«Me quedo porque no sé si podré regresar», Khrystyna Soloviy, la cantante ucraniana que vive bajo la amenaza de las bombas

A los 29 años había alcanzado su sueño desde niña: ser una de las cantantes más populares de Ucrania. Aunque la invasión rusa ha convertido su vida en una pesadilla, ha querido quedarse en su país para resistir y luchar.

Khristyna Soloviy ha pasado de ser una cantante de exito a ser una voluntaria más ayudando a los refugiados Ucranianos. / DANILO PAVLOV.

Ixone Díaz Landaluce

De momento, la casa sigue teniendo luz, agua corriente y conexión a Internet. Y la despensa está surtida. « Compré mucha comida porque los primeros días estaba muy asustada. Pero ahora no puedo comer. No tengo apetito. Solo doy un bocado de vez en cuando para poder seguir funcionando, pensando», explica Khristyna Soloviy sentada en una pequeña habitación de la casa en la que está refugiada con una amiga y en la que ha dado cobijo a ocho personas más. El 19 de febrero dejó su apartamento en Kiev para ir a ver a su madre por su cumpleaños. Hizo la maleta en apenas 20 minutos. “

«Ese día estaba ocupada en otra batalla. Un rapero ruso había robado una de mis canciones y la había destrozado. Mis fans y mis amigos le estaban bloqueando en las redes. En ese momento estaba inmersa en una guerra que pensaba sería la mayor de mi vida», recuerda. Seis días más tarde, el 25 de febrero, Vladímir Putin materializaba sus amenazas de las últimas semanas e invadía Ucrania. Agotada y abrumada por los acontecimientos, Soloviy le ha pedido a una amiga que haga de traductora en nuestra conversación a través de Zoom.

El día que hablamos se cumplen seis días del ataque y una gran columna de vehículos militares rusos avanza hacia Kiev. Putin ha advertido a la población civil de la capital que deben abandonar sus hogares y refugiarse para evitar los bombardeos y grupos de paracaidistas rusos han aterrizado en Járkov, la segunda ciudad del país, en el mayor asedio hasta la fecha. Esa misma noche, las fuerzas ucranianas consiguen repeler el intento de asesinato del presidente Volodímir Zelenski a manos de un grupo de milicianos rusos. La sensación de caos y devastación crece por momentos. Más de 2.000 civiles ucranianos ya han perdido la vida.

«Nunca pensé que escribiría una canción sobre la guerra. De pronto, esa es ahora nuestra realidad».

«Las sirenas antiaéreas suenan sin parar. Los primeros días iba al refugio para protegerme, pero ahora prefiero quedarme en casa porque mi prioridad es utilizar las redes sociales para contar lo que está pasando. El mundo tiene que saberlo». Durante el día Soloviy, una conocida cantante folk en el país, trabaja como voluntaria ayudando a los refugiados que llegan a Lviv, su ciudad natal, a apenas 70 kilómetros de la frontera con Polonia. «Han llegado de todos los puntos de Ucrania. Son, sobre todo, mujeres y niños, porque todos los hombres han ido a la guerra. Algunos quieren cruzar la frontera y otros buscan un sitio donde quedarse. Hay colas larguísimas. Los trenes están abarrotados», explica.

Su trabajo consiste en acompañarles y tratar de proporcionarles ayuda psicológica. No siempre es fácil. «Ayer estuve con dos personas que estaban tan paralizadas que ni siquiera pudieron decirme de dónde venían o adonde querían ir», relata. En sus redes sociales, Soloviy ha publicado una canción compuesta en las primeras horas de la invasión. « Prepárate para luchar / Es nuestra tierra / Aprieta el gatillo / Soy tu bala / Hazlo otra vez / Traigo la paz / Estaré contigo / Soy tu arma».

«Nunca habría pensando que escribiría una canción sobre la guerra. Pero, de pronto, esa es ahora nuestra realidad. Mi amigo me mandó sus ideas y reflexiones y me puse a trabajar», explica Soloviy, cuyas canciones acumulan más de 132 millones de reproducciones en YouTube. Aunque le ofrecieron abandonar el país a través de un corredor diplomático y dar un concierto en apoyo a Ucrania en París, ha decidido quedarse. «No quiero irme porque no sé cómo o cuándo podré volver a mi país. O si podré regresar jamás».

Muy popular en su país, Ucrania, la cantante Khrystyna Soloviy durante una de sus actuaciones.

Cuando le pido que describa cómo era su vida hace solo una semana, Soloviy rompe a llorar. «Cada mañana me despertaba cuando mi gato se tumbaba junto a mí en la cama. Entonces, iba a la cocina y le ponía su comida... Tenía una vista preciosa desde mi apartamento en Kiev, pero no sé si voy a volver a verla», dice entre sollozos. Cuando se recompone, la cantante describe la intensa vida de una cantante de 29 años en una ciudad vibrante: el trabajo artístico en el estudio de grabación, las sesiones de fotos como la que ilustra nuestra portada, la vida social con sus amigos, los ratos de lectura tranquila en casa... “

«Somos una generación que no ha vivido bajo el control soviético. Nacimos en un país libre».

«Tenía una vida completamente normal. Y ahora estoy en medio de la locura, tomando sedantes para tratar de mantener la cordura. Miro en mi teléfono las fotos de hace apenas unos días y no entiendo nada. Estaba viviendo la vida con la que había soñado desde que era una niña». Con tres años, ya tenía claro que quería ser cantante. Poco después, empezó a cantar en un coro. A veces, coqueteada con la idea de ser bibliotecaria o psicoanalista, pero siempre volvía a la casilla de salida. Aunque estudió Literatura en la universidad, en 2013 Soloviy participó en la versión ucraniana de La Voz. El país vivía un momento convulso. “

«Por las mañanas, iba al estudio a grabar o ensayar porque estaba preparando un disco y por las tardes, iba a Maidan. Recuerdo que uno de aquellos días mi madre me llamó para saber dónde estaba porque había oído que la policía estaba apaleando a los estudiantes». Las protestas en el centro de Kiev contra el presidente Víktor Yanukovich, próximo a Putin, habían empezado en noviembre tras la suspensión del acuerdo de asociación con la Unión Europea. Encabezadas por estudiantes universitarios, la brutalidad policial hizo que el movimiento terminara aglutinando a la mayor parte de la sociedad civil ucraniana.

Más de 90 días y 130 muertos civiles después, Yanukovich salió huyendo del país y se anunció la convocatoria de elecciones anticipadas. Sin embargo, la crisis tuvo su continuación cuando, apenas un mes más tarde, Rusia invadió la Península de Crimea y la anexionó a su territorio. Khrystyna Soloviy pertenece a una generación que ha alcanzado la edad adulta en un escenario de permanente tensión geopolítica. Sin embargo, y pese a las constantes amenazas de Putin, jamás pensó que viviría un conflicto bélico en primera persona. «Aunque llevamos viviendo con la sensación de la guerra a nuestro alrededor desde hace ocho años, nunca pensé que esta terrorífica pesadilla pudiera ocurrir. Hemos oído hablar de la guerra y tenemos una terrible historia de colonización rusa a nuestras espaldas, pero somos una generación que no ha vivido bajo el control de la Unión Soviética. Nacimos en un país libre».

Soloviy evita los eufemismos y habla del país vecino con crudeza y sin medias tintas. «Mi generación odia a Rusia y a los rusos. Esta situación ha destruido toda relación entre nosotros, incluso para quienes pensaban que éramos hermanos. Ya no es así. Estamos tratando de despertar las conciencias. No podemos entender cómo un país de 140 millones de personas no puede echarse a la calle y destruir a un pequeño hombre, un pequeño monstruo». Pese a las sanciones, el bloqueo económico y el envío de armamento por parte de la Unión Europea o Estados Unidos, Soloviy siente que la comunidad internacional no está a la altura del momento histórico.

«Todos los líderes del mundo dicen que quieren ayudar, pero no es suficiente. Han dejado claro que la vida de un ciudadano ucraniano no vale lo mismo que la de un ciudadano de un país de la OTAN». En cambio, la cantante quiere poner en valor la figura del presidente ucraniano, hasta hace poco un dirigente cuestionado dentro y fuera de sus fronteras. « No voté a Zelenski, no le elegí y no pensaba que fuera capaz de dirigir el país, pero mi opinión y la de todo mi país ha cambiado de manera radical. No solo es un gran presidente para Ucrania, es un ejemplo de libertad y liderazgo para el mundo entero».

Ir a la guerra, dice Soloviy en tono sombrío, es la única opción en estos momentos. Sus amigos, sin experiencia militar, están tomando las armas y preparándose para luchar. «Ahora mismo no podemos hacer otra cosa. No tenemos otra forma de protegernos. Estoy muy, muy orgullosa de mis compatriotas. Obviamente vamos a pagar un precio muy alto por estar orgullosos de nosotros mismos, pero me siento muy agradecida porque sé que nuestra gente protegerá nuestro país hasta el final, hasta la última gota de sangre». Antes de terminar la llamada y despedirnos, le pregunto qué le gustaría decirles a quienes vayan a leer esta entrevista.

Dos mensajes. El primero, dice, tiene que ver con la idiosincrasia de su pueblo. «Los ucranianos no somos víctimas. Nada más lejos de eso. Simplemente estamos en una situación horrible. Primero de todo, somos un país de artistas. Las familias de Andy Warhol o Serge Gainsbourg también tuvieron que huir del país por la guerra». El segundo apela directamente a nuestras conciencias.

«Pagaremos un precio muy alto por estar orgullosos de nosotros mismos».

«Pido a todo el mundo alrededor del planeta que no se limite a subir vídeos y fotos a las redes sociales lamentando lo que nos están pasando. Debéis ir a las manifestaciones y protestar, reclamar a vuestros gobiernos que frenen esta guerra y boicotear todos los productos rusos y las exportaciones. Por favor, no nos dejéis solos». «¿Estás asustada?», le pregunto justo antes de colgar.

«Estoy muy, muy asustada. Jodidamente asustada. Pero no tengo tanto miedo de la Tercera Guerra Mundial como de vivir bajo la ocupación rusa». Al día siguiente de nuestra conversación, y al cierre de este número, el Ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, habla por primera vez de la posibilidad de una Tercera Guerra Mundial. Involucraría , afirma, «armas nucleares» y sería «destructiva». Como cada mañana desde que empezó la invasión, Khrystyna Soloviy sale de casa y vuelve a su trabajo como voluntaria asistiendo a los refugiados. Lejos de los escenarios y el estudio de grabación, esta es su nueva vida cotidiana en tiempos de guerra.