Ona Carbonell, «En mi deporte se margina a los hombres, no se les deja competir en los Juegos Olímpicos. Aún queda un largo camino»

La gran campeona de la natación sincronizada afronta los Juegos Olímpicos de Tokio con el que considera su mayor triunfo dentro y fuera de la piscina: haber sido madre sin abandonar la élite y aspirando a una nueva medalla.

Pincha en la foto para ver el biquini perfecto para este verano sea cual sea tu estilo/Sergi Pons

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Marita Alonso
Marita Alonso

Antes de citarnos con Ona Carbonell (Barcelona, 1990), le pedimos a Paloma del Río, autora junto a Juan Manuel Surroca de Más que Olímpicas, que nos cuente por qué Ona es un referente. «Si alguien es capaz de compatibilizar el deporte de élite y la maternidad, esa es Ona. Solo quienes lo consiguen, saben la dureza y dificultad de vivir dos vidas en una». Pese a que volvió a entrenar y a capitanear el conjunto de natación sincronizada al mes y medio de dar a luz a su primer hijo , que Ona vaya a los juegos ha visibilizado tanto las trabas de la conciliación como la forma en la que el deporte se enfrenta a la maternidad.

«Una de las cosas que me motivó es que no era solo un reto personal, sino una lucha por evidenciar una situación que pese a que tendría que ser normal, no lo es. Sé que ayudará a otras deportistas a resolver decisiones que no han tomado bien sea por miedo o porque no es lo habitual. Poco se habla de que la sociedad cree que si has sido madre, no vas a ser la misma que antes, y mucho menos en el ámbito deportivo. Da miedo tomar la decisión porque después de ser madre, se te da por perdida. También está por supuesto la parte económica; yo tengo suerte porque mis sponsors y la federación me han apoyado al 100%», explica.

«Me he sentido como una conejilla de indias. Hemos tenido que investigar cuándo debía sacarme la leche para competir».

Ona ha hecho que la batalla por la maternidad en el deporte esté en boca de todos. Y visibilizar la lactancia entre las deportistas de élite es parte de esa lucha. «Con los profesionales del Centro de Alto Rendimiento [de Sant Cugat del Vallès, en Barcelona] hemos tenido que investigar para saber cuándo he de sacarme la leche antes de competir para que no me baje la energía, tenemos que tener en cuenta que pese a que con la prolactina eres más flexible, también te puedes lesionar más... Es surrealista que tengamos que investigarlo, nadie lo ha hecho antes», asegura.

«Al principio me sentía mal, pensaba que tenía que estar con mi hijo en lugar de entrenar, pero cuando crezca, me gustará explicarle lo mucho que me esforcé por cumplir este sueño y darle tanto cariño. Mi madre, que es cirujana, me dijo que a los tres meses estaba haciendo guardia en el hospital… Y tan mal no he salido», argumenta entre risas. Ser la nadadora con más medallas mundiales de la historia de la natación reafirma las palabras de su madre.

Con vestido y short, de Valentino / Sergi Pons

La coreografía con la que acude a Tokio, para la que ha incorporado el lenguaje de signos en japonés, tiene un mensaje claro: la reivindicación de la igualdad plena. Ona, que asegura con rotundidad que no ha sufrido discriminación o abuso, sin embargo pone el foco en una discriminación menos evidente. «En mi deporte hablamos de una disciplina femenina, algo que margina a los hombres. Todavía no les dejan competir en los Juegos Olímpcios, la prueba de que queda un largo camino».

En este punto de su trayectoria, a Ona no solo le preocupan los triunfos olímpicos, sino también las salidas triunfales. «Creo que enfrentarse a la retirada requiere una adaptación psicológica importante. Lo primero es ser consciente de que esto va a terminar algún día y saber que hay pocos deportistas que puedan vivir de su carrera deportiva toda la vida… Llegará un momento en el que todos tendremos que reinventarnos, por lo que todos deberíamos prepararnos para ese día y trabajarlo mientras estamos en activo».

Ona Carbonell sabe que su siguiente paso profesional estará vinculado al arte, pero no está segura de qué disciplina será la elegida. Está terminando diseño de moda, por lo que no descarta dedicarse a ese mundo. «Me gusta enfrentarme a nuevos retos. He hecho alguna colección de bañadores, he diseñado cápsulas con alguno de mis sponsors… Aunque me encantan firmas tan dispares como Nike y Cortana, puede que me dedique a la moda sin tener una marca».

Su amor por la cocina también podría ser otra vía de negocio. Tras ganar MasterChef Celebrity 3, el año pasado sorprendió al mundo al convertirse en socia del restaurante japonés Nomo Braganza, donde también crea platos fuera de carta. «Lo curioso es que jamás pensé que aprendería a cocinar… ¡Y mira ahora! Cuando me llamaron para decirme que me habían cogido en MasterChef Celebrity, mi círculo me decía que estaba a tiempo de renunciar. ¡Pensaban que iba a hacer el ridículo! ¡Si ni sabía pelar un mango! A su vez me conocen y saben lo trabajadora y algo obsesiva que soy cuando quiero algo. Me metí tan de lleno que descubrí un mundo apasionante. Siempre había dicho que el deporte es la profesión más dura del mundo, pero tras conocer el mundo gastronómico, puedo decir que es peor. El restaurante funciona súper bien. Amigos como Santiago Segura, Boris Izaguirre y Paz Vega han ido y se han quedado encantados».

La nadadora posa con vestido de Nina Ricci

¿Ha encontrado puntos en común entra la natación sincronizada y su nueva especialidad, la cocina? «En ambas disciplinas has de pensar en cómo combinar sabores con dibujos, texturas, mensajes y pensamientos… Tanto la cocina como la sincronizada son maneras de expresión». Reconoce que le encanta comer y que como nadadora de élite, ha de cuidar su alimentación, pero… «Me pego mis caprichos de cuando en cuando. Tampoco es que nadie me pueda decir nada al respecto, porque estoy en el peso que tengo que estar. He de decir que pensé que a los dos días de dar a luz volvería a tener mis abdominales, y no es así. Esto es importante decirlo, porque no pasa absolutamente nada e incluso yo, que soy deportista y entreno diez horas al día, no tengo mi barriga como antes de ser madre».

«Hay que soñar a lo grande, no podemos permitir que el miedo al fracaso impida ponernos retos importantes».

Aprovechando su pasión por la cocina, le preguntamos la receta para tener un rendimiento olímpico en todo lo que hace. «El secreto es la pasión, el trabajo y la sonrisa. Hay que soñar a lo grande, porque no podemos permitir que el miedo al fracaso nos impida ponernos retos importantes. Yo soy súper soñadora, trabajo muchísimo y siempre intento tener una buena sonrisa».

«Nuestra responsabilidad como mujeres es continuar haciendo honor al esfuerzo de las olímpicas que nos han precedido».

Esa sonrisa, por cierto, permanece intacta incluso cuando algo no sale como esperaba. «Llevo bien la derrota, porque es el único camino a la victoria. Hay que aprender a perder. La pandemia me ha hecho darme cuenta de la capacidad de adaptación que tenemos. He aprendido a disfrutar de las pequeñas cosas, porque a veces te dejas llevar por la rutina y te olvidas de lo importantes que son». Al hablar de derrotas, tiene claro cuál ha sido su momento más duro y por supuesto, su mayor victoria. «Sufrí mucho cuando me quedé a las puertas de los Juegos Olímpicos de Pekín 2008. Sin lugar a dudas, mi mayor victoria ha sido crear una familia», dice sin vacilar.

«Las mujeres seguimos buscando ocupar nuestro legítimo lugar también en el mundo del deporte, tanto como atletas como ocupando cargos oficiales en las distintas organizaciones que lo rigen. Nuestra responsabilidad es continuar haciendo honor al esfuerzo de las olímpicas que nos han precedido y que han hecho posible la situación actual, en la que la mujer ha dejado de ser secundaria en un mundo de hombres para ser protagonista indiscutible de su presente y de su futuro», escribe en el prólogo de Más que Olímpicas, el libro al que hacíamos mención al inicio de este reportaje. Es una reflexión que se esfuerza por transmitir a su equipo. «Cuando volví de la baja por maternidad, no nos habíamos encontrado nunca con que alguien, en la mitad del entreno, tuviera que salir a sacarse leche y ponerla en una nevera colocada cerca de la piscina, por ejemplo. Las chicas del equipo estaban realmente felices, porque decían que querían habituarse a esa situación. Ellas son las primeras que saben que la mujer puede con todo». Quien no solo puede con todo, sino que lo hace con una maestría merecedora de medallas olímpicas y laureles, es Ona Carbonell, de la que nos despedimos pidiéndole antes que señale la diferencia entre la Ona de Corea, en su triunfal campeonato mundial de 2019, y la que veremos ahora en Japón: «Soy más madura y mis prioridades han cambiado completamente. Mi prioridad antes era 'sincro, sincro, sincro'. Ahora, mi familia».