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Fuensanta Nieto, la gran arquitecta de los museos: «Debemos crear lugares amables y cálidos, que transmitan bienestar»

Treinta instituciones culturales en el mundo llevan su firma. Hablamos con una de las arquitectas españolas más prestigiosas sobre edificios que siguen la historia, la necesidad de disfrutar el espacio y el poder del optimismo.

Escondido en una pequeña calle de barrio, tras una fachada metálica que podría ser la de un taller, se encuentra el estudio de arquitectura Nieto Sobejano. Cuesta imaginar que entre esas paredes se han desarrollado algunos de los proyectos arquitectónicos más importantes de las últimas décadas. Desde la ampliación del Museo de San Telmo (San Sebastián), el Nacional de Escultura (Valladolid) y el Centro Contemporáneo de Creación de Andalucía (Córdoba), al Museo Arqueológico de Múnich (Alemania) o el de la Ciencia en Guangzhou (China).

Fuensanta Nieto (Madrid, 1957) es uno de los dos pilares sobre los que se asienta este prestigioso estudio fundado en 1985 y con sede en Madrid y Berlín. El otro es su socio y marido, Enrique Sobejano. Juntos han proyectado más de 30 museos e instituciones culturales en España y Alemania, pero también en Francia, Marruecos, China, Estonia... y, ahora, en Estados Unidos.

El pasado julio ganaron el proyecto del nuevo Museo de Arte de Dallas, uno de los más grandes del país. El encargo supone un punto de inflexión en la carrera de esta reconocida arquitecta, que ha recibido, entre otros galardones, la medalla Alvar Aalto, el premio Aga Khan o el Nacional de Conservación y Restauración de Bienes Arquitectónicos.

MUJERHOY. Hace casi 40 años que fundó su estudio y casi tres décadas desde que firmó su primer proyecto importante, la ampliación del Rectorado de la Universidad de Vigo. ¿Qué queda de aquella joven arquitecta que firmaba sus primeros proyectos?

FUENSANTA NIETO. Me gustaría que quedase todo. Evidentemente, tienes muchísima más experiencia, pero la ilusión, que es lo que más me gustaba de aquella joven arquitecta, espero seguir conservándola en cada proyecto. Porque si a un proyecto no le pones ilusión, no sale.

¿Su carrera ha sido como la imaginaba? ¿Siempre pensó en estar al frente de un estudio y construir grandes obras?

Sí. A mi generación nos educaron para construir, y cuando estábamos en la Escuela claro que pensábamos en construir museos. Luego he comprendido que he tenido mucha suerte profesionalmente, porque no es lo habitual. Pero hemos trabajado muchísimo y no nos hemos echado atrás ante las dificultades. Y no me arrepiento de haberlo hecho. A los arquitectos nuestro trabajo nos llena tanto que quizá miramos sólo por él.

¿Cómo es trabajar a cuatro manos con su marido, Enrique Sobejano? ¿Cómo desarrollan los proyectos?

Sí. [Risas] Los proyectos los empezamos juntos y luego cada uno toma un camino: uno los desarrolla él y otros yo. Aunque siempre los vemos juntos en momentos importantes, para estar seguros de qué es lo que queremos hacer y comprobar que no nos equivocamos.

¿ Eso significa que acaba llevándose el trabajo a casa?

Es imposible no hacerlo. En eso Enrique es mucho mejor que yo y me regaña siempre. Vivimos la profesión todo el día y es difícil no hacerlo. Pero solemos hablar sobre la parte bonita: «Vamos a modificar esta planta, no me gusta este alzado, qué materiales usamos...». Lo que intentamos no ver es si el material no llega o se para la obra... Construir es un milagro.

Jersey de Cortefiel, pantalón de Maksu y pendientes de Cartier. En la foto principal Fuensanta Nieto lleva traje de Emporio Armani, camiseta de Sportmax, zapatos de Manolo Blahnik y pendientes de Cartier. / Foto: Uxío Da Vila

De sus cerca de 50 proyectos. ¿con cuáles se quedaría?

Elegiría dos. El primero, el de Madinat Al-Zahra, en el recinto arqueológico de Medina Azahara. Para nosotros fue importantísimo. Recibimos el premio Aga Khan y nos permitió acceder a concursos más importantes. Y el segundo es la construcción de un museo de arte contemporáneo en el castillo de Moritzburg, cerca de Berlín. Ese proyecto hizo que abriésemos oficina allí, en 2007, y transformó nuestra forma de trabajar.

El estudio en Berlín nos ha dado acceso a muchas obras grandes por toda Europa e incluso fuera. De hecho, en julio hemos ganado en el proyecto del Museo de Arte de Dallas, uno de los más grandes de EE.UU. Nos está resultando impresionante, por el volumen de la obra, la rapidez para ponerlo en marcha...

También tienen proyectos en España, como el del Museo Thyssen de Sant Feliu de Guíxols...

El proyecto está hecho, pero falta que sean capaces de conseguir el dinero. Es un antiguo monasterio precioso, que se abre a un jardín. También hemos ganado el del Museo de Santa Clara, en Pontevedra, pero acaban de anularlo y a mí me queda ese dolor.

¿Por qué tienen tantas obras ligadas a la conservación del patrimonio? De hecho, ganaron el Premio Nacional de Restauración y Conservación por el Museo Nacional de Escultura de Valladolid.

Iba a decir que es casualidad, pero no es cierto. Cuando Enrique y yo estábamos estudiando, ya sabíamos que queríamos hacer edificios especiales, y un museo te permite acercarte a la arquitectura de una manera diferente. Para nosotros, es muy importante entender el lugar donde trabajamos y ver cómo podemos mejorar el edificio, si ya existe, o la ciudad. Y la mejor manera que tenemos de hacerlo es continuar la historia que ya se ha iniciado. Es como esas novelas que son un libro dentro de un libro, dentro de otro libro... En arquitectura, si entiendes esa historia y puedes continuarla, seguro que tu proyecto es un éxito.

¿Cómo debe ser un museo perfecto?

Para mí, debe recibir a las personas que van; que ese espacio público se pueda disfrutar, de la manera que cada uno considere importante, en su relación con la obra que va a ver.

¿Siempre se tiene en cuenta la opinión de los arquitectos en una obra de este tipo o un desarrollo urbanístico importante?

Creo que poquísimo. Se tienen más en cuenta los temas económicos. El rol del arquitecto es muy importante, porque todos nosotros, tú, yo y todos los demás, vivimos dentro de la arquitectura. Cuando te levantas todos los días, disfrutas de un espacio que ha creado un arquitecto. El hecho de que te encuentres bien o estés cómoda en un espacio te lo da la arquitectura. Es fundamental que seamos capaces de crear lugares amables y cálidos, lugares que sean capaces de trasmitir bienestar a la gente que los vive.

De la necesidad de hacer espacios y ciudades más habitables se habló mucho durante la época de la pandemia. ¿Nos hemos olvidado ya?

Se nos está empezando a olvidar, lo recordamos como a lo lejos. Nos dimos cuenta de lo importante que es tener un espacio en el que te sientas bien. Deberíamos seguir recordándolo y presionando de alguna manera a la administración, que es quien debe hacer.

¿Cómo deberían ser las ciudades futuras?

Tienen que tener la suficiente población, tamaño y dimensión para que puedas desarrollarte como quieras. No creo que sus dimensiones tengan que ser tan grandes que se haga invivible, porque no podamos movernos bien o comunicarnos. Pero no hay una receta perfecta ni una solución única.

Usted es también profesora de Proyectos en la Universidad Europea de Madrid. ¿Qué consejos suele dar a sus alumnos?

Lo digo siempre: que sean optimistas. Para ser arquitecto tienes que ser optimista y estar convencido que lo que propones lo puedes llevar hasta el final.

Cuando empezaba, no había muchos referentes femeninos, pero ahora usted lo es para muchas jóvenes arquitectas.

Alguno sí, como Lina Bo Bardi, una arquitecta brasileña a la que admiro muchísimo, pero eran pocos. En eso hemos avanzado muchísimo. Yo tengo ahora más mujeres que hombres en clase, algo impensable cuando yo estudié. Si dices que soy referente, me siento absolutamente orgullosa, porque he peleado mucho por ser arquitecta.

¿Le ha costado más demostrarlo? Alguna vez ha dicho que se subestima la obra de las arquitectas.

Y es verdad. He tenido la ventaja de trabajar con un hombre, así que es el estudio el que trabaja. Pero creo que una mujer sola todavía lo tiene más difícil. Muchas veces me río con Enrique, porque a veces se considera que una obra sólo es de uno y tienes que pelear para que sea de los dos. Ahora mismo somos Nieto Sobejano, pero al principio no lo era tanto. [Risas]

¿Son diferentes los proyectos que desarrolla una mujer?

Yo creo que lo mejor es trabajar en equipo. Pienso que tenemos distintas cualidades y que hay cosas para las que somos más sensibles. Por ejemplo, cuando las mujeres caminamos por la noche, pensamos que un espacio es mejor cuanto más abierto sea y menos rincones tenga. Y eso es algo en lo que quizá un hombre no piensa. Y si lo trasladas a un edificio, pasa lo mismo. Tenemos distintas percepciones que son complementarias. Y a veces distintas necesidades, por ejemplo en la forma de utilizar los dormitorios o los baños. Y no es ninguna tonteria.

¿Qué es lo que más le gusta de ser arquitecta?

La capacidad de conocer. Gracias a mi profesión he podido conocer muchos sitios, culturas y proyectos distintos. Esa posibiidad de cambiar y que no sea monótono es un privilegio.

¿Le queda pendiente algún proyecto soñado?

Me encanta hacer lo que estamos haciendo. Me gustaría construir más museos como el de Dallas. Espero que sigamos consiguiendo este tipo de proyectos.

¿Qué es lo que más feliz le hace ahora mismo?

Ver un plano bonito y bien hecho que sale del estudio. [Risas] Cuando veo un edificio construido, tengo otra sensación. Pero esa felicidad pequeñita de todos los días eres capaz de verla en un plano terminado, bien dibujado, donde parece que todo encaja y funciona. Porque te queda la ilusión de que eso todavía se tiene que construir y lo tenemos que seguir trabajando. No es el final de una cosa, es ese pasito pequeño que tienes que dar todos los días.

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