Por un lado tenemos Buenas noches y buena suerte, de George Clooney , una película relativamente reciente (2005) que nació mítica. Por otro, a Ella Fitzgerald, Lady Ella , la primera dama del jazz. E inspirándolo todo, Lo que el viento se llevó, pero no la célebre película sino el libro de Margaret Mitchell. Ya saben, el drama romántico de Escarlata O'Hara.
Todo ello envuelve y ambienta Victoria, la novela ganadora del último Premio Planeta, el premio más codiciado de España. Quedaría trasladarse al Berlín de después de la Segunda Guerra Mundial y dar un salto al Estados Unidos del Ku Klux Klan. Concretamente, a Alabama, el mítico Sur. La caza de brujas del macartismo añade aún más tensión. Va entretejiendo una trama trepidante que avanza inexorable hacia algunos de los hechos más abrumadores de nuestra historia reciente. Arrastrando en esta vorágine, y ahí está la clave, a sus personajes.
Paloma Sánchez-Garnica (Madrid, 1962), su autora, ama la historia, las novelas y el cine -el orden es aleatorio-, y se nota. Va y viene del séptimo arte a la letra impresa en un continuo y excitante viaje de ida y vuelta. Un gozo, según cuenta, que también experimentó con Los puentes de Madison; inolvidables Clint Eastwood y Meryl Streep . No puede evitar que esta cinefilia se cuele en sus páginas. Su protagonista, Victoria, canta en el Kassandra y todo destila el clásico sabor a noir.
Pero la novela, casi diríamos novelón, no es del género negro, ni siquiera del histórico. Es una historia de amor de libro, así que, en lo comercial y en el arte de multiplicar lectores, tenía todas las de ganar. No es el amor en los tiempos del cólera a lo García Márquez. Sería el amor en el Berlín de los muros antes del Muro y sin nada de realismo mágico. Este realismo es brutal y sigue con pasión los pasos de sus atribulados protagonistas. Tal vez haya que citar aquí a la rusa Anna Ajmátova, el pseudónimo con el que la autora se presentó. Sus poemas no tienen héroes.
Sánchez-Garnica no es una recién llegada al planeta editorial. En su bibliografía concurren ya nueve títulos. Y ni siquiera lo es en el Planeta, con mayúscula, pues fue finalista el año que ganaron «los chicos Mola»» , nos dice. Era 2021 y ya entonces andaba por Berlín, figuradamente. Aparte, es licenciada en Derecho y también en Geografía e Historia. Los anales tampoco le son ajenos.
Nos citamos con ella cuando ya el libro está en la calle. Paloma Sánchez-Garnica se siente «estresada, agradecida y disfrutando del momento». La extenuante promoción del Planeta ha coincidido en el tiempo con la tragedia de la DANA . Por ahí empezamos.
MUJER HOY. Como novelista acostumbrada a lidiar con los sentimientos de sus personajes y como ser humano, ¿qué reflexión le provoca lo sucedido en Valencia con la DANA?
PALOMA SÁNCHEZ-GARNICA. Lo primero que me viene a la cabeza es lo vulnerables que somos, lo poco preparados y mentalizados que estamos, además de lo mal que lo han gestionado todo los poderes que corresponden. Pero, sobre todo, la vulnerabilidad del ser humano ante las fuerzas de la naturaleza. En Estados Unidos ocurrió con el Katrina. Tuvo que haber una tragedia de esas características para que la gente se mentalizase. Tenemos que estar preparados para enfrentar estos desastres porque los vamos a vivir con demasiada asiduidad de aquí en adelante.
Les pasa a sus personajes en la ficción y nos pasa a nosotros en la realidad. Es el hombre en su pequeñez enfrentado a la enormidad de los cataclismos de cualquier índole.
Esto ha sido como una bofetada en la cara. Te hace pensar que la vida te puede cambiar en un segundo. Por eso hay que celebrar y no preocuparte o enfadarte por cosas absurdas. La vida hay que bebérsela porque luego estos sucesos destrozan. Al final, de lo material se irá saliendo poco a poco, estoy segura. Los seres humanos tenemos mucha resistencia para reconstruirnos, pero las vidas humanas son irrecuperables.
Ya van 75 años de Premio Planeta, ¿qué significa para usted haber ganado un premio tan popular?
Sobre todo, llegar a tanta gente (solo la primera tirada es de 200.000 ejemplares). Esto es muy grande. Es abrir el espectro de lectores más allá de lo que te puedes imaginar cuando empiezas a escribir, cuando ni siquiera sueñas con llegar tan lejos. Porque al final lo que da sentido a los personajes de mi novela es que lleguen a lectores y les conmuevan, les emocionen, les hagan reaccionar. Y esto es una tela de araña que se extiende de una manera casi infinita. También hay que estar preparada para saber que no le vas a gustar a todo el mundo. Habrá gente para la que sea el libro de su vida y quien diga que es un bodrio y no hay por donde pillarlo.
También hay que estar preparado físicamente para aguantar el tirón de la promoción.
Lo que pasa es que ya tengo entrenamiento de finalista. Cuando nos mandaron la agenda de estos primeros días, Beatriz (Beatriz Serrano, la finalista) me decía que al verla casi se cae redonda. Te dicen que de tres a tres y media picaremos algo, y no es una hamburguesa, sino ¡una minihamburguesa! Pero a cuánta gente le gustaría estar aquí. Por lo tanto, hay que ser agradecido, hay que defender esto. Se han presentado 1.068 novelas con sus autores detrás, gente con mucha ilusión y mucho esfuerzo.
El día de la entrega del premio ya anticipó que no es una novela histórica. ¿Qué es Victoria y qué ha querido contar en sus páginas?
He querido contar una historia de seres humanos corrientes que se tienen que enfrentar a la injusticia, a la traición, a la ingratitud, a la miseria, la material y la humana. Hay algunos que buscan la justicia, que buscan la verdad, a pesar de que pueda causar dolor. Es una novela sobre el amor, los lazos familiares. No solamente el amor pasional, que por supuesto. El amor de Victoria y Robert Norton les salva y les expone. Es una novela con muchos personajes, con muchos dilemas donde hay que elegir entre lo que te suplica el corazón y lo que el sentido común te dicta. Hay muchos personajes y todos tienen muchas aristas. No hay ni buenos ni malos.
Les ha situado además en un periodo de la historia contemporánea muy convulso. Ahí está la Segunda Guerra Mundial, el Berlín dividido, la Guerra Fría, el Ku Klux Klan, el macartismo. ¿Cómo ha manejado toda esa información?
No es una novela histórica, pero si yo pongo a mis personajes a vivir en una época determinada, tengo que conocer lo que estaba en vigor en ese momento en cuanto a leyes, costumbres y principios morales. Saber la mentalidad de la gente corriente y cómo condicionan su vida las decisiones políticas o la historia. En definitiva, el tiempo que les toca vivir. Y para eso leo muchísimos libros de la época, de historia, artículos, ensayos y, sobre todo, novelas, porque a mí me interesa mucho la intrahistoria que hay en la ficción, la historia con minúsculas.
Ahí entra en juego también el cine...
Por supuesto, para mí las películas son fundamentales. Hay algunas que me han marcado: desde Buenas noches y buena suerte a Matar a un ruiseñor. Incluso Lo que el viento se llevó, aunque me gusta muchísimo más el libro. Me sirvió para conocer el carácter de la gente de Alabama, construir la personalidad de los Coleman y recrear el ambiente en ese pueblo de Tuskegee, donde pasa su infancia y juventud Robert Norton.
Por cierto, la novela es muy cinematográfica, resulta fácil ponerle imágenes.
Muchas veces mis lectores me dicen que han sentido frío, hambre o miedo leyéndome. Yo misma, cuando estoy escribiendo, necesito entrar en los espacios y sentir lo que sienten los personajes, y eso al final se refleja a la hora de narrar.
Al mismo tiempo, la música tiene una gran presencia en su novela. Victoria canta en el Kassandra Club y suenan muchas canciones.
Forma parte ya de mi proceso de escritura. A cada libro le asigno una colección de doce piezas musicales, y en este caso fue la banda sonora de Buenas noches y buena suerte. Muchas de las canciones de Ella Fitzgerald son las que canta Victoria, siempre ajustadas al momento.
La mítica frase de Ingrid Bergman en Casablanca «El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos» explica muy bien lo que es Victoria. ¿Está de acuerdo?
Puede ser un buen resumen. En esa época, el mundo no se derrumbó, pero sí se crearon grandes muros que separaron familias y limitaron muchas vidas.
Se presentó con el pseudónimo de la poeta Anna Ajmátova. Más allá de las referencias que hay en la propia historia, ¿por qué lo eligió?
Cuando estaba escribiendo Últimos días en Berlín llegué a la obra de Anna Ajmátova (1889-1966), que tuvo una vida que estremece. No solamente por el sufrimiento personal de esta mujer con esa belleza tan peculiar que vivió una vida un poco alocada y snob antes de la Revolución rusa. Stalin le prohíbe publicar y escribir. Entonces me pregunté qué sería de mi vida si me prohibieran escribir. También quise darle visibilidad y hacerle un homenaje. Sus poemas son como los de Miguel Hernández. Los dos escriben de forma tan bella el dolor, el sufrimiento, el silencio, la conmoción...
En el libro hacen acto de aparición muchos de los dramas del hombre contemporáneo: el racismo, el fascismo, la guerra, incluso los experimentos con humanos. Estaban y están con nosotros. ¿Cómo ve el mundo en que vivimos?
Pues veo que no aprendemos. El ser humano no aprende. Lo decía Primo Levi, y es que puede volver a ocurrir. A lo mejor no nos viene un holocausto con cámaras de gas, pero puede llegar el horror de otra manera devastadora. Yo me considero humanista, y creo y afirmo la dignidad del ser humano. Creo en su autonomía, en su libertad y en la capacidad de transformar la historia y la sociedad. Pienso que estando en una democracia, con toda su complejidad y todas sus imperfecciones, tenemos la oportunidad siempre de cambiar las cosas, porque en una dictadura, en un totalitarismo, no se puede. Ahora los americanos han elegido, pero dentro de cuatro años pueden elegir otra vez.
¿Cómo le ha cambiado la vida la escritura?
Yo llevo en la escritura veinte años. Llegué por casualidad y he encontrado mi lugar en el mundo. Yo vivo para escribir y para leer. Además tengo un compañero de vida que me acompaña en ese sentido porque muchas veces los escritores somos un poco raritos y muchos se hartan o son auténticos héroes por soportarnos. Además ahora es una forma de tener tranquilidad económica para seguir escribiendo.
¿Para cuándo el próximo libro?
He dejado todo aparcado hasta diciembre, pero en enero me pondré a escribir. Ya hay algo ahí que se cuece porque este lo terminé en junio. Ahora estoy defendiendo Victoria y me siento agradecida, celebrada y disfrutando.
20 de enero-18 de febrero
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