Si escucha la palabra soprano y piensa en alguien divo , distante y elitista es que no conoce a Eleonora Buratto (Mantua, Italia, 39 años). Esta mujer de figura rotunda y voz poderosa, que parece diez años más joven de su edad, está en las antípodas de ese concepto: «Nuestra profesión es un trabajo como los demás. En los años 50 estaban la Callas y la Tebaldi, pero eso ya no existe«. –Desgraciadamente, añadiría yo–. Durante nuestra charla mezcla alegre y erráticamente italiano y español y sus carcajadas retumban en la salita del Teatro Real donde la entrevistamos. Sin mucho esfuerzo la conversación deriva hacia su suegra, el porqué los cantantes de ópera sufren reflujo debido al uso excesivo del diafragma, o de cómo su novio le tuvo que recordar que era él quien debía pedirle matrimonio y no al revés: «Llevamos cinco años y no se anima, así que le avisé: 'Cuidado que te lo pido yo». Y lanza una de sus sonoras carcajadas.
Cuando habla de su trabajo, Buratto no abruma con tecnicismos ni se deleita enumerando compositores, arias o interludios. Su discurso es apasionado y mundano: «Tengo una de las profesiones más bonitas del mundo. Me permite emocionarme y emocionar. Creo que esto no tiene precio». Desde el 13 de diciembre y hasta el 3 de enero, con un total de seis representaciones en el Teatro Real, Buratto está dispuesta a emocionarnos representando «La Bohème», de Puccini, la historia de unos jóvenes bohemios que viven el Barrio Latino de París en la década de 1840, que sufren y gozan por amor. En ella, Buratto interpreta a Mimi, una modista profundamente enamorada del poeta Rodolfo y que, después de algunas desavenencias, termina muriendo junto a él, aquejada de tisis. »Muere con una sonrisa porque está cerca de su amado que para ella es lo más importante«.
Además de en el Teatro Real, Buratto ha actuado en algunos de los escenarios más importantes del mundo: desde la Scala de Milán, hasta el Covent Garden de Londres, pasando por el Metropolitan de Nueva York. «Quizá este fue el más emocionante. La acústica es maravillosa y la grandeza me impactó. Además, en el Metropolitan entran 2000 personas en la platea. Recuerdo que en la primera prueba de escena pensé: 'Aquí cabe todo mi pueblo».
Según nos cuenta su agente, Buratto es una de las sopranos de moda –podría ser el equivalente en ópera a la actriz Ana del Castillo en cine–: «Todos la quieren«. De hecho, el primero que la quiso fue Pavarotti que se convirtió en su profesor cuando ella tenía 26 años y había decidido centrarse en su carrera de soprano tras abandonar sus estudios de Farmacia después de tres años. «Creía mucho en mí. Me dio la fuerza para entender que podía cantar». Todas las tardes, el tenor recibía a Buratto y a otros cuatro alumnos en su casa, donde les impartía clases particulares gratis. «No quería nuestro dinero. Lo hacía por amor a la profesión». Y recuerda con añoranza aquellos años: «Íbamos a su casa después de que jugara su partida de cartas con sus amigos.
Tres meses antes de morir, cuando ya estaba muy enfermo de cáncer, seguíamos con nuestra rutina. Fue un gran ejemplo a seguir». Otro de sus grandes valedores ha sido el director de orquesta Riccardo Muti, que siempre apostó por ella y a quien le debe en parte su éxito. «Para triunfar tiene que haber talento, una voz bonita pero también tener la cabeza centrada, tomar buenas decisiones y tener suerte. Yo la he tenido. Hay tantas personas con talento que no lo consiguen... ».
Además de los ya citados, también ha trabajado con Plácido Domingo, a quien 20 mujeres acusaron en 2019 de acoso sexual.
¿Cómo fue su relación con él?
Solo he trabajado una vez y no he tenido ningún problema.
¿Qué opina de las acusaciones contra él?
No me corresponde a mi juzgar, porque no es justo. Son cosas del pasado. El maestro Domingo era muy guapo, muy atractivo y la línea entre dónde está el interés de uno o del otro es difícil de trazar. Yo no sé…
¿Usted ha vivido algún episodio de acoso?
Yo nunca he tenido problemas. Pero sé que existen. Yo creo que las mujeres que sufren esto deben encontrar la fuerza y el coraje de denunciar subito. Es la única forma de bloquear este problema.
Hija de un empleado de una fábrica y una ama de casa fallecida en 2019, Buratto es la tercera de tres hermanos –los dos chicos son bastante mayores que ella–, y la única de su familia que se dedica a cantar. «Nunca tuve ningún contacto con la ópera, ni la música, más allá de los discos de rock que escuchaban mis hermanos en casa». Aún así, desde pequeña y de una manera casi innata, mostró interés por el canto, como se observa en una foto que me muestra en su teléfono móvil y en la que aparece subida a una silla, con los brazos abiertos y en claro ademán de estar ofreciendo un recital. «Esta foto la tomó mi madre y creo que inmortalizó un momento importante de mi vida». Tenía un año y medio.
De joven tuvo un grupo de rock, Pentatónica, con el que hacían versiones de grupos famosos – «Mariah Carey, Whitney Houston, Red Hot Chili Peppers, Alanis Morissette, Tina Turner…»–, y más tarde se apuntó a un coro. Hasta que el profesor la mandó directamente al conservatorio: «Yo quería cantar pop. ¡No había capito niente!». Poco a poco Burato estudió solfeo, piano –un instrumento para el que se declara negada–, y descubrió el mundo de la lírica. Hoy recorre el mundo y sus teatros y ha vivido algunos meses en todas las grandes ciudades.
Pero a pesar de los destellos y los aplausos para ella el mejor lugar del mundo sigue siendo su casa, en el norte de Italia, frente al lago Iseo: «Es pequeño y selvático. Desde mi cama, cuando me despierto, es lo primero que veo». Un paisaje paradisíaco que invita a la tranquilidad y donde se escapa siempre que se lo permite su agenda, que la tiene dando vueltas por el mundo casi diez meses al año y que le obliga a realizar auténticos encajes de bolillos para poder coincidir con su novio, el músico trombonista y futuro director de orquesta Emanuele Quaranta.
De todos sus viajes y aventuras me pregunto cuál es la personalidad que más le ha impresionado conocer, y tras discurrir un rato no elige una, sino dos. La primera y más «emotiva», la senadora vitalicia italiana Liliana Segre, superviviente de Auschwitz, que recorre los colegios aleccionando a la juventud sobre el nazismo. Y la segunda, y más «extravagante», Anna Wintour, la poderosa directora de Vogue y conocida por ser la malévola y despiadada protagonista de «El diablo viste de Prada». Corría 2016 y Buratto estaba en Nueva York representando «Don Pasquale» cuando Wintour la contactó para que acudiera a su casa a cantar en el cumpleaños sorpresa de su marido, un apasionado de la ópera. «No sabía qué ponerme así que fui a unos grandes almacenes a comprar un vestido. Cuando terminé de cantar Anna se acercó sigilosa y me preguntó: '¿Qué mono tu vestido, de dónde es?'. El tiempo se paró por un momento. Pensé: '¿Miento o no?'. Afortunadamente no lo hice. Supongo que nadie puede engañar a la gran diosa de la moda». Y una enorme carcajada vuelve a retumbar en la sala.
20 de enero-18 de febrero
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