«El objetivo de la moda es hacer que la ropa de moda esté disponible para todos», defendía Mary Quant, como destacó la retrospectiva que le dedicó el Museo V&A en 2019. En los 50 y 60, cuando la diseñadora irrumpió en el panorama de la moda internacional, las tendencias surgían en los ateliers parisinos y se difundían en las pasarelas de alta costura. Hasta que Mary Quant, al igual que hizo Vivienne Westwood después, revolucionó la moda al trasladarla directamente a las calles de Londres. La imagen del Swinging London de los 60 está indisolublemente unida a las de las minifaldas y pantalones cortos, pantalones de campana y medias de colores brillantes que salieron de la mano de Mary Quant.
La diseñadora británica, que ha fallecido «en paz» (según el comunicado de su familia) en Surrey a los 93 años, era una joven graduada de una escuela de arte de 21 años cuando abrió una tienda llamada Bazaar junto a su aristocrático novio (y después marido y padre de su hijo Orlando) Alexander Plunkett Greene.
Llenó la tienda de la londinense calle King's Road con el tipo de ropa que querían vestir ella y sus bohemios amigos: faldas cortas acampanadas con peto, medias hasta la rodilla, boinas de colores y divertidos accesorios. Si no las encontraba, comenzó a comprar retales en Harrods y hacerlas ella misma sentada en la cama.
En 1955, con la estrechez económica tras la Segunda Guerra Mundial muy cercana, sus propuestas alegres y desenfadadas fueron un revulsivo. El estilo Dior dominante en ese momento marcaba la cintura y el pecho de las mujeres. Para las jóvenes que querían diferenciarse de sus madres (que llevaban el pelo fijado con laca, vestían rebecas de punto y usaban tacones a juego), el estilo de Quant fue un gesto de rebeldía al que unirse y que se extendió al maquillaje, al corte de pelo y a accesorios como las gafas de sol.
En solo diez años, y a pesar de su improvisada gestión económica, Mary Quant era ya una marca con ventas que sumaban 20 millones de dólares. En los 70 bajo su nombre se vendían maquillaje, ropa de cama y hasta una muñeca llamada Daisy. También creó una segunda marca asequible, Ginger Group, y vendió los patrones para que todos pudieran tener acceso a los diseños. Se vanagloriaba de que en sus tiendas, duquesas y mecanógrafas competían por el mismo vestido.
Pero, sobre todo, ella era su marca. Ejemplificaba el estilo que vendía. Un estilo que vendió Inglaterra al mundo. Y que se reflejó en el cine (Audrey Hepburn en Dos en la carretera), en la música (The Beatles, Rolling Stones, The Kinks, David Bowie…) y en las revistas (gracias a la modelo Twiggy).
«La minifalda ha llegado para quedarse», predijo Mary Quant en 1966. André Courrèges y ella comparten (o disputan) el título de «inventores de la minifalda». El diseñador francés defendía que no fue ninguno de los dos, que la inventó la calle; y ella, que fueron sus clientas las que le pedían que acortara las faldas. En cualquier caso, Mary Quant contribuyó a que todas las mujeres pudieran permitirse el sentirse más libres.
20 de enero-18 de febrero
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