero porque se lo va a pasar bien, va a estar orgulloso de mí... y también de él. Gran parte de este espectáculo tiene que ver con los 10 años que he estado en terapia.

Debe ser de los pocos que se resigna a ser su amigo.

Sí. Y me parece bien. No hay que cruzar esa línea. Es como cuando tienes una amiga muy guay, te lías con ella y lo estropeas. Si tienes un buen terapeuta... ¡Consérvalo!

Tiene 43 años, ¿ha llegado el momento de ser Daniel?

Ojo que, pronto, va a ver abuelos que se llamen Jonathan y Jeni [Risas]. Me lo ha planteado algún amigo, pero un diminutivo no tiene que ver con la edad. Tengo la sensación de que soy un niño, adolescente y adulto a la vez.

¿Nunca ha pensado en dejarlo todo y dedicarse a lo que estudió, Ciencias del Deporte?

No. ¡Me tendría que ir muy mal la cosa! Uff, hacer oposiciones y esas cosas. Estudié eso porque con 17 años uno no sabe dónde tiene la cara. Los estudios me han servido para poder salir a correr, prepararme una maratón y hacer deporte sin depender de nadie. Ojalá me pueda dedicar a esto, aunque el precio sea haber perdido el anonimato.

¿No le atrae Hollywood?

Tuve una experiencia con Jungle Cruise, de Collet-Serra. Pero no tengo el sueño americano, porque trabajo mucho en España. Además, no todo es la proyección laboral.

¿Cómo va de amor?

¡Voy sobrado! Mucha gente piensa que el amor es una cosa que no es. Para que haya amor real y sea sano no tiene que haber apego, el ego hay que echarlo a un lado, la incondicionalidad es complicada... El amor es como una ballena a la que se le van pegando rémoras. ¡Hasta que llega un momento en el que no la reconoces!

O sea que está soltero.

Sí, sí, felizmente soltero.

¿Por qué cree que los cómicos tienen vidas tristes?

Nunca me he considerado una persona excesivamente tímida, ni triste. Una vez que la vida me ha regalado la oportunidad de ser cómico, cuando he pasado por la tristeza, me he dado cuenta de que es un motor. Yo he pasado una época de mucha tristeza, lo he pasado fatal, pero no voy a perder la oportunidad de haber aprendido. La vida son todos los género: terror, musical, porno...

Ha dicho porno. Menos mal, porque se nos estaba quedando una entrevista muy poco alegre...

¡Es un género cinematográfico como cualquier otro!

Temas

Dani Rovira

20 de enero-18 de febrero

Acuario

Con el Aire como elemento, los Acuario son independientes, graciosos, muy sociables e imaginativos, Ocultan un punto de excentricidad que no se ve a simple vista y, si te despistas, te verás inmerso en alguno des sus desafíos mentales. Pero su rebeldía y su impaciencia juega muchas veces en su contra. Ver más

¿Qué me deparan los astros?