Nada más enterarnos de que Ana Locking (Toledo, 1970) se había embarcado en una curiosa misión espacial, lanzándose a la aventura de diseñar los trajes para la película «Luna», de Alfonso Cortés-Cavanillas, nos vino a la cabeza el pintor Cristóbal Toral (Cádiz, 1940). Toral, emparentado hasta cierto punto con Antonio López pero de menor fama, tuvo la extravagante idea (o no tanto) de vestirse de astronauta y echarse a las calles de Madrid para celebrar la inmensurable hazaña de Neil Armstrong y compañía hace ya 55 años. Más tarde, el escritor Manuel Vicent puso la guinda diciendo que el artista, en realidad, había bajado de la luna, la suya, a la Tierra, la nuestra.
Ahora, en estos tiempos que corren, Locking ha vivido con una pasión fuera de lo común el lanzamiento de su propio Apolo 11, traspasando también sus habituales márgenes. Porque esta vez de sus talleres no han salido tuxedos ni jumpsuits ni ninguno de su vestidos atravesados por perlas que componen la geografía de su moda -quién no recuerda el que llevó la reina Letizia-. Lo que han pespunteado sin parar sus máquinas de coser han sido trajes de astronauta, ¿los trajes del futuro?, para hacer real la ficción que compite este jueves 10 de octubre en la sección oficial del 57º Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges.
Ana Locking lleva en la moda desde los estimulantes años noventa (se quitó el Shocking y se dejó el Locking). Es amante confesa de las Bellas Artes (de todas), jueza y también parte en el programa «Drag Race» junto a los Javis y profesora en el Centro Superior de Diseño de Moda de la Politécnica de Madrid. Ahora ha dado el salto al cine, aterrizando a pleno pulmón en un planeta de fantasía, lo cual le ha servido para dar rienda suelta aún más a su creatividad. Tripula su nave, la de los recuerdos, un personaje de excepción, un antihéroe, el Major Tom de David Bowie («Space Oddity»).
Anda preparando la colección que presentará en febrero, grabando la quinta temporada del reality y con la emoción intacta tras haber pisado esta «Luna». Ni lo humano ni las nubes le son ajenos. Ana Locking se autoapoda en todas partes The Dreamer y ha dicho más de una vez y más de dos que «la moda es sueño», recreando a Calderón. Son muy barrocos los dos.
MUJER HOY. ¿Cómo ha sido su primera incursión en el cine?
ANA LOCKING. Estoy muy contenta porque me ha dado un estímulo y una energía que hacía años que no tenía. Porque estoy acostumbrada a contar mis propias historias a través de mis colecciones -siempre ha sido superimportante para mí el storytelling-, pero ponerme al servicio de la historia de otra persona me ha parecido fascinante. Además el cine es como yo me tomo la moda, como si fuera una religión, un tipo de creencia. Tengo fe en que esto hay que contarlo de esta manera y me sumerjo por completo en ello.
Y además es un proyecto muy particular porque sucede en la luna y hay que vestir nada menos que a viajeros espaciales.
Sí, son trajes de astronauta. Ha sido un reto que jamás me habría imaginado. Agradezco mucho al director, Alfonso Cortés-Cavanillas, y a la productora que pensaran en mí; es mi primera vez y me dieron total libertad. La película cuenta la historia de una expedición privada a la luna que financia un multimillonario, y hay oficiales y civiles. Los primeros los he trabajado como si fueran de la NASA en España, o sea, son astronautas oficiales y tienen que ir de astronautas. Y con los civiles me he permitido un poquito más de fantasía en la ciencia ficción. Lo importante era que el espectador creyese desde el primer momento que están en la luna y que los trajes son reales, y eso había que lograrlo con el vestuario y la escenografía.
Estamos hablando de trajes de trabajo con una funcionalidad y unas características muy concretas.
Así es. Todos los actores llevan un casco de astronauta y tienen que poder respirar porque está cerrado herméticamente, no se puede empañar el cristal, etcétera. Entonces ideamos un sistema de ventilación que venía desde la mochila por la parte trasera, y se los encargamos a una empresa especializada. Lo principal era solventar todos estos problemas técnicos. Son trajes además que pesan muchísimo, con tejidos muy gruesos para que diera esa sensación de muchas capas. Hemos tenido que utilizar las máquinas de triple arrastre con las que hacemos los zapatos o los cinturones en el taller, máquinas para trabajar el cuero. Ha sido un reto complicado pero fascinante.
Y para la parte artística, ¿en qué se ha inspirado?
La parte artística entra en juego más en los trajes de los civiles. Vimos que en las películas de la luna todo era en blanco, dorado y brillante para capturar la poca luz que hay, que es muy rasante, muy contrastada. Como la expedición está pagada por un multimillonario, este tiene esa cosa egocéntrica de que se le vea, de que se sepa que es él el que paga. Entonces los trajes de los civiles, del rico, de su hijo y la fotógrafa, están trabajados en un tejido que es una evolución y lo hemos tenido que entretelar y forrar, además de barnizar las mantas térmicas doradas. Se trata de un tejido muy brillante, que refleja muy bien la luz y que tiene ese punto ostentoso que el personaje también requería.
«Luna» cuenta además con unos actores muy singulares: Asier Etxeandia, Greta Fernández, Roberto Álamo, Marian Álvarez...
Sí, Greta Fernández, en concreto, hace de una influencer a la que han contratado para retransmitir el paso del cometa desde la luna y su traje es espectacular, azul, con unos volúmenes muy exagerados. Podría ser el traje de astronauta del futuro, pero al mismo tiempo es moda. Ella es la que más juego me ha dado en este sentido.
La película tiene un trasfondo existencialista, ¿qué le ha transmitido?
La película cuenta la lucha por la supervivencia en el vacío lunar porque sus protagonistas se desconectan de la tierra y tienen que luchar por sobrevivir. Están perdidos y abandonados, y establecen consigo mismos y entre ellos una profunda reflexión sobre el significado de la vida y de la existencia. Es una película de ciencia ficción, pero al mismo tiempo es cine de autor porque lo emocional está muy presente. Es muy intimista.
¿Se siente retratada en esta combinación: con tendencia al espectáculo pero muy reflexiva?
Sí, porque yo soy muy existencialista también. Es que yo creo que ahí es donde conseguimos que la realidad no nos atrape. Cuando la realidad te atrapa y lo que tienes a tu alrededor solamente es realidad, has perdido. Necesitas soñar, liberarte, dejarte llevar, disfrutar. Por eso, es tan increíble el cine.
¿Cuál es su relación con él?
Si no me hubiera dedicado a la moda, me habría dedicado al cine, porque es mi gran pasión. Unos meses antes de «Luna» hice el figurinismo de una serie que todavía no se ha estrenado, y ahí trabajé en tres personajes, pero es una serie de época, siglo XVIII.
Menudo salto.
Sí, por eso cuando me llamaron para la película dije: «Del siglo XVIII al futuro. Qué maravilla».
A los trajes de Ana Locking parece que siempre les acompaña un decorado. Son muy teatrales.
Qué bien que me digas eso, porque siempre nos hemos esforzado para lograrlo y siempre hemos tenido muy poco presupuesto. Hemos buscado que la escenografía también estuviera hablando de lo que cuenta la ropa.
¿Enamorada de la luna?
Desde bien jovencita tengo grabado en la memoria el Space Oddity de David Bowie. Major Tom es un personaje que forma parte de mi imaginario personal. Es ese antihéroe que sueña con llegar a la luna y nunca puede. Ahí está esa idea de buscar la libertad. Por eso me llama tanto el mundo del drag, el programa que hago, porque también es una forma de buscarte múltiples identidades y ser quien quieras ser en cada momento. Y en Bowie eso está muy presente.
¿Qué le sugiere la figura del astronauta? Pienso en Sara García Alonso, encima mujer.
Es la fe más grande y absoluta que puede tener un ser humano en algo. Cuando hablamos de fe, siempre establecemos una correlación con el mundo religioso, pero yo creo que Sara García como astronauta está cumpliendo el deseo del ser humano de acercarse un poco más a las estrellas.
Pero también hay que tener los pies en la tierra.
Siempre he intentado establecer un compromiso desde la moda con la problemática social o política, o simplemente con mis gustos, deseos o frustraciones. Es una forma de liberación, de expresión, de comunicación. Al final, la conexión en el mundo creativo es lo más importante. Sin conexión, ¿qué hacemos? ¿Lo hacemos para nosotros mismos, para el ego propio?
Por otro lado, siempre ha reivindicado la moda como expresión artística.
Siempre. Otra cosa es que yo diga soy artista o no; a veces me sienta así, otras no. Creo que la moda es otra forma de conexión artística, de expresión. Mi camino elegido es la moda, como para otros es el cine, el teatro, la danza o la literatura. Al final, es mi camino y a través de eso me expreso.
¿En qué momento de tu carrera se encuentra? ¿Sigue siendo la «eternamente joven» Ana Locking?
Estoy en el momento en que más disfruto de la felicidad, después de superar un cáncer y una pandemia. Mis preferencias cambiaron y empecé a valorar más las pequeñas cosas, a ir más lenta con la vida y con mi trabajo. Ahora soy más libre. Si a mí me hubieran propuesto ser jueza en 'Drag Race' hace 10 años, pues no habría ido con tanta ilusión ni hubiera disfrutado tanto porque tú me ves allí y soy una travesti. Y probablemente habría estado más encorsetada delante de las cámaras, más pendiente de qué decir por el qué dirán. Cada vez me dan más lo mismo las redes sociales. Mi forma de crear no está sujeta a una aceptación social, sino a una necesidad personal.
Esto hace que lleve bien el estar en la tele, que es un medio tan devaluado en ciertos círculos.
Mira que me han llamado para más programas y en todos he dicho que no. Estoy en este porque me apasiona la cultura drag y siento admiración y muchísimo respeto. No me interesa la televisión por ser conocida y hacerme más famosa. No quiero hacerme viral.
¿La moda es sueño?
Sí, la moda es sueño, es fantasía, es ilusión. Y la moda es fe porque el arte es fe, y el arte nos libera de lo terrenal. La moda te puede salvar de muchas cosas.
¿Cuántas vueltas se le puede dar a un traje?
Un traje tiene mil caras y, dependiendo de tu estado de ánimo, el traje se tiene que adaptar a ti, con lo cual le puedes dar mil vueltas. Un traje no te tiene que llevar a ti, tú tienes que llevar el traje según cómo estés. Tu maquillaje o tu peinado ya lo cambian, así que imagínate luego si lo accesorizas.
¿Cómo ve el sector de la moda en España?
Lo veo muy complicado, hay muy poca posibilidad de salir en medios, cada vez es todo más digital. Hoy se pasa por encima de todo de manera muy superficial. Entonces, o capturas al público con algo muy llamativo o nada. No hay tiempo para la reflexión, para la filosofía, y eso no es bueno. Lo que está haciendo la moda hoy en día es simplificar las cosas para que le entren al público, y cuando se simplifican las cosas se pierde mucha magia.
¿Y como negocio?
Como negocio también es complicado. El apartado online es una buena salida, cada vez más, y eso se ha estandarizado, pero también hay una lucha por el precio más bajo. La moda tiene que contar historias, tener un valor añadido, que es algo por lo que yo siempre he luchado. Así es como se capta al público que quieres captar. Hay tanta banalidad..., que está muy bien para divertirte, pero ya está. Es que los referentes de los jóvenes de hoy van a ser tiktokeros. Lo que está claro es que no hay que dejar de soñar.