Sentados en unas escaleras de Roma y comiendo fast food como dos turistas más. La estampa, captada en 2012, dio la vuelta al mundo porque retrataba al fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, y su mujer, Priscilla Chan , como una pareja normal y corriente cuando eran todo menos precisamente eso. Acaban de pasar por el altar y aquella era su luna de miel .
Unos días antes, la pareja se había casado de la forma más austera posible: en el jardín de su casa de Palo Alto y ante apenas cien invitados. Pero de esa foto en Roma y de aquella boda de perfil bajo ha pasado ya más de una década. Y casi nada es igual. Para empezar, ahora son familia numerosa: sus hijas Maxima, August y Aurelia tienen nueve, siete y un año.
Y Zuckerberg, que es el tercer hombre más rico del planeta con una fortuna estimada en 204.000 millones de dólares, es una figura cada vez más controvertida. Su empresa, rebautizada como Meta en 2021 para tratar de gestionar una profunda crisis reputacional, lleva años sorteando todo tipo de escándalos: desde filtraciones masivas a acusaciones sobre el papel de redes como Facebook e Instagram en el deterioro de la salud mental de los más jóvenes.
Hasta su icónico look ha cambiado y las sudaderas grises han dado paso a un armario que sigue siendo casual, pero cada vez es más sofisticado. El gusto de Zuckerberg por el lujo ya no es ningún secreto. Y no es, precisamente, un lujo silencioso .
La última prueba llegó esta misma semana cuando el fundador de Meta exhibió en sus redes sociales los dos Porsches personalizados que acaban de estrenar él y su mujer: un modelo más deportivo para él; una minivan con todo lujo de detalles para ella que el propio Zuckerberg se ha encargado de diseñar y que es el primero de esas características creado por la icónica marca de coches.
Y es que, en los últimos meses, la pareja ha abrazado públicamente una vida mucho más opulenta y extravagante de lo que era habitual en ellos. En agosto, por ejemplo, Zuckerberg mostró en sus redes una estatua romana erigida en homenaje a su mujer y creada por el artista neoyorquino Daniel Arsham. «Recuperando la tradición romana de hacer esculturas de tu esposa», dijo el fundador de Facebook sobre la obra que muestra a Chan, que durante años trabajó como pediatra, luciendo un vestido plateado ondeado por el viento.
Este verano, los Zuckerberg, que se conocieron en una fiesta universitaria cuando los dos estudiaban en Harvard, también asistieron a la boda india del heredero Anant Ambani , hijo de uno de los hombres más ricos de Asia, y Radhika Merchant. La celebración reunió a más de mil millonarios de todo el mundo, incluyó un concierto privado de Rihanna y una cena para 50.000 personas y la pareja lució looks de Alexander McQueen y Mishra para la ocasión. En mayo, habían celebrado los 40 años de Zuckerberg con una fiesta en la que su mujer recreó los escenarios de su vida: su habitación de adolescente, el dormitorio de la universidad, la primera oficina de Facebook…
Además de un jet privado y varias propiedades en San Francisco y el lago Tahoe, los Zuckerberg tienen un superyate de 118 metros de eslora valorado en 300 millones de dólares y capacidad para 24 invitados y 48 tripulantes que este año utilizaron para visitar Mallorca con toda su familia.
Y sin embargo, nada de todo eso es tan impresionante (ni despierta tanta curiosidad) como el complejo que el matrimonio está construyendo desde hace años en Kauai, la isla menos habitada y salvaje de Hawái. La pareja ha ido comprando grandes extensiones de terreno hasta conseguir reunir más de 500 hectáreas bajo su propiedad, pese a la oposición de algunos grupos locales.
Allí están construyendo una finca de lujo que, según la prensa americana, podría llegar a costar 250 millones de dólares y que, cuando esté terminada, se convertirá en una de las residencias privadas más caras del mundo. Según una investigación publicada por Wired, el complejo contará con dos mansiones independientes con todas las comodidades imaginables, pero también con un complejo entramado de hasta 11 cabañas de árbol.
Las dos mansiones estarán además comunicadas por un búnker de más de 500 metros cuadrados capaz de producir su propia agua y comida en caso de desastre natural. El proyecto se está desarrollando bajo enormes medidas de seguridad y un gran secretismo: la propiedad está cercada por una valla de dos metros de alto con seguridad privada en todo el perímetro y, según Wired, todos los trabajadores implicados en la obra han tenido que firmar sendos contratos de confidencialidad.
20 de enero-18 de febrero
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