Tres cosas de Dirty Dancing que siguen interesando hoy (y ninguna es la ñoña historia de amor entre Johnny y Baby)

Vuelve a los cines 'Dirty Dancing' (1987), la película de baile que marcó a la generación X tanto como 'Grease' (1973) lo hizo con la generación anterior. La fórmula magistral para alcanzar la eternidad cinematográfica de los clásicos generacionales estaba clara: una historia de amor entre dos jóvenes de origen social desigual, coreografías sensuales, canciones míticas («The Time of My Life», de Franke Previte, tuvo Oscar) y un trasfondo social que conecta con la eterna preocupación de las mujeres jóvenes: la anticoncepción . En el caso de 'Dirty Dancing' vamos a ver, más de tres décadas después de su estreno, cosas que entonces, en la adolescencia, probablemente no vimos. Por la juventud o por lo mucho que ha cambiado la cultura de finales de los 80 a aquí.

La historia de amor entre Johnny (Patrick Swayze) y Baby (Jennifer Grey), a estas alturas, es lo de menos: la oposición familiar a un romance inconveniente se ha convertido en un lugar común desde que Shakespeare es Shakespeare. Sin embargo, aquí comienzan las observaciones: aunque ella tiene solo 17 años, lleva sin duda la iniciativa en el romance en cuestión. Baby es la cazadora y Johnny, el león cazado. Además, la joven pero sobrada de arrojo le pide a su padre, médico rico y muy religioso, que atienda a una bailarina, trabajadora precaria diríamos hoy, que ha sufrido un aborto ilegal. Recordemos: en aquellas fechas aún era un procedimiento médico controvertido tanto en Estados Unidos como en España. Todo esto sucede como al fondo del tórrido romance entre Johnny y Baby, pero por ahí pasa también un sospechoso habitual de abuso sexual que se hace pasar por el novio perfecto. Un clásico entonces que hoy sería cancelado inmediatamente.

Imposible no quedarse atrapada por un personaje femenino como el de Baby, tan normal en su apariencia, tan negada para bailar, pero tan poderosa al mismo tiempo: se pasa la película haciendo cosas extraordinarias y superando retos tremendos. Entonces entusiasmó que esta niña rica y, a la vez, patito feo pero encantador se llevará al huerto al guapo (y paupérrimo) primer bailarín. En la revisión actual, puede que nos enternece más la remontada en la relación con su hermana, un clon insustancial de su madre que tiene belleza pero cero carisma o aspiraciones, más allá del matrimonio. Es, probablemente, el mejor arco argumental de la película: educadas para ser rivales, terminan respetándose mutuamente tal y como son. Fantásticas.