Ágata Lys inició su carrera como una Marilyn española en el concurso de televisión Un, dos, tres. Ha fallecido a los 68 años en su casa de Marbella (Málaga). /
Después de la triste noticia de la muerte de Manolos Santana y del disgusto del suicido de Verónica Forque , nos enteramos de que Ágata Lys, actriz de larguísimo recorrido y muy querida en escenarios, platós y rodajes, falleció el pasado 12 de noviembre a los 68 años. Ha sido Valeria Vegas, escritora y biógrafa de la Veneno, quien ha destapado en su perfil de Instagram la desaparición de la que fue sex symbol absoluto de la España de los 70, cuando sedujo a crítica y público con su pelo oxigenado a lo Marilyn Monroe, como azafata del programa Un, dos, tres. «Realmente murió hace algo más de 40 días, en un silencio misterioso (e injusto) que no ha trascendido a los medios ni la profesión», escribe Vegas, y con toda la razón.
No hace falta subrayar el triste tratamiento que reciben hoy los profesionales de la cultura y el entretenimiento que fueron estrellas en su momento, un olvido irreparable en el que coincidimos industria y medios de comunicación. Ágata Lys (Valladolid, 1953) fue una gran estrella pero, además, logró desembarazarse del cliché de mito erótico y continuar en su profesión hasta 2006. Su último proyecto fue la serie Amar en tiempos revueltos.
Su imponente físico y su característica voz ronca llamaron enseguida la atención en su debut en el Un, dos, tres (1972), pero Margarita García San Segundo era ya mucho más que una joven con sueños de estrella: en sus primeras entrevistas dejó ver un nivel cultural que la hacía destacar entre sus compañeras, producto de sus estudios universitarios de Filosofía y Letras y su trayectoria en la Escuela de Arte Dramático. El papel de ingenua rubia que aceptó Ágata Lys era eso, un papel.
Lys encarnó como nadie el espíritu libertario y destapado de la Transición ese que, por desgracia, no requería de las actrices más que un físico excepcional. De hecho, su primera gran película fue La nueva Marilyn (1976), en la que se jugaba con su parecido con la mítica estrella de Hollywood. Por suerte, su inteligencia le permitió llevar la frivolidad de la época con sentido del humor, aunque no pudo dar el salto a producciones más exigentes hasta 1984, con Los santos inocentes.
Ágata Lys, en una entrega de premios al principio de su carrera. /
Ágata Lys mostró todo lo que era capaz de hacer en la película de Mario Camus, pero escasearon las oportunidades para explotarlo en unas décadas en las que aún se desechaban las actrices después de los 30. Rodó Taxi, de Carlos Saura, en 1996, y estuvo de nuevo extraordinaria en Familia, de Fernando León de Aranoa. De ahí pasó a la serie Amar en tiempos revueltos y al teatro, donde tuvo papeles de relieve. Por ejemplo, Porcia, en El mercader de Venecia.
El fallecimiento de Ágata Lys en estas circunstancias tan anónimas, tan injustas, nos pone sobre aviso en una tarea pendiente para las mujeres del cine, las que trabajan en la industria y las aficionadas, que entra en tiempo de descuento. Urge volver a contar las películas y las circunstancias de toda una generación de actrices que, relegadas a puro objeto de excitación por las películas del destape, no han conseguido un reconocimiento para hacerse un hueco en un negocio exigente y tantas veces cruel como el del entretenimiento.
Hace unos años, cuando el auge del Me Too hizo que algunas actrices y modelos hablaran de sus condiciones de trabajo, Ágata Lys fue a televisión a contar su experiencia con el acoso. Su testimonio, prácticamente su primer contacto con el mundo del cine y la televisión, ponía los pelos de punta. Ya no podremos, desafortunadamente, saber más de su historia para encontrar cómo no repetirla.
«Yo trabajaba en TVE y una persona con muchísimo poder me dijo que fuera a su casa para repasar el guión», contó en televisión Ágata Lys. «Yo fui y me metió en su habitación y se me tiró encima en la cama de matrimonio. Le pegué una patada y me marché corriendo. Al día siguiente me habían echado del trabajo. Te estoy hablando del 'Un, Dos, Tres...». Nadie la apoyó cuando quiso denunciar la situación, ni siquiera su madre: «Si quieres seguir en televisión, cállate la boca», le dijo.
En su aparición en el programa Sábado Deluxe, una de sus últimas entrevistas, Lys habló de lo que llamaba el silencio de bragueta: «Son genios y son estupendos pero, sin embargo, abusaban de su poder. Y a las que no podían llevarse al huerto, las echaban miserablemente del trabajo, como fue mi caso. Cuando dices NO con todas las letras, te despiden».