La fascinación por Karen Blixen, la baronesa que se compró una granja en África y embrujaba jóvenes poetas

Pocas veces tenemos retratos de la juventud, la madurez y la vejez de un mismo personaje, pero con Karen Blixen, Isak Dinesen cuando firmaba Memorias de África, así ha sucedido. Su capacidad para seducir al cine no tiene fin.

Pincga pare ver 33 mujeres que admiramos./D.R.

Pincga pare ver 33 mujeres que admiramos. / D.R.

Elena de los Ríos
Elena de los Ríos

Cualquiera con mínima sensibilidad que haya pisado África por debajo del Nilo ha comprendido inmediatamente la f ascinación de Karen Blixen por su granja en Kenia. De otra manera, su apego a una tierra extraña puede leerse como la atracción por el exotismo o, incluso, un capricho de niña pija y con sueños de grandeza colonial. No lo olvidemos: Blixen, Isak Dinesen cuando firmaba Memorias de África (1937) o El festín de Babette (1953), se convirtió previo matrimonio en la baronesa Bror Blixen-Fineckey. Fue esta oportuna unión la que le permitió iniciar, junto a su marido, la plantación cafetera que resistió a su divorcio (él era infiel y le pegó la sifilis), pero no a la tragedia de la muerte en accidente de aviación de su gran amor, el cazador británico Denys Finch Hatton. En el mismo año de su fallecimiento, 1931, los precios del café cayeron tanto que Karen tuvo que cerrar y volver a Dinamarca. Todo lo vimos en la edulcorada película que protagonizó Meryl Streep : 7 premios Oscar que convirtieron la figura de Blixen en el epítome de la mujer aventurera, poderosa, libre y romántica. Pero, claro, la vida real era otra cosa.

El cine nos permite contrastar la mitología cinematográfica creada por Sidney Pollack en 1985 con dos cintas en las antípodas. La primera, disponible en la plataforma Filmin, es Karen (2020), la primera película de la directora española María Pérez Sanz, con Christina Rosenvinge como protagonista y autora de la banda sonora. Pérez Sanz nos propone explorar la relación de Blixen con su criado mahometano, acaso más interesante, auténtica e intensa que los romanticismos en los que se ha detenido Hollywood. Farah Aden se mantiene al lado de la escritora del principio al fin de su estancia en África, cuando la sifilis comienza a darle los zarpazos que la llevarían a la tumba. La relación entre la ama y el sirviente, la distancia no solo jerárquica sino cultural, plantean una tensión cuya resolución guarda muchísimas más sorpresas que el guión sabido del flechazo amoroso. Y, como plus, permite comprobar cómo la directora y su equipo han logrado convertir Extremadura en Kenia.

Esta semana se estrena otra aproximación a la biografía de Karen Blixen, perfecta para completar el tríptico:The Pact, de Billie August. Se trata de la versión cinematográfica de la novela del mismo nombre que narra la relación de la escritora, ya convertida en una diva de la literatura, con los jóvenes poetas que atraía a su granja en Rungstedlund, convertida en una especie de retiro literario. Sorprende este retrato mefistofélico de la escritora, capaz de todas las malas artes del mundo para mantener bajo su yugo a un inocente aspirante a la gloria literaria. Le fascinaba y la castigaba en una ruleta rusa emocional adictiva. Como no pudo tener amantes (ella tuvo que renunciar al sexo muy joven debido a la sifilis), Blixen se desquitó sometiendo mentes.

«Tú eres mejor que yo, ese es el problema», le decía a su incauto admirador. «La diferencia entre tú y yo es que tú posees un alma inmortal y yo no la tengo. Así sucede con las sirenas o las hadas del agua, tampoco ellas la tienen. Viven más tiempo que los que poseen un alma inmortal, pero cuando mueren desaparecen completamente y sin dejar ningún rastro. Pero ¿quién puede entretener y agradar y extasiar a la gente mejor que el hada acuática cuando está presente, cuando juega y hechiza y hace a la gente bailar más enloquecidamente y amar más ardientemente de lo que nunca es posible? Pero mira, ella desaparecerá, y sólo deja tras de sí una línea de agua en el suelo».